No existe una diferencia apreciable entre ambos sexos
a no ser la mayor longitud de las alas y cola en los machos, no siempre
fácil de apreciar en el campo. Las urracas adultas de más de dos años y las
viejas tienen la cola muy larga y excepcionalmente se han medido en algunos
machos de más de cuatro años longitudes de 28-30 cm. Las jóvenes muestran siempre la cola más corta y el
color blanco del plumaje nunca es tan tornasolado, sino más mate, estando el
blanco de las escapulares, el vientre y bajo pecho manchados de beige. Las
plumas del cuerpo y las cobertoras alares son mudadas entre agosto y
septiembre, así como también alguna rectriz de la cola, aunque no siempre.
No mudan entonces las primarias y secundarias de las alas que no llegan a
adquirir en los bordes el intenso brillo de las urracas adultas hasta sufrir
por lo menos dos mudas otoñales. La cola es muy graduada y las rectrices exteriores
normalmente llegan sólo casi hasta la mitad de la total longitud de las dos
centrales. El pico es fuerte y de color negro, lo mismo que las patas. El
iris de los ojos es pardo oscuro en los adultos y gris azulado en los pollos
y en las jóvenes. La Urraca Común es un pájaro realmente popular y bien
conocido por su extraordinaria abundancia y la progresión de que hace gala,
colonizando nuevas zonas cada año. Su hábitat favorito está formado por la
campiña más pura con altos y grandes setos, arbustos y matorrales lindando
con praderas y campo abierto sin que falten grupos de árboles, sotobosques,
arboledas sobre caminos o carreteras, pinares marismeños y otros de laderas,
pero eludiendo altos niveles por encima de 1.500 metros y zonas
desarboladas. Prefiere la proximidad de las viviendas humanas y siempre está
presente cerca de granjas, silos, almacenes, cabañas, frecuentando también
rastrojeras, basureros, carreteras, pistas forestales, caminos, cunetas,
etc. Nunca solitaria, la Urraca Común vive en pequeños grupos de
4-12 individuos, muy a menudo también en parejas, pero no muy distantes unas
de otras y ocasionalmente aquéllos se unen entre sí y forman bandos
realmente numerosos que pueden llegar a alcanzar más de 50 pájaros. Cuando
una Urraca Común atraviesa un espacio abierto volando alto, inmediatamente y a
100-200 metros le seguirá la otra componente de la pareja. Durante el día
permanece posada en el suelo comiendo en grupos y también en ramas altas de
los árboles, a menudo inmóviles, pero en general muy activas chillando
incesantemente y persiguiéndose unas a otras. En el suelo camina en postura
erguida manteniendo la cola levantada, aunque también salta de forma
grotesca si está excitada. Al comer se agacha ligeramente y eleva y baja la
cola. Acude siempre cuando observa que otros córvidos o buitres se reúnen
sobre una carroña y entonces camina alrededor de ellos pausadamente y
levantando mucho las patas manteniéndose alerta para realizar cortos vuelos
o rápidas carreras que la pongan fuera del alcance de sus poderosos vecinos. Pero también ella tiene un gran poder de atracción o
asociación congregándose muchas sobre la comida. Su presencia alrededor o
encima mismo del cadáver de un animal alerta a buitres, alimoches y cuervos.
La Urraca Común permanece entonces a la expectativa en las proximidades hasta que
la piel y los huesos de la carroña solamente conservan pequeños trozos
adheridos de carne. Indudablemente existe, además, una clara jerarquía entre
ellas momentánea o quizá será mejor decir que las más fuertes y agresivas
dominan a las más débiles. Las luchas ante la comida son continuas y
mientras unas comen pacíficamente siempre hay otras dos o más que se pelean,
atacándose de frente o elevándose en el aire forman un gran revuelo de
plumas y gritos hasta que la más débil queda en el suelo bajo las patas de
la vencedora, que rápidamente abandona a su circunstancial enemigo y se
dirige con majestuoso y calculado paso hacia la comida, amenazando a derecha
e izquierda con el pico abierto a los demás comensales. Vuela con fuerza y directamente, batiendo las alas
pausadamente, pero con rapidez y no muy profundamente. Su silueta es
entonces inconfundible notándose las alas cortas y redondeadas y la larga
cola. Planea también, pero sobre todo al descender a un posadero, pero
igualmente en pleno vuelo y lo hace por una distancia considerable. Siempre
las parejas se dirigen en fila o en línea recta de un lugar a otro. A menudo
bajan desde una altura considerable hacia el posadero, invariablemente en
las ramas altas de cualquier árbol. Su actividad es constante, pero hay
durante el día también largos períodos en los que las urracas permanecen
inmóviles y como somnolientas posadas en las copas de los árboles o en lo
alto de un matorral o seto. Rara vez, inmóviles en el suelo. Al atardecer,
urracas de una extensa zona se van congregando en el dormidero formándose
una reunión que no pocas veces supera los 100 individuos. Los lugares
elegidos son variados, pero parecen poseer cierta preferencia por chopos y
álamos al borde de carreteras y ríos y también por setos y matorrales densos
cubiertos de plantas trepadoras. Pasa mucho más tiempo sobre matorrales y
árboles que los demás córvidos. Corrientemente se bañan en charcos y aguas
someras, aunque procuran siempre resguardarse de la lluvia. Los grupos de urracas que se ven todo el año suelen
estar formados por jóvenes sin emparejar. Cuando uno de los adultos muere el
superviviente se empareja casi inmediatamente con una Urraca Común joven. Parecen
ser así más frecuentes las parejas entre adultos y jóvenes que entre jóvenes
únicamente. Son muy desconfiadas y no es fácil aproximarse a ellas. En
cuanto adivinan o presienten el peligro llaman o chillan con fuerza y se
alejan. Sin embargo, en muchas zonas rurales se mantienen cerca del hombre a
pesar de que éste las persigue por los grandes daños que en general causan
en los cultivos e, incluso, matando pollos de aves de corral. Como sucede con otros córvidos, las jóvenes urracas
cogidas en el nido son fáciles de domesticar y resultan muy mansas, no
abandonando las proximidades de la casa donde se les da de comer. Sin
embargo, ésta que era una costumbre tradicional en muchas zonas rurales, fue
abandonada quizá por la facilidad que estos pájaros tenían para penetrar por
puertas y ventanas abiertas y coger objetos brillantes que escondían,
causando a veces considerables trastornos y conflictos de vecindad. El
nombre de Urraca llegó así a ser sinónimo de ladrón. La Urraca Común es omnívora. Principalmente se alimenta de
insectos que captura en bordes de campos cultivados o entre la hierba
(Coleóptera, Lepidóptera, Trichoptera y abundante cantidad de larvas).
También atrapa pequeños mamíferos como ratones de campo Apodemus
sylvatícus, musarañas Suncus y Croccidura y sus crías. Los nidos de
ratones que encuentra entre la hierba son deshechos con gran habilidad. Come
igualmente lombrices de tierra, moluscos, pájaros, crías de éstos y sus
huevos, mucha materia vegetal que incluye cereales sobre todo. Los campos de
maíz pueden ser devastados picoteando los granos de las mismas mazorcas.
También sufren sus ataques muchas leguminosas, especialmente los guisantes.
Los frutos secos como avellanas, nueces y castañas, los hayucos y numerosas
frutas silvestres y cultivadas, en especial manzanas e higos, forman una
considerable parte de su dieta alimenticia. Igualmente, acuden a la carroña
y los animales muertos en el campo pueden ser picoteados incesantemente y
congregar sobre ellos o en su derredor una gran cantidad de urracas.
Habitualmente come en el lugar pequeños bocados como insectos, pero si se
trata de una fruta grande o difícil de abrir, la transporta a un posadero
lejano, normalmente un árbol. Allí unas veces la come de varios picotazos,
mientras la sujeta con una pata, pero no pocas la esconde en una grieta o
entre la corteza. Algunas urracas tienen más desarrollado que otras este
instinto de ocultación y almacenamiento de alimento y objetos variados sean
o no de comer. Los reptiles son también capturados ocasionalmente, sobre
todo el Lución, Anguis fragilis, y las culebras de agua, Natríx
maura, y de collar, Natrix natrix. A pesar de su tamaño y
aparente falta de agilidad, no es raro ver cómo persigue en un corto y
acrobático vuelo a un insecto volador hasta capturarlo. Su voz es áspera y desagradable. A veces monótona por
lo repetida, pero, asimismo, se nota cierta cadencia. Normalmente el sonido
más a menudo emitido es un duro y fuerte «¡chat chat...!» que parece
expresar alarma en el pájaro. No pocas veces estas notas son precedidas por
dos más largas y menos ásperas, quedando entonces su voz completa así:
«¡Skaa, skaa, chat-chatchat-chat!» Para Holyoak (1974) estas voces de alarma
corresponden al momento en que la Urraca Común advierte y ve claramente el peligro
en forma de un depredador o simplemente que un hombre se acerca a su
posadero o al nido. Si no distingue el peligro, pero lo presiente o lo oye,
la alarma se expresa con un duro «¡shrak-ak!» Existen otras notas en su
vocabulario menos oídas que las urracas lanzan ocasionalmente cuando
permanecen posadas en grupos. Habitualmente se les escuchan gritos sueltos
como «¡tchak!» Si se atacan entre sí emiten un áspero «¡tcherrck!» Los
pollos en el nido pidiendo alimento y los adultos mientras construyen aquél,
lanzan un suave «¡chiaak!» o «¡chiaak-ak!» Los sonidos y voces cambian
cuando son emitidos por urracas en cautividad o semidomésticas. Su habilidad
para interpretar ruidos y voces humanas es conocida sobradamente. Pero
también se les ha escuchado sonidos y trinos o semigorjeos que quieren
parecerse a los emitidos por otros pájaros. No es infrecuente en urracas
reposando sobre las ramas de un arbusto o en las de un árbol la emisión de
sonidos balbuceantes muy diferentes de los que ya describo arriba. Holyoak
(1967) pudo comprobar cómo una hembra de Urraca Común se aproximaba al nido donde
el ornitólogo tomaba medidas y pesos de los pollos, lanzando una prolongada
sucesión de notas burbujeantes y cloqueos que nada tenían que ver con la
habitual voz de alarma y que entonces le recordaron el canto de un Estornino
pinto, Sturnus vulgaris. La situación se repetía cada día que Holyoak
se aproximaba al nido. También Tucker (1940), citando a Nauman, señala una
especie de canto balbuceante mezclado con silbidos. La reproducción de la Urraca Común ha sido estudiada por
los ornitólogos con gran detenimiento y en Iberia es uno de los córvidos de
los que se posee más información. Las parejas adultas después de su unión o
formación en el invierno se mantienen unidas por toda la vida. Una Urraca Común no
alcanza la madurez hasta cumplir los dos años, pero de hecho muchas jóvenes
se emparejan y crían antes. El anillamiento ha demostrado no pocos casos de
madurez sexual en el primer año de vida. Desde enero se pueden observar
concentraciones de urracas en número variable, en especial en las primeras
horas de la mañana y en las últimas de la tarde sobre árboles y altos
arbustos. Los grupos pueden estar formados por seis pájaros, pero también
por mucho mayor número. En Iberia los cortejos nupciales y la formación de
las parejas entre los jóvenes aún libres se producen en grupos que no suelen
sobrepasar los 8-25 pájaros ni hacia arriba ni hacia abajo. Cifras mayores o
menores son ocasionales y muy locales. El ceremonial es ruidoso,
espectacular y no se entiende muy bien. Una Urraca Común se eleva casi en vertical
desde su posadero en la alta rama de un árbol donde permanece cerca de otras
y después de un vuelo corto y circular regresa al mismo sitio o a uno
cercano. En el grupo hay ya adultas emparejadas desde años anteriores, que
desarrollan una conducta similar a las jóvenes. Estas son probablemente más
de un 40 por 100 del total de las urracas presentes. Pero los continuos
chillidos, vuelos y persecuciones por entre las ramas pronto atraen a otras
que se aproximan desde no menos de 1.000 metros de distancia. De este modo
(Holyoak, 1974), se facilita la formación de parejas entre los pájaros
jóvenes (de seis a veintidós meses de edad). Las urracas que participan en
esta, llamémosla, excitación sexual no son necesariamente todas las del
grupo y algunas, no pocas adultas, permanecen indiferentes ante la
exhibición de sus compañeras que procuran mostrar el color blanco de su
plumaje inflándolo de tal manera que los hombros y costados casi hacen
desaparecer gran parte del color negro de las alas y el pecho. A la vez, la
cola es elevada y desplegada en abanico y las plumas del píleo erizadas.
Muchas parecen efectuar una continua danza saltando grotescamente como si
persiguieran a su propia sombra. Goodwin (1952) ha estudiado e interpretado
todos estos movimientos, sin embargo, cabe dudar que solamente tengan un
significado sexual, o territorial. No es infrecuente que en todos los meses
del año se observen en la campiña agrupaciones de urracas que se conducen de
igual forma cuando presumiblemente el celo no debe estar presente. Si una Urraca Común adulta muere en plena primavera, su
pareja se une inmediatamente con otra que casi siempre es una joven que
todavía no ha alcanzado los veintidós meses de vida. La unión se produce con
tanta rapidez que es difícil darse cuenta de la nueva situación. Para mí la
conducta territorial es débil, sobre todo en zonas donde la especie es
abundante. En el norte de Iberia hay concentraciones de parejas nidificantes
tan altas que no es difícil encontrar densidades de dos nidos por Ha.,
aunque esto no es, por supuesto, lo corriente. En zona rural típica desde
Galicia hasta Guipúzcoa en niveles inferiores a 500 metros puede haber una
pareja adulta criando cada 10 Ha. Holyoak (1974) en un hábitat semejante
estima en Inglaterra cinco parejas anidando en 195 Ha., y 10 jóvenes no
reproductoras en el mismo territorio. En marzo de 1976, la pareja que
ocupaba la esquina noroeste del territorio bajo observación fue rota por un
macho de Aguilucho Pálido, Circus cyaneus, que mató a una de las
urracas. Pero la pareja se rehizo juntándose al superviviente una de las
urracas supuestamente jóvenes que merodeaban en el territorio y ambas
criaron sobre el mismo matorral de años anteriores. La progresión y el
aumento de parejas es evidente en todas partes. Especialmente es grande el
incremento en el noroeste donde la provincia de Lugo da las más altas cotas
con una enorme densidad que favorece un desarrollo agrícola y ganadero muy
acusado. Los nidos pueden estar situados en árboles o en
arbustos. Las alturas son variables. En el norte de Iberia muchos están en
arbustos espinosos que alcanzan un buen desarrollo o en laureles, Laurus
nobílis. Pero más del 60 por 100 están en árboles a alturas superiores a
3 metros y que pueden llegar a ser de 30 metros en álamos y olmos. Muy rara
es la situación de un nido en el suelo. Felton (1969) comprueba un caso que
es realmente excepcional. Algunos están muy bajos. También hay nidos en
huecos de muros viejos o derruidos, en repisas y entrantes de acantilados,
pero son poco frecuentes. Álvarez y Arias de Reyna encuentran en el Coto
Doñana que un 46,5 por 100 de los nidos están sobre Brezo, Erica scoparia,
y Zarza, Rubus ulmifolíus, conjuntamente y sobre Zarza en un 22,8 por
100 y el resto en plantas y arbustos de baja altura excepto un 10,9 por 100
que lo estaba sobre Alcornoque, Quercus suber, (7,9 por 100), Pino,
Pínus pinea, (1,7 por 100) y Acebuche, Olea europaea, (1,3 por
100). Se aprecia allí claramente una tendencia a construir los nidos en
matorrales y arbustos (89 por 100 del total) con preferencia a los árboles
(11 por 100), eligiendo únicamente matorrales que tengan ramas espinosas,
situación esta última que también se produce en todo el norte Ibérico donde
pocas grandes espineras se libran de soportar un nido de Urraca Común. En Doñana
los nidos situados en arbustos y matorrales están a una altura, desde el
suelo hasta el borde del nido, de 0,35 a 2,5 m., con una media de 1,2 m.,
entre 117 nidos observados por Álvarez y A. de Reyna. Los que estaban en
árboles variaban en altura de 2,6 a 7,3 m., (media de 4,2 en siete nidos).
En Doñana se comprueba que cada pareja construye un nido nuevo todos los
años, a veces, al lado de otro viejo y, ocasionalmente, sobre uno viejo.
Esta situación es más frecuente en el norte donde muchos nidos pueden ser
usados dos o tres años seguidos hasta que la acumulación de materiales
alcanza un considerable volumen, en especial algunos situados sobre álamos. Casi todas las parejas están ocupadas en la
construcción del nido a partir de la segunda semana de abril en el Norte y
desde la última de marzo en el Sur. En Doñana (Álvarez y Arias de Reyna,
1974) señalan que la mayoría de las parejas construyeron los nidos entre la
cuarta semana de marzo y la tercera de abril. Hay, sin embargo, en todas
partes puestas de reemplazo o simplemente tardías. Éstas, en mayo, y
aquéllas, en junio y julio. Excepcionalmente descubrimos en Asturias a una
pareja de urracas haciendo el nido en la segunda quincena de febrero. Los
nidos están formados por una base de pequeñas ramas y raíces que soportan un
cuenco de tierra o barro apelmazado con raicillas y hierba seca. En algunos,
no todos, hay boñiga de ganado vacuno. Realmente las pequeñas ramas y raíces
cubren bien el barro sobre el que la Urraca Común hace un forro con raicillas y
sobre todo pelos y crines. Por encima coloca, a menudo desordenadamente, un
número variable de ramas formando una cúpula o domo. Unas veces se apoyan
sobre el mismo nido, pero en la mayoría simplemente sobre las ramas del
árbol o matorral formando un techo somero, que en algunos nidos falta
completamente. Esta cúpula puede desempeñar funciones de protección
frente a depredadores, de disimulo o carnuflaje o de defensa contra el
fuerte sol o la lluvia. El nido puede ser construido en una semana, pero la
mayoría de las parejas emplean este tiempo en colocar las ramas del soporte
y la cúpula y a continuación el cuenco de barro. Desde que encontramos estos
nidos someros, a mediados del mes de abril, hasta que el forro ha sido
completado transcurren no menos de otros cinco días. Álvarez y Arias de
Reyna estiman una duración de siete-doce días con un promedio,de 8-6 días.
La puesta se inicia al día siguiente en muchos casos, pero en otros puede
demorarse cinco días más (Álvarez y Arias de Reyna, tres-diez días después
de la construcción del nido) Las puestas normales son de cinco-siete huevos,
más corrientemente cinco-seis, no pocas veces siete y raras las de ocho y
cuatro. El color es azul- verdoso o amarillento muy moteados de verdoso y
violáceo o gris, en no pocos caso más oscurecídos en el extremo ancho o
formando corona en uno u otro, pero siempre repartidos de manera casi
uniforme. Alguno son curiosamente muy pálidos con poca manchas, otros de
fondo muy azulado. Cada hembra pone los huevos siempre de las mismas
características y hay en casi todas la puestas uno muy pálido, el último,
pero no debe ser confundido con el de Críalo Europeo, Clamator glandarius,
que habitualmente parasita nidos de Urraca Común. Algunas hembras los ponen muy
punteados de color negro muy abigarrados. Para 144 huevos, medidos por
Álvarez y A de Reyna, se obtuvo un promedio de 33,6 x 23,6 mm., con máximos
de 31,8 a 37 mm. mínimos de 22,1 a 25,8 mm. Jourdain, para Gran Bretaña, da
un promedio de 34,1 x 24,2 mm., con un máximo de 39,4 x 27,6 mm. y un mínimo
de 27,7 x 24 mm. Solamente la hembra incuba y lo hace por
diecisiete-dieciocho días. Algunas comienzan con la puesta del último huevo,
pero la mayoría lo hacen antes de completar la puesta. Álvarez y A. de
Reyna, en 29 nidos bien estudiados, comprobaron un período variable de
quince a veintiún días (media, dieciocho días). Para ellos empieza casi
siempre el mismo día de la puesta del último huevo, a veces al poner el
penúltimo y más raramente con la puesta del antepenúltimo. Parece, sin
embargo, comprobado que el comienzo de la incubación se efectúa
gradualmente: unas pocas horas los dos o tres primeros días e incluso algún
día en que parece como si la puesta estuviera abandonada, transcurren antes
de que la Urraca Común se decida a permanecer en el nido. Los pollos al nacer
están desnudos de plumón y el interior de la boca es rosado, teniendo en la
base del paladar y en la lengua diminutas barbas o espinas blancas. Ambos
adultos alimentan a los pollos, que se desarrollan rápidamente, y a los
veintidós-veintiséis días dejan el nido colicortos, pero fuertes y bien
gruesos. No son independientes hasta por lo menos los treinta y
cinco-cuarenta días, permaneciendo con los adultos hasta el verano y
probablemente no separándose las familias hasta el invierno. Una sola puesta
en cada temporada es normal, pero las depredadas o destruidas en abril y
mayo suelen ser reemplazadas casi inmediatamente construyendo las urracas un
nido nuevo. Ocasionalmente hay nidos con pollos en, agosto. La Urraca Común se extiende por toda Europa, faltando sólo
en Islandia y en las islas mediterráneas de Córcega, Cerdeña y Baleares. En
la Península Ibérica habita en todas las regiones, aunque con variable
densidad. Su expansión ha venido a ser espectacular en dirección Sur-Norte y
Oeste-Este. En la zona cantábrica ha experimentado un acusado crecimiento,
hasta constituir una verdadera plaga para los cultivos. Grandes
concentraciones se han visto en las provincias de León y Lugo, pero no falta
en ninguna región y localmente es muy abundante, faltando en bosques densos
y zonas muy áridas. En Baleares se cita una única captura en Mallorca en
febrero de 1961, conservándose el ejemplar naturalizado, aunque no existe
seguridad de que se tratara de un ejemplar llegado libremente a la isla. Es muy sedentaria y está bien comprobado que la
mayoría vive en una pequeña zona o territorio durante todo el año. En donde
abunda, la depredación sobre otros pájaros es muy grande. Muchos nidos con
huevos y pollos recién nacidos son destruidos. Gran parte de las primeras
puestas de Zorzal Común, Turdus philomelos y Mirlo Común, Turdus
merula, son destrozadas por las urracas. En solamente dos horas, al
amanecer de un día de abril, se comprobó cómo cuatro nidos con huevos y
pollos de Mirlo Común fueron depredados por Pica pica. La Urraca Común se
conduce con gran astucia. Conoce por sus actitudes a quienes buscan nidos y
los vigila desde lejos. Los pollos anillados por los ornitólogos son
capturados por ella con excesiva frecuencia si no se toman precauciones. Vaurie (1959) distingue para la Península Ibérica la
raza Pica pica melanotos, caracterizada por tener longitud alar
menor, así como más pequeña la superficie blanca de las escápulares que la
subespecie tipo del norte de Europa. El obispillo es casi siempre negro y
difiere también por mostrar algunos especímenes una pequeña superficie sin
plumas detrás de los ojos. Sin embargo, en la zona norte hay ejemplares
intermedios y con longitudes alares tan altas como la raza europea Pica. |