Emberiza cia Muy escondedizo es el
Escribano Montesino Emberiza cia. Pero en la Península Ibérica se
halla ampliamente distribuido y aunque su densidad no es alta en ninguna
parte, resulta ser un pequeño pájaro de canto débil, agradable y plumaje
inconfundible Ambos, macho y hembra, poseen la cabeza de color gris pálido,
así como los carrillos, la garganta y parte del pecho. Desde la base del
pico parte una ancha raya negra que atraviesa los ojos y llega hasta la
nuca; un poco más abajo nace otra raya más estrecha, negra también, que
empezando como una bigotera se curva y bordea por debajo los carrillos.
También el pileo está rayado de negro. Entre éste y la raya del ojo queda un
espacio blanco grisáceo muy conspicuo, aun viendo al pájaro a distancia. Las
partes superiores, espalda y dorso de las alas, son pardo acastañadas
bordeadas de blanco en las plumas cobertoras que forman así como una lista
blanca y todas están muy rayadas de negro. Las partes inferiores tienen
color castaño ocráceo o pardo anaranjado, el obispillo es castaño sin rayas
y la cola, marrón negruzca, tiene manchas blancas en las dos rectrices
exteriores de cada lado. Las hembras pueden ser distinguidas en la mano por
tener los flancos ligeramente rayados y algunos puntos oscuros en el pecho y
si se comparan ambos sexos juntos, se aprecia en seguida que el color negro
de las rayas de la cabeza es más intenso en los machos. Harrison (1967)
considera que además de este tipo general de plumaje en las hembras existe
una forma escasa de hembras con el plumaje predominantemente pardo. Los jóvenes se parecen
mucho a los del Escribano Cerillo pero tienen las partes inferiores muy
distintivamente teñidas, de beige anaranjado. Habita con preferencia en
zonas montañosas, con rocas aflorando en praderas de montaña, brezales,
laderas con arbustos dispersos; en la Cordillera Cantábrica como el Cerillo
hasta el límite de la Genista y más arriba. También en canteras abandonadas,
cortados pendientes y pedrizas sobre ríos de montaña, a condición de que
existan arbustos y zonas soleadas. De costumbres muy discretas y normalmente
escondedizo, es, sin embargo, fácil de observar durante la época de la
reproducción. Los machos se posan al descubierto sobre la rama alta de
cualquier arbusto, incluso en líneas de conducción eléctrica y alguna vez en
árboles pequeños. Desde allí emiten su débil canto que recuerda al del
Acentor Común Prunella modularis, pero quizá menos rico en notas un
¡¡siu-siu-síu, tsi-tsi-tsi, sirrr!! breve y más rápido. Cuando camina por el
suelo o se oculta entre una mata, ambos, macho y hembra, lanzan
continuamente un corto ¡¡tsit!! Aunque es un pájaro tímido, la presencia
cerca de su nido de un intruso no le obliga a volar lejos y casi siempre
permite la aproximación hasta 4-5 metros. En primavera las parejas se hallan
muy dispersas, aunque no es fácil poder determinar su densidad. A partir de
septiembre descienden de nivel y se agrupan en pequeños bandos,
permaneciendo, unos cerca de sus zonas de reproducción, incluso en campos
costeros y probablemente emigrando hacia el Sur otros, quizá los más
jóvenes. Vaurie (1959) distingue para la Península Ibérica dos razas.
Emberiza cia cia que además de zonas montañosas europeas, ocupa la mayor
parte de Iberia, siendo sustituida en el Sur por Emberiza cia africana
que tiene el plumaje notoriamente más pálido por encima y también debajo y
es fácil de diferenciar aún en el campo por poseer la franja superciliar de
color blanco puro, no gris claro. Esta se extiende por el norte de Africa,
pero es allí muy ligeramente más oscura que en Andalucía (forma tipo en
Sierra Nevada). El Escribano Montesino se
reproduce en el sur y este de Francia, Suiza, sur y oeste de Alemania.
También en Italia, Grecia, los Balcanes y por los Montes Cárpatos llega
hasta Checoslovaquia y norte de Hungría. En la Península Ibérica ocupa
lugares apropiados de todo el país y es especie bien conocida y en las
cordilleras llega a ser numeroso. Este pájaro empieza a ser notorio en la
montaña a partir de abril, que es cuando ya muchos machos cantan en el
territorio elegido para criar. Aunque de forma más esporádica se les oye
cantar en agosto y sólo ocasionalmente en octubre. En invierno se mantienen
silenciosos. Su celo es difícil de
detectar antes de los últimos días de abril. Este suele ser evidente en los
primeros días de mayo. Pronto las hembras están atareadas, construyendo un
nido sencillo en el suelo, casi siempre al abrigo de una piedra o más a
menudo, bajo una mata. Los nidos están construidos a base de hierba seca y
pequeños tallos de Erica, junto con alguna cantidad de musgo y el interior
bien forrado de crines y raicillas. Las puestas normales suelen ser de 4
huevos, alguna de 5 y se citan también algunas de 6. Su color es blanco
sucio con muchas rayas finas y dibujos de color oscuro, casi siempre marrón
achocolatado y algunos puntos grises y rojizos. Muchos huevos tienen el
extremo más ancho muy intensamente manchado de pardo rojizo. Jourdain, Bau y
Rey, dan para 86 huevos medidos un promedio de 20,63 x 16 mm. con un máximo
de 23,3 x 16,5 mm. y un mínimo de 19,5 x 15,5 mm. Para 8 huevos medidos en
Portugal, Pizarro D'Almeida obtuvo un promedio de 19,5 x 14,7 mm. Sólo la
hembra incuba y a los 12-13 días nacen los pollos que son muy parecidos a
los del Cerillo, cubiertos parcialmente de plumón gris humo, pero con el
interior de la boca rosa amarillento. Ambos adultos los alimentan con
insectos llevando en el pico muchas orugas pequeñas, y también arañas. A los
10-13 días salen del nido y se esconden entre los pequeños arbustos, no
volando antes de los 16-18 días hasta un matorral. Invariablemente dos crías
cada primavera son normales en toda la Cordillera Cantábrica. La segunda en
los primeros días de julio, pero no rara vez entre los días 2 y 9 de julio
hay pollos emplumados en los segundos nidos. Todos estos detalles han sido
bien comprobados y realmente sin gran dificultad. Aunque su alimentación
básica es vegetal, probablemente un 80 por ciento del total de la dieta
invernal, en primavera también captura numerosos insectos y en la práctica
pocas semillas y frutos silvestres debe consumir. En los campos leoneses
próximos a la Cordillera Cantábrica, los pequeños saltamontes son una de sus
presas favoritas. Como la especie cría en
el norte de Africa, es difícil determinar en qué proporción pueden los
escribanos montesinos europeos atravesar el Mediterráneo para invernar en
Africa, si es que se puede considerar que existe verdadera migración. En
España se habían anillado hasta 1972 solamente 457 montesinos, una exigua
cifra para obtener resultados que permitan establecer un status invernal más
completo de los Emberiza cia ibéricos. |