Martinete Común
Nycticorax nycticorax Entre las aves que nos
visitan en primavera, está el Martinete Común, Nycticorax nycticorax,
habitante de las zonas palustres y orillas fluviales. Los adultos se
distinguen por poseer la parte superior
de la cabeza, nuca y dorso de color
negro en tonos muy variables según la incidencia de la luz. Éstos van desde
el negro azulado, más corrientemente en primavera, hasta el negro verdoso en
el invierno. Las alas y la cola son grises y la frente y partes inferiores
blanco puro. En la nuca nacen tres plumas de color blanco o cremoso pálido,
muy largas y que le caen por la espalda, más largas en el macho, unos 20
cm., que en la hembra. A menudo son de menor longitud en ambos sexos, no
sobrepasando los 15 cm. Sobre el blanco de la cara destacan mucho los ojos
de color rojo escarlata. Alrededor de ellos tienen una zona de piel desnuda
de plumas de color azulado. El pico es fuerte, pero no excesivamente largo,
normalmente mide de 6,5 a 8 cm. de longitud y de color
verdoso en la base y negruzco en el extremo. Las patas y pies son amarillos,
más intenso el color en la época de la cría. El plumaje de ambos sexos es
idéntico y únicamente se aprecia en la mayoría de las hembras que el moño
formado por tres plumas es siempre más corto que el del macho. Estas plumas
normalmente forman una unidad y solamente si el viento sopla se aprecia que
son tres. Los martinetes jóvenes
tienen el plumaje de color marrón achocolatado en las partes superiores,
punteado y rayado de blanco. Las partes inferiores son grises rayadas de
marrón oscuro. Las patas son de color verdoso. El largo moño de los adultos
falta en los jóvenes que no lo desarrollan hasta que mudan el plumaje, en
febrero-abril. Pero el moño no es tan largo en este primer año como el de
los adultos y solamente lo completan superado el primer año de vida. Al volar es muy
distintivo su cuerpo rechoncho y corto, con alas anchas, relativamente
largas y redondeadas y la cola muy corta, por detrás de la cual sobresalen
las patas. Su silueta es, por tanto, inconfundible. De costumbres
eminentemente crepusculares, el Martinete Común es, a pesar de ello, especie
bien observada en la Península Ibérica. Se posa frecuentemente en árboles y
arbustos que crecen cerca del borde de cursos de agua, marismas y lagunas,
permaneciendo inactivo durante todo el día, a no ser en época de
nidificación, en que vuela al descubierto aun a pleno sol. En migración
también es activo en ocasiones, en especial con tiempo nublado durante las
horas del día. Al anochecer se le puede ver en casi cualquier lugar de una
laguna o aguazal. A pesar de ser un pájaro de buen tamaño y pesada
apariencia, se mueve entre las ramas de arbustos y árboles con facilidad, lo
mismo que en los carrizos. Es curiosa su forma de caminar, vadeando los
cursos de agua o siguiendo las márgenes de las marismas y lagunas con el
agua cubriéndole normalmente parte de los tarsos. Camina con extraordinaria
precaución, como si cada pie tuviera antes que pedirle permiso al otro para
moverse. Proporcionalmente a su tamaño y a la forma de vuelo de otras
garzas, el Martinete Común bate las alas con bastante rapidez, lo que es
otro buen dato para identificarlo si se le ve a la tenue luz del crepúsculo.
Si se toman elementales precauciones puede un observador acercarse a un
posadero diurno de martinetes y contemplarlos durante bastante tiempo antes
de que vuelen alarmados. Su voz es curiosa y
difícil de expresar. Podría decir que es como si una rana cantara dentro del
agua, un sonoro y sordo «¡¡kóack!!» o «¡¡kuáck!!», que emite al anochecer
cuando se dedica a volar sobre las lagunas y marismas y que se escucha a una
gran distancia. En las colonias de cría los sonidos varían algo y domina
entonces un «¡¡guvock!!» o «¡¡guok!!» Cuando la pareja se encuentra en el
nido es frecuente un «¡¡va-va-va-va!!» La alimentación de los
martinetes es enteramente animal, según Jourdain (1940), y consistente,
sobre todo, en pequeñas carpas
Cyprinus carpio, tencas Tinca tinca, anguilas Anguilla
anguilla, tritones, lagartos, ranas, salamandras, moluscos, larvas,
insectos y escarabajos acuáticos, coleópteros y pequeños crustáceos. Las
arañas que tejen sus telas entre carrizos son atrapadas a menudo. Pequeños
ratones y escasa materia vegetal completan la dieta. La llegada de los
martinetes a sus lugares de nidificación puede ser considerada como muy
temprana en el mundo de los pájaros. En marzo ya se ven grupos de ellos
establecidos en lagunas y marismas de toda la mitad meridional de la
Península Ibérica. Probablemente algunos están en paso hacia las escasas y
pequeñas colonias europeas. Ocasionalmente pueden ser vistos ya en febrero. Al tratar de la
nidificación del Martinete Común es necesario considerar, de acuerdo con
Bannerman (1957), las conclusiones a que llegó el premio Nobel Konrad Lorenz
y que fueron dadas a conocer por primera vez a los miembros del VIII
Congreso Ornitológico Internacional, celebrado en Oxford, en 1934. Vamos a
extractar aquí, por su interés, lo recogido ya por Bannerman sobre la
sociología de esta especie: «El Martinete Común, como
muchos otros pájaros, no reconoce el sexo de otro individuo de su misma
especie al verlo, de tal modo que la posibilidad de que un macho admita en
su territorio a una hembra sin más, como hacen otro gran número de pájaros
territoriales, simplemente no existe para los martinetes. La evolución de la
especie ha superado esta dificultad desarrollando un muy complicado e
instintivo ceremonial cuyo conocimiento es indispensable para comprender la
conducta del Martinete Común. Un macho aún no
emparejado comienza su ciclo de reproducción eligiendo un lugar en el que
potencialmente hará el nido. Aquí el macho comienza a construirlo y al mismo
tiempo llama a las hembras. Con la cabeza y las alas bajas ejecuta una
especie de danza sobre el mismo lugar del futuro nido, saltando de un pie a
otro con un balanceamiento peculiar. De vez en cuando baja su cuello y pico
colocándolos verticalmente y a la vez eleva los hombros convulsivamente como
si tuviera hipo y emite su típico grito. Éste es profundo y bajo, recordando
al vapor que se escapa de una caldera en ebullición. Todo este ceremonial lo
ejecuta el Martinete Común lo mismo si en las proximidades hay otro pájaro
como si está solo. No obstante, la presencia de otro Martinete Común eleva
unos grados el potencial de esta curiosa representación. La aproximación de
otro excita al macho cantor y actor cualquiera que sea el sexo de aquél. Sin
embargo, a despecho de que el macho con sus acciones lo que trata es de
atraer a una hembra al nido, muchas de éstas que se acercan demasiado, son
atacadas si entran dentro de ciertos límites. Varias hembras tratan de
entrar en el nido y permanecen todo el día cerca de él hasta que comienza la
ceremonia que puede llamarse "del apaciguamiento'". El Martinete Común macho
eriza las plumas de la cabeza y el cuello en toda su extensión, las tres
plumas del largo moño se estiran formando entre ellas casi ángulos rectos.
El pico es bajado y la cabeza y el cuello se estiran en dirección al pájaro
que hay que apaciguar. Al mismo tiempo emite un sonido disílabo en tono
bajo. Al bajar el pico la cabeza queda en una posición vertical, mostrando
muy claramente su coloración, el píleo erizado y sobre todo las largas
plumas del moño. El otro pájaro responde con una acción similar y la
aproximación mutua ya puede ser realizada sin que exista peligro de
picotazos y ataques.» Los nidos son construidos
generalmente en árboles y altos arbustos. Alcornoques, álamos blancos,
tarayes, etc., son las especies usadas con preferencia en la Península
Ibérica. Normalmente estos nidos son una muy somera estructura de palos y
ramas, casi siempre de los mismos árboles y arbustos. Aragüés (1966)
describe la situación de una colonia de reciente formación en determinado
lugar a orillas del río Ebro. Ocupaba una zona con espesos y crecidos
tarayes y en ellos, y a alturas de 5-7 metros, habían construido los nidos.
Muchas veces estas colonias están junto a otras de las demás especies de
garzas, sobre todo de Garceta Común Egretta garzetta. Márquez y
Coronado (1957) describen la primera colonia de martinetes anidando en la
Laguna del Taray, en Toledo. En una primera observación estimaron entonces
que la colonia estaba formada por 80-85 martinetes, de los que 30 no
llegaron a criar. El 75% de los que se reprodujeron lo hicieron en plumaje
de jóvenes, es decir, en su primer año de vida, puesto que, como ya hemos
dicho, el plumaje completo lo alcanzan en la muda de su segundo otoño. En
esta colonia había nidos situados a una altura media de 4,5 metros. Alguno a
8 metros y muchos a 5 metros. Son muy ligeros en su construcción y es
verdadero milagro que los huevos no caigan al suelo por entre las rendijas.
La puesta es en general muy tardía, no comenzando antes de los últimos días
de abril en localidades favorables. Excepcionalmente, en la mitad de este
mes. En realidad, mayo y junio son los meses elegidos para la puesta en casi
la mayor parte de las colonias ibéricas. Existen gran cantidad de casos
tardíos en el mes de julio. Probablemente muchos son puestas repetidas por
depredación de las primeras. Los huevos son de color verde-azulado pálido
sin marcas. Tres o cuatro forman una normal. En 31 nidos observados por
Márquez y Coronado en la laguna del Taray (Toledo), se obtuvo una media de 3
huevos por nido. Jourdain da para 100 huevos un promedio de medidas de 49,5
x 35,3 mm. Cada huevo es puesto con un intervalo de 48 horas y la incubación
comienza con la puesta del primero. Cada uno de los martinetes alterna con
el otro en la incubación, que normalmente dura 21 días. Como dato
indicativo, válido para el centro de Iberia, en la colonia del Taray los
primeros pollos nacieron el 22 de junio y el 10 de julio ya habían salido
todos. Esto supone una puesta general entre la última semana de mayo y las
dos primeras de junio. Ambos adultos alimentan a los jóvenes con peces que
capturan en las aguas próximas y que regurgitan al llegar al nido. Aragüés
describe cómo al acercarse a la colonia del río Ebro por él observada, tanto
los adultos como los pollos le recibieron con una buena lluvia de carpas,
barbos y ranas que vomitaban al excitarse con su presencia. Sobre esta
costumbre, reacción defensiva, de las garzas, pueden contar mucho los
ornitólogos dedicados al anillamiento de estas especies que, frecuentemente,
reciben sobre sí esta masa de pescado casi siempre maloliente que los pollos
les arrojan al subir a los nidos o al cogerlos. Los pollos están
cubiertos con un plumón pardo oscuro en la cabeza con puntos blancos en el
extremo de unas como cerdas y que les dan la apariencia de poseer una
cresta. El resto del plumón es pardo pálido y las partes inferiores blanco
cremoso. Los jóvenes dejan el nido
a las 3 ó 4 semanas, pero aún no vuelan hasta que tienen mes y medio de
vida. En algunos casos se ha comprobado una segunda puesta. Los jóvenes que
no vuelan aún, son muy ágiles saltando entre las ramas de los árboles y
arbustos, pero no pierden de vista su nido y a él vuelven para dormir. El
Martinete Común se reproduce en Europa en la Península Ibérica, es local en
Francia, Holanda, Polonia, Italia y abunda más en los Balcanes y Eslovaquia,
sur de Rusia y hacia el Este por Asia hasta el Japón. En África del Norte se
extiende desde Marruecos hasta Túnez. También en Egipto. En la Península
Ibérica se ha extendido de forma notable, situación que viene a paliar un
poco el descenso sufrido en su densidad cuando se comenzaron a desecar
lagunas y marismas y la captura de jóvenes dejaba los nidos vacíos. Aquí es
pájaro eminentemente estival que llega, como ya dije, en el mes de marzo.
Algunas colonias están muy localizadas en determinados lugares en los que
nunca se pudo pensar que la especie anidaría. Sin embargo, existen otros en
los que reuniendo en apariencia buenas condiciones para la nidificación ésta
no se produjo o lo fue en una cantidad muy exigua (delta del Ebro),
Maluquer, 1960. Varias de las colonias ibéricas están localizadas en las
riberas de charcas y lagunas situadas en fincas particulares donde sus
propietarios ejercen una segura protección, aunque muchos pescadores
consideran a este pájaro como un gran competidor. Falta completamente en el
norte de Iberia y en las islas Baleares. Sobre su presencia en Guipúzcoa se
incluye aquí la nota publicada sobre su status allí (Noval, 1967): «De paso
en primavera (marzo). Paso otoñal regular en agosto y septiembre. Existen
varias capturas. Una en Rentería en marzo y otra en el mismo mes en
Astigarraga. Bien observado. Aldaz (1918) lo consideraba en Guipúzcoa como
de paso y muy raro. En la colección Larrinúa del Museo de San Telmo, en San
Sebastián, existe una piel de Martinete Común. La mayor concentración de
martinetes en Iberia está en las marismas del Guadalquivir, pero en el
Sudoeste de la Península existen también otras buenas colonias de esta
garza. El Martinete Común es un
notable migrador, pero la captura de muchos jóvenes en lugares distantes y
sobre todo fuera de toda posible ruta migratoria constituye un verdadero
jeroglífico para los ornitólogos. La dispersión posgenerativa afecta a casi
todos los jóvenes del año que aparecen a muchos kilómetros al norte de sus
colonias de cría. Bernis señala que en las colonias andaluzas se registra
una clara tendencia a volar hacia el Noroeste produciéndose frecuentes
recuperaciones que llegan hasta el norte de Portugal En otras colonias
europeas la tendencia es hacia el Sudoeste. Para añadir más confusión a esta
situación se citan algunas recuperaciones de aves españolas anilladas. Un
Martinete Común anillado como pollo en la laguna del Taray (Toledo) en junio
de 1962, fue capturado en agosto del año siguiente en Bulgaria, nada menos
que a 2.300 km al este de su lugar de nacimiento. Otro anillado como pollo
en el Coto Doñana en junio de 1962 fue capturado en Trapani, Italia, en mayo
del siguiente año. Nuevamente en El Taray (Toledo) fue anillado como pollo
un Martinete Común en junio de 1963, que resultó muerto en la isla de Malta
en abril de 1969. Otro, también anillado en El Taray como pollo en mayo de
1964, fue muerto en Ardéche (Francia) en abril de 1972 y otro más, anillado
en la Albufera valenciana en mayo de 1970, fue encontrado muerto en Córcega
en mayo del siguiente año. Como se ve, no todos los martinetes que se
dispersan lo hacen a poco de abandonar el nido. Muchos parecen demostrar una
frecuente colonización lejana. Sobre estos casos no raros de sorprendente
dispersión y alejamiento de sus lugares de nacimiento, se sobrepone una
regular migración de gran parte de la población europea hacia el Sudoeste y
Sur. Existen numerosas recuperaciones de martinetes anillados en Iberia,
Francia, Hungría, etcétera, en países africanos de África occidental. Uno
anillado en El Taray como pollo en junio fue recuperado en febrero del
siguiente año en el Senegal. Entre el buen número de
recuperaciones de martinetes anillados, realizada en Iberia, se citan dos en
pleno invierno, una en Santander, en febrero, y otra en Zaragoza, en
diciembre, y que Bernis considera como de fechas dudosas. Sin embargo, la
observación de martinetes durante todo el invierno en algunas colonias de
diferentes lugares de la Península hace pensar, no sólo en la presencia de
numerosos invernantes, sino en la probabilidad de que exista una exigua
población de aves sedentarias. Los ornitólogos aragoneses Aragüés, Bielsa y
Lucientes (1974), pudieron comprobar que en la colonia de martinetes
establecida en La Alfranca (Pastriz, Zaragoza), había adultos y jóvenes
durante todo el invierno de 1972-1973, observándolos allí
ininterrumpidamente desde septiembre hasta marzo, bien en la misma colonia o
volando hacia el río Ebro. Incluso un ejemplar inmaduro fue capturado en
enero. Moreau (1972) estima que
es más abundante en migración primaveral a través del Magreb que durante el
otoño. Probablemente esto se debe, según su opinión, a que después de la
reproducción sobrevuela estos países hasta alcanzar los límites del Sahara. |