Petirrojo Europeo Erithacus rubecula El Petirrojo Europeo,
Erithacus rubecula, tiene el plumaje de la cabeza y espalda de color
pardo, nada destacado en comparación con el vivo color rojizo de la frente,
cara, garganta y pecho,
bordeado lateralmente de gris, color no siempre
visible con claridad. El resto de las partes inferiores son de color blanco
y los flancos pardo oliváceo claro. Ambos sexos son indistinguibles por el
plumaje. Los jóvenes tienen las partes superiores beige con bordes y puntas
de las plumas pardo oscuras, de manera que su apariencia es la de un pájaro
muy moteado. También en las partes inferiores de color beige, las plumas
están bordeadas estrechamente de pardo que se ensanchan más abajo. El pico es fino y se
aprecia en él una ligera curvatura, su color es pardo oliváceo por encima y
más pálido debajo. Los tarsos y los pies son pardo y el iris muy oscuro. Este es, probablemente,
el pájaro más conocido y, por lo tanto, más popular en el norte de Iberia.
En la campiña Cantábrica su abundancia es tal que en la práctica no hay
jardín, huerto, plantación, soto, bosquecillo, ni siquiera el patio de una
casa de campo o labranza, que no tenga en todo tiempo del año por lo menos
un Petirrojo Europeo que cante continuamente y defienda un pequeño
territorio frente a intrusos de su especie, atacando también a otros pájaros
insectívoros. Su presencia es realmente familiar y, aparte de la mansedumbre
de que hacen gala muchos ejemplares, hay que decir aquí que Erithacus
rubecula es ahora más numeroso cerca de las viviendas humanas en el
campo que en bosques y campiña libre de construcciones. Sus actitudes son
inconfundibles y aunque un observador solamente sea capaz de ver su silueta
a contraluz, inmediatamente lo identifica. La cola levantada, moviéndola
arriba y abajo, las alas ligeramente arqueadas y caídas, mostrando las
puntas de las primarias apuntadas oblicuamente hacia el suelo, el cuerpo
rechoncho y sin cuello y el continuo «agáchate y vuélvete a agachar», son
rasgos que no dejan lugar a dudas en cuanto a su identidad. Se posa casi
siempre al descubierto y mira hacia el suelo con atención. Inesperadamente
baja a él, bien en campo limpio, sobre la tierra, piedras, empedrado, camino
o entre la hierba y permanece justamente el tiempo necesario para capturar
una presa, o para picotear aquí y allí a la vez que camina a saltos,
volviendo, si no es asustado, al mismo o a otro posadero próximo. Si está
alarmado sacude alas y cola y mira con desconfianza fijando en un punto sus
grandes ojos, terminando por volar hacia cobertura vegetal. Normalmente y
fuera de la época de migración, vuela poco y por cortas distancias
dependientes siempre de la superficie del territorio que ocupa. No se posa
normalmente a mucha altura, pero en primavera y en el otoño canta desde
árboles, muchas veces en la rama más alta o en el tope de un poste. Prefiere
ramas de árboles de altura media y, sobre todo, es aficionado a los
arbustos. Cualquier saliente de una construcción humana le atrae como
posadero y se le puede ver en el tope de un poste, sobre el tejado de un
invernadero, un muro de piedra, penetrando también con relativa frecuencia
en el interior de viviendas y refugiándose a menudo en porches, terrazas,
galerías, desvanes, cobertizos, etc. A pesar de su mansedumbre
es pájaro que se alarma fácilmente y su típica nota, que recuerda el sonido
de la pequeña chapa de acero conocida como «rana», ingenio infantil ya
antiguo, es un breve o repetido ¡¡tic-tic ...!! emitido tanto por los
jóvenes como por los adultos. En verano, cuando los petirrojos a causa de la
muda son escondedizos, es casi siempre el primer sonido que nos descubre su
presencia. Generalmente vuela cortas distancias. Si nos acercamos, vuelan
alarmados solamente pocos metros y de forma un tanto errática y zigzagueante
levantando la cola. Si el vuelo es distante se aprecia entonces claramente
una amplia ondulación en el aire. Su proverbial mansedumbre
viviendo y construyendo el nido cerca de nuestras casas de campo no es
obstáculo para que sea realmente un pájaro guerrero persiguiendo a los que
entran en su territorio y picoteándolos con fuerza. Estas luchas son
normalmente incruentas, pero existen casos en que un golpe acabó con la vida
de uno de los luchadores (Campbell, 1974). Muchos petirrojos llegan a
acostumbrarse a la presencia de las personas de tal modo que acuden a
recibir comida como si de pájaros domésticos se tratara. Otros conocen bien
la fortuna que supone seguir el arado que, al volver la tierra, pone al
descubierto innumerable cantidad de insectos y lombrices de tierra. Si se
quiere atraer a un petirrojo la operación es fácil: basta con realizar una
pequeña excavación en su territorio e inmediatamente acudirá al borde del
agujero o se posará sobre el montón de tierra removida. Por lo menos en cada
nidada de petirrojos uno será extremadamente manso y nos seguirá con
curiosidad a todas partes dentro de su pequeño territorio. Estos petirrojos
rara vez son capaces de superar el primer invierno de vida, puesto que
resultan fáciles víctimas de gatos domésticos, comadrejas y aves de presa. La acusada
territorialidad del Petirrojo Europeo merece una descripción en la que se
sigue a Burkitt (1924-26) y David Lack (1943), ornitólogos ingleses que
mediante anillas de colores colocadas en muchos petirrojos y trabajando
independientemente y en épocas diferentes, llegaron a conclusiones muy
importantes. Los petirrojos adultos
mudan el plumaje en julio y agosto, período durante el cual permanecen
retirados entre los matorrales, no cantan y se dejan ver muy poco. Hacia
finales de julio algunos de los jóvenes nacidos en la primera nidada
comienzan a cantar y a perseguir a otros, actitud que quince días más tarde
siguen los adultos, después de lo cual cada macho de Petirrojo Europeo ocupa
un pequeño territorio en el que canta y del cual expulsa a los demás que
intentan penetrar o traspasar sus límites. Algunas de las hembras, igual que
los machos, ocupan un territorio en el otoño mientras el resto emigra (esto
es menos válido para el norte de Iberia). Entre los residentes o sedentarios
de ambos sexos las luchas continúan y el canto persiste durante el otoño
debilitándose gradualmente. A finales de diciembre y en los primeros días de
enero hay una recuperación notable en el canto y todos los machos se
muestran muy activos. Las hembras residentes abandonan sus territorios
individuales y a la vez llegan otras de lejos. Las parejas se forman entre
el final de diciembre y los primeros días de marzo, después de lo cual macho
y hembra conviven en el mismo territorio. Burkitt trabajó en Irlanda
poniendo a los petirrojos por él estudiados anillas de colores. Esta
técnica, usada entonces por primera vez en Europa, fue seguida por Lack y
otros ornitólogos. Para dar una somera, pero clara idea de cómo se conducen
los petirrojos fuera de la época de cría y cómo se desarrolla su
territorialidad, resumo de Lack: Cinco petirrojos que ocupaban un sotobosque
defendían cada uno un pequeño territorio desde el otoño. Nombrados A, B, C,
D, y E, Lack notó en seguida que todos eran nuevos en la zona y que
únicamente B no cantó nunca. El 20 de diciembre C inició repentinamente un
canto en tono muy alto y vigoroso, emparejándose al mismo tiempo con un
recién llegado, al que llamaremos F. Como C era macho y F hembra, la nueva
pareja defendía el territorio antiguo de C, más el que ocupaba D, que
desapareció de la zona y que presumiblemente, pero no con certeza, era un
macho. En la segunda mitad de enero húbo nuevos acontecimientos. A, que
había cantado intensamente durante octubre, se mostró como una hembra cuando
dejó su territorio y voló al opuesto dentro del mismo sotobosque para formar
pareja con E (un macho). Inmediatamente después B, a quien no se había oído
cantar en octubre, dejó su territorio y se emparejó con un macho de un
sotobosque cercano. La marcha de las hembras A y B dejó sus territorios
vacantes y éstos fueron ocupados pocos días más tarde por un nuevo
petirrojo, G (un macho). El macho E fue días después muerto por un gato y su
pareja, la hembra A, volvió a su antiguo territorio y se emparejó con el
recién llegado G. El macho C y su pareja, la hembra F, se extendieron hasta
el territorio dejado vacante por la marcha de A. De este modo, para la
estación de cría, el sotobosque objeto de estudio por Lack estaba ocupado
solamente por dos parejas, G-A en el lado Oeste y CF en el Este. Situaciones
similares se producen siempre en todas partes, aunque, aclara Lack, no tan
complicadas. Como es lógico, el tamaño
o la extensión de los territorios son dependientes de la densidad de
petirrojos en una zona dada. La presencia igualmente de invernantes
extrapirenaicos en estos territorios no hay que descartarla. La mayor parte
de la población invernante de petirrojos extrapeninsulares ocupa zonas donde
los nativos no crían. El anillamiento confirma esto al recuperarse siempre,
durante los meses invernales, muchos petirrojos europeos al sur de la
habitual área de reproducción ibérica. Dar una idea del canto
del Petirrojo Europeo no es fácil. Las variaciones individuales y regionales
son grandes. Sin embargo, una melodía en cierto modo triste y melancólica
formada por trinos, generalmente cortos, y frases gorjeantes con una
duración de 3 segundos, es el canto más popularmente conocido y apreciado.
Como el pájaro canta mucho desde pocos minutos antes de amanecer hasta las
primeras sombras de la noche, su voz es parte indispensable en la campiña
norteña. En la práctica es el único pájaro que canta con mayor fuerza y
riqueza de notas durante el otoño. Esto, indudablemente, le atrae las
simpatías de los campesinos y observadores de la Naturaleza. Los machos
cantan todos y hay también muchas hembras, un 50 por ciento, que lo hacen,
en especial en septiembre y octubre y su voz es entonces indistinguible de
la de los machos. Algunos, probablemente lo mismo machos que hembras, cantan
en tono muy bajo, casi un verdadero cuchicheo, pero que resulta muy
agradable. Realmente es un gorjeo breve y dulce que apenas se oye a una
distancia superior a 8-10 metros. Además de la nota de
alarma ya descrita, el conocido e insistente ¡¡tic-tic-tic...!!, macho y
hembra emiten un breve ¡¡tsit!! o ¡¡tsiss-it!! Cuando el Petirrojo Europeo tiene el nido con
pollos, ante la presencia de intrusos lanza un penetrante ¡¡tsi-iiiiii!! que
recuerda algo la similar del Papamoscas Gris en las mismas circunstancias.
También se puede escuchar más ocasionalmente antes de la reproducción cuando
ya las parejas están formadas. El Petirrojo Europeo es
un cantor incansable que lo hace en casi todos los meses del año. El canto
de primavera puede comenzar a escucharse ya en los últimos días de
diciembre, pero no hasta el 5-10 de enero con verdadera fuerza, aunque hay
variaciones en esta regla general debidas probablemente a condiciones
metereológicas favorables. El canto persiste con variada intensidad hasta
junio, cuando hay un primer bache, y julio en que, comenzada la muda, los
adultos permanecen silenciosos hasta la mitad de agosto. Algunos jóvenes de
la primera nidada emiten ya a partir del 15 de julio el canto otoñal, pero
aún con poca fuerza y normalmente siempre por la mañana temprano. A finales
de agosto, jóvenes y adultos han ocupado sus territorios de otoño e invierno
y el canto es fuerte y sonoro. Sin duda el canto es entonces una
manifestación clara de dominio de una parcela. Machos y hembras la defienden
así. De ninguna manera un petirrojo en pleno canto puede ser alejado de su
territorio. Invariablemente catará solo en él. De este modo se ha podido
determinar la extensión de cada uno con relativa facilidad. Hay siempre
variaciones individuales en el canto. Algunos, presuntamente machos viejos,
lo hacen muy fuerte, pero no siempre la mayor edad es seguridad de mejor
canto. Algunos jóvenes del año poseen notas muy limpias y la melodía llega a
ser muy agradable. Variación regional en el canto también es frecuente y en
regiones distantes muy notables. No es necesario ser un gran conocedor del
canto de los pájaros ni tener un oído muy fino para notar grandes
diferencias. También es débil el canto en los últimos días del otoño.
Ocasionalmente algunas hembras cantan en primavera después de emparejadas.
Esto Lack (1943) y Burkitt (1924-26) lo confirman en sus trabajos. No
solamente el canto del petirrojo sirve para indicar a los posibles
contrincantes la propiedad de un territorio, sino que sirve como preludio a
la lucha. Todos los petirrojos cantan mientras combaten unos con otros,
incorporando frases o estrofas lanzadas con vigor, incluso en las rápidas
persecuciones que efectúan por entre los arbustos. En opinión de Lack, el
mejor canto de un Petirrojo Europeo corresponde al momento en que uno de
ellos está tratando de ocupar el territorio de otro. El canto es emitido
normalmente desde la rama alta de un árbol, la guía de una conífera, un
poste, un cable de la conducción eléctrica; menos corrientemente desde la
rama de un arbusto y, pocas veces, en el suelo o en montones de piedras o
estiércol. La alimentación es sobre
todo insectívora, en especial en la primavera. También muchas arañas y
ciempiés. Las lombrices de tierra de pequeño tamaño las come en todo tiempo
y ceba a los pollos con ellas, aunque prefiere hacerlo con orugas verdes.
Desde julio come mucha fruta. Los petirrojos jóvenes se alimentan
prácticamente de ellas a tenor del color y fluidez de los excrementos
dejados. Lo mismo sucede en el invierno con frutos silvestres de Hiedra,
Tejo, Saúco, etc. Semillas pequeñas y otra materia vegetal son recogidas en
el suelo. Harina, migas de pan y galletas le atraen especialmente. En general, el
emparejamiento de machos y hembras se produce a partir de enero y casi
siempre dos meses antes de que se inicie la reproducción. Durante este
período que va desde enero a marzo, macho y hembra conviven en un mismo
territorio, pero no se observa señal alguna de celo. Las hembras que entran
en el territorio defendido por los machos pueden ser o no aceptadas por
aquéllos. Lack estima que hay algo en este hecho que no puede determinarse
claramente; la realidad demuestra que las hembras que son admitidas en
cuanto penetran en el territorio, poseen un sexto sentido para saber
previamente que no van a ser expulsadas. No hay entonces lucha alguna, a no
ser que un nuevo macho pretenda entrar. Tampoco se puede decir que el
cortejo nupcial en esta especie sea destacado. Los gestos y movimientos de
unos machos frente a otros abombando el pecho y erizando las plumas deben
ser considerados como demostraciones de fuerza y defensa del territorio. Los
petirrojos más violentos son presas de un fuerte temblor que se acusa en las
alas caídas, la cola levantada y la cabeza encogida entre los hombros,
mientras el pico apunta hacia arriba y se escuchan estrofas cortas del
canto. A partir de la mitad de marzo los pájaros se comportan con
discreción. Los machos cantan mucho y a intervalos pueden acudir al lado de
la hembra en tanto ésta construye el nido y cebarla pico a pico. El Petirrojo Europeo
anida habitualmente en el suelo o en un talud cubierto de hierba,
generalmente a baja altura. Aprovecha siempre un hueco natural en la tierra
o debajo del borde de un cepellón. Hay también nidos en agujeros o grietas
de muros de piedra, paredes de casas derruídas, tanto en el exterior como en
el interior de viviendas, cobertizos, cuadras, etc. En huecos de rocas, al
pie de un tocón de árbol viejo o en una grieta del mismo, en agujeros de
pájaro carpintero, éstos a buena altura del suelo, en el suelo llano apenas
oculto por la corta hierba de principios de primavera, sobre una estantería
de madera, en cajas nido de madera, en montones de hierba seca (varas o
facinas de hierba en Asturias), en un montón de estiércol de vaca ya seco,
buscando en estos dos últimos casos huecos laterales a baja altura. Lack
(1965) escribe que de vez en cuando algún petirrojo adquiere notoriedad por
anidar en lugares insólitos como puede ser en una vasija, un buzón de
correos campestre, una bota o zapato viejos, un esqueleto humano e incluso
en un gato muerto. Aunque normalmente la construcción del nido le lleva a la
hembra no menos de 4 días, haciéndolo sólo durante 3-4 horas diarias,
algunas son extremadamente activas y rápidas. Así un nido fue casi
completado entre los pliegues de una cama deshecha cuyo propietario había
dejado la ventana abierta mientras se lavaba y desayunaba. Cuando se dio
cuenta de lo que sucedía, dejó la habitación como estaba hasta que al cabo
de un mes los jóvenes petirrojos volaron (!!). El registro más rápido en
construir el nido lo tiene probablemente una pareja que lo hizo en el
bolsillo de una chaqueta que un jardinero colgó de la percha a las 9,15 de
la mañana y recogió a la 1 de la tarde. Otros ejemplos suenan a fantasía si
no se conociera bien la familiaridad de que el petirrojo hace gala. Lack
concluye que este pájaro coloca casi siempre su nido en grietas o agujeros y
los procurados por el hombre son tan buenos, pero no mejores, que los
naturales. A menudo se encuentran nidos construidos sobre otros viejos o
recién iniciados de otras especies. Ejemplos de nidos apropiados de
Golondrina Común, Zorzal Común, Escribano Cerillo, mosquiteros, Mirlo Común
y agujeros excavados por el Pico Picapinos y el Pito Real, son citados por
los ornitólogos de toda Europa. Incluso algún petirrojo ocupó nidos de
colirrojo, Mosquitero Silbador y Ruiseñor Común, aunque en estos dos últimos
casos su propietario había ya dejado dos huevos en él. Hay también casos de
petirrojos ocupando el mismo nido que el de otro pájaro y ambos poniendo
allí los huevos a la vez. La construcción del nido
comienza muy pronto. Normalmente en la última semana de marzo, pero
circunstancias meteorológicas diferentes pueden adelantar su construcción o
retrasarla. Inviernos cálidos dan lugar a muchas iniciaciones anticipadas.
En enero de 1976 había en Asturias algunos nidos empezados. En la primera
semana de febrero uno tenía 4 huevos. Rara vez, sin embargo, estas tempranas
puestas llegan a buen término. Casi siempre a situaciones meteorológicas
excepcionalmente benignas siguen días duros de lluvia y frío. En otros
lugares no son excepcionales las puestas tempranas en febrero como
consecuencia de microclimas locales. Lack cita varias completas en enero,
diciembre y muchas en febrero en Inglaterra. Hay pocas otoñales (octubre,
noviembre). También allí estos nidos tienen un éxito dudoso. Cada pareja de
petirrojos realiza una nidada en marzo-abril, otra a finales de mayo y hay
ocasionalmente una tercera en junio-julio. Solamente la hembra
construye el nido. Alguna vez se ve al macho aproximarse al lugar, pero la
hembra suele expulsarlo persiguiéndolo una corta distancia. Lo normal es que
no se vea a ninguno, portando material para los nidos, tan discreta es la
hembra de Petirrojo Europeo en su trabajo. Realmente la mayor parte de los
nidos son difíciles de descubrir mientras están en plena construcción o con
huevos. Más fácil es cuando tienen pollos, porque la alarma de los padres y
el transporte del cebo es entonces actividad muy notoria. Nidos en huecos de
muros, mechinales y vasijas son fáciles de detectar al ver saliente una cola
larga de hojas secas que el pájaro deja fuera del nido, a veces formando
como una cascada o rampa. Estas hojas y musgo son la base del nido y el
interior tiene hierba seca, raicillas, pelos y alguna vez plumas pequeñas. La puesta se efectúa a
intervalos de 24 horas y la hembra es extraordinariamente discreta
acercándose al nido únicamente en las primeras horas de la mañana. Sin
embargo, a partir de la puesta del tercer huevo ya muestra alarma y si nos
acercamos al lugar llama con insistencia. Lack (1965) comprobó que a pesar
de lo difícil que resulta levantar a una hembra que está incubando, aun
pasando a muy corta distancia del nido, aquélla lo deja voluntariamente una,
dos y tres veces a la hora para ser alimentada por el macho. Este puede ser
el mejor indicio de la existencia del nido, pues la hembra al volver a él
nos descubre su posición. Cada puesta consta
normalmente de 5 huevos. También hay muchas de 4 y son ocasionales las de 6
y 7. Las mayores corresponden a dos hembras utilizando el mismo nido. Lo
mismo cree Jourdain (1940). La cáscara es lisa y carecen de brillo. Su color
es en general blancuzco y están muy moteados de pardo y rojizo, la mayoría
tan intensamente que su aspecto es uniformemente ocráceo o parduzco. También
hay muchos en que las manchas se acumulan en el extremo más ancho. En muchas
puestas el último es normalmente más claro y con punteado más fino todavía.
Jourdain, para 100 huevos de origen británico, obtuvo un promedio de medidas
de 19,8 x 15,5 mm. con un máximo de 22,3 x 15,5 mm. y un mínimo de 18 x 16,6
mm. ó 20,4 x 14,1 mm. Verheyen, en Bélgica, encontró una media de 20,1 x 15
mm. en 100 huevos. D´Almeida, para 15 colectados en el norte de Portugal, da
un promedio de 19,5 x 15,3 mm. con extremos de 19 a 20,7 x 14,5 a 15,8 mm.
En Asturias el promedio en 10 huevos es de 19,8 x 15,4 mm. y los extremos
20,2 x 15,3 mm. y 19,5 x 15,4 mm. Solamente la hembra
incuba y a los 13 días y algunas horas nacen los pollos. Este cálculo no
resulta difícil de realizar porque la hembra no comienza la incubación hasta
completar la puesta y rara vez antes. Sin embargo, condiciones
meteorológicas malas o situaciones de nidos muy expuestos y molestados
continuamente por el paso de personas o vehículos, pueden retrasar el
nacimiento (Jourdain, 13-14 y 12-15; Harrison, 12-15; Verheyen, 12-14; Lack,
13-14 días). Es difícil descubrir los nidos en taludes o entre la hierba. La
hembra no se mueve ante nuestra presencia y su coloración parda es muy
mimética. Si la hacemos volar, inmediatamente la alarma se manifiesta como
un fino y penetrante ¡¡tsiii-ii...!! seguido del matraqueo
¡¡tick-tick-tick...!! La primera voz es usada por el petirrojo si observa
sobre el nido la presencia de un ave de presa como un Mochuelo, Athene
noctua, un Gavilán, Accipiter nisus, o un Ratonero común,
Buteo buteo. La segunda para mamíferos depredadores como ratas,
Rattus spp., Comadreja, Mustela nivalis, etc. Al nacer, los
pollos están cubiertos en la cabeza y espalda por plumón largo de color gris
negruzco. El interior de la boca es amarillo y las comisuras amarillo
pálido. No hay puntos oscuros en la lengua. En la primera semana que
sigue al nacimiento, la hembra pasa el día sentada en el nido. Solamente el
macho acude a intervalos regulares de 8-12 minutos y entrega el cebo a la
hembra que a su vez lo pasa a los pollos. Normalmente antes de cumplir la
semana de vida ya ceba la hembra al mismo ritmo que el macho y a veces le
supera. Aquél canta en sus aproximaciones al nido, pero lo hace en tono más
bajo que el normal. La mayoría de las picadas que ambos adultos llevan a los
pollos son orugas y lombrices de tierra. Pronto los jóvenes están emplumados
y a los 12-14 días se aplastan en el interior del nido cuando nos acercamos,
de tal manera que aquello más parece una capa de terciopelo pardo oscuro, ya
que se mimetiza muy bien. Al salir del nido a los 14-15 días si no son
molestados, continúan siendo atendidos por lo menos durante otros 15 días
más. Casi siempre en las primeras nidadas, antes de que sean independientes,
la hembra adulta inicia una nueva puesta, ocasionalmente en el mismo nido, y
entonces el macho prolonga la atención de los pollos bastantes días más. Se
han visto jóvenes petirrojos de 35 días de edad siendo todavía cebados por
adultos, aunque hay que admitir que ya comían solos y la atención era
esporádica. Dos crías en la temporada son normales, tres ocasionales y una
cuarta nunca se ha comprobado para el norte de Iberia, pero hay un registro
para Inglaterra (Sprackland, 1968) de una pareja que empezó a poner en la
mitad de febrero y la cuarta cría se inició a primeros de junio un día antes
de que volaran del nido los pollos de la tercera. El Petirrojo Europeo se
reproduce en todos los países europeos, faltando únicamente en Islandia. Muy
escaso o esporádico es en grandes extensiones ribereñas del Mediterráneo y
allí vive en zonas montañosas. Su densidad es variable. En general prefiere
campiña húmeda y arbolada, manteniéndose cerca de las habitaciones humanas
en aldeas, caseríos, granjas, tierras cultivadas, jardines, etc. También en
el interior de bosques no muy cerrados y a nivel medio. En diversos países
es el pájaro típicamente familiar de la campiña y su mansedumbre es
proverbial. En la Península Ibéica tiene en el Norte una muy alta densidad
equivalente a la mayor que veo en Europa y, en algunos lugares de la campiña
montañesa y asturiana, incluso es superior. Por lo menos la extensión de los
territorios detectados en otoño e invierno es sensiblemente inferior a la
que tiene en las Islas Británicas donde Snow (1971) lo estima abundante y
distribuido ampliamente. En el resto de Iberia hay una densidad menor en la
primavera, faltando en extensas zonas de las dos Castillas, situación lógica
atendiendo al biotopo preferido por este pájaro. En Portugal y occidente
español cría disperso y parece más numeroso en linderos y claros de bosques
de montaña. En la franja costera levantina falta o cría esporádico aquí y
allí, con preferencia por zonas altas. Elude todas las extensiones áridas,
secas y pedregosas. No cría en Baleares. Desde Guipúzcoa, donde es
abundante, hasta Cataluña va bajando su densidad. En paso primaveral es
abundante en toda la Península Ibérica. Tanto por la zona costera del
Atlántico, y las tierras del interior, como por las costas mediterráneas,
son muchos los petirrojos que comienzan a pasar en marzo, alcanzan su máxima
intensidad en abril y continúan hasta la primera decena de mayo. En Baleares
es común en migración y como invernante. Maluquer (1971) resume la
experiencia de varios ornitólogos españoles y extranjeros en el Delta del
Ebro donde el paso más intenso se registra en abril (del 10 al 20). En el
País Vasco es abundante en paso desde la última decena de marzo y sobre todo
en los primeros días de abril (Noval, 1967). Allí se estaciona en manzanales
y bordes de praderas y campas, frecuentando también rastrojeras. El paso otoñal está en
general enmascarado en el Norte por los movimientos estacionales de la
población local. Se cree que en general las hembras nativas emigran o, por
lo menos en parte, dejan el lugar donde criaron o nacieron. Esto, que
posiblemente es válido para las Islas Británicas (Lack, 1943), no está
probado para Iberia. Aquí el anillamiento ha puesto de manifiesto una
extraordinaria fidelidad a pequeñísimas parcelas de los petirrojos de la
población nativa por un lado y la misma fidelidad de petirrojos foráneos
(europeos) año tras año por el mismo lugar para invernar. Las
autorecuperaciones por los propios anilladores tanto en el Norte para aves
nativas como en Extremadura, Levante y Andalucía para invernantes
extrapirenaicos, son numerosas. Hay abundantes recuperaciones de petirrojos
procedentes de Francia, Checoslovaquia, Alemania, Gran Bretaña, Bélgica,
etc. sobre todo en la mitad sur de Iberia. El paso otoñal comienza a notarse
a primeros de agosto, pero no hay verdadera migración hasta septiembre y
octubre. Condiciones anormales en la temperatura en Francia e Inglaterra,
con descensos a cero grados en noviembre, provocan una irrupción de
petirrojos muy notable. Uno anillado en el condado de Suffolk (Gran Bretaña)
el 7 de octubre ya estaba en Montoro (Córdoba) exactamente un mes más tarde.
En el mismo lugar hispánico se capturó otro anillado en Sussex (condado
inglés) como nativo. El 18 de septiembre parece una fecha muy temprana para
un Petirrojo Europeo procedente de Inglaterra. Enumerar siquiera una mínima
parte de las recuperaciones que se producen a partir de septiembre en
tierras andaluzas se saldría de los límites de esta obra. Lo que resulta
indudable es que en Europa occidental se produce a partir de agosto un
movimiento migratorio en los petirrojos nativos con dirección netamente
hacia el Sudoeste. Muchos de los que proceden de Escandinavia pasan a través
de las Islas Británicas, donde parte de la población es migradora (según
Lack, por lo menos el 50 por ciento de las hembras). Burkitt pudo comprobar
en Irlanda que las tres cuartas partes de la población otoñal estaba allí
formada por machos. Los anillamientos en Iberia son todavía escasos para
determinar con alguna claridad el movimiento o dispersión de la población
nativa. Los anillados como pollos en el nido son corrientemente capturados
en el otoño e invierno en el mismo lugar y muy a menudo en la misma parcela
donde nacieron. Recuperaciones a distancias superiores a 1000 metros son
poco frecuentes. Probablemente una parte de las hembras se muevan hacia
zonas donde en primavera no hay establecida ninguna o muy pocas parejas,
lugares que abandonan ya en pleno invierno para volver a los territorios
nativos ocupados por los machos. De momento esta situación está en el
terreno de la hipótesis. Muchos de los petirrojos
europeos que llegan a Iberia pasan al norte de Africa y desde octubre a
marzo se observan numerosos (Balsac y Mayaud, 1962) por Túnez, Argelia y
Marruecos. En Marruecos oriental Brosset (1956) lo observa desde el 10 de
octubre hasta el 12 de marzo. Pero hay petirrojos invernantes desde la costa
Norte hasta los primeros oasis saharianos; en el Marruecos Atlántico hasta
el Alto Atlas, incluso tan al Sur como en Goulimine. Ninguno atraviesa el
Sahara ni penetra en él (Dupuy, 1970). Pineau y Giraud Audine (1976) lo ven
común en el noroeste de Marruecos durante todo el invierno, con llegadas
masivas a finales de octubre y principios de noviembre. Los primeros son
vistos ya el 5 de octubre y los últimos el 20 de abril. El paso hacia el
Norte se nota bien a primeros de abril. Vaurie (1959) admite
variación clinal en Europa con poblaciones aisladas. Erithacus rubecula
rubecula como forma tipo ha sido asignada con ligeras variaciones a la
población del norte y oeste Ibérico y, aquilatando mucho, se encuentra
alguna diferencia con la raza melophilus que es nativa exclusivamente
de las Islas Británicas y que pasa a través de nuestro país en el otoño e
inverna en el Sur. Los petirrojos que se capturan en paso y cuya procedencia
extrapirenaica no ofrece duda, tienen el rojo del pecho y garganta, de color
más rojizo, en conjunto más vivo y oscuro que los nativos que poseen un tono
más naranja y el rojo es por lo tanto menos fuerte. También en estos últimos
es mucho menos marcado, más estrecho, el ribete gris o gris azulado que
bordea el rojo del pecho y por lo tanto se ve menos. Las diferencias en el
plumaje del dorso son más difíciles de apreciar. En general, la coloración
de la garganta y el pecho se vuelve más apagada a partir de junio por
desgaste de las plumas. El promedio de vida en el
Petirrojo Europro es muy bajo y fuera de casos extraordinarios, como el
comprobado en Irlanda por Burkitt que anilló una hembra en diciembre de 1927
y la vio todavía viva en 1938, y otro anillado en Heligoland (Alemania) y
recuperado 11 años después, la mayoría no llegan a alcanzar un año de vida.
Burkitt estimó que el número de petirrojos nacidos cada año se equilibra con
las muertes por diferentes causas de adultos y de parte de los jóvenes. Para
él un promedio de vida sería de 2 años y 10 meses. Esto pareció a Lack
excesivamente elevado y a través del intenso anillamiento en una zona
limitada estimó en 12-13 meses el promedio de vida de un Petirrojo Europeo,
tomando para el cálculo un período comprendido entre el 1 de agosto y el 31
de julio siguiente. En los muchos nidos que se han estudiado y consiguientes
pollos anillados, no más de 2 jóvenes petirrojos sobreviven después de
agosto. Las causas de muerte son diversas y no precisamente de enfermedad,
sino de inexperiencia. Ahogados en vasijas o charcas, capturados por gatos,
estrellados contra ventanales, atrapados en el interior de almacenes y
cobertizos y sobre todo víctimas de jóvenes gavilanes, Accipiter nisus,
que comienzan con ellos el entrenamiento que les llevará en seguida a la
captura de mirlos comunes, Turdus merula, su presa favorita. |