Curruca Zarcera

Sylvia communis

Cuando el macho de la Curruca Zarcera Sylvia communis lanza desde el tope de un arbusto su corto y como apresurado canto, pocas personas la identifican como un gran migrador que acaba de llegar de las lejanas tierras africanas del Sahel. Observada desde lejos, destaca en seguida el color blanco puro de su garganta frente al gris de la cabeza y el pardo claro de la espalda. El borde de las plumas secundarias de las alas y las cobertoras tienen un matiz pardo rojizo o castaño rojizo muy visible que forma como una mancha sobre las alas. El pecho y los flancos son beige matizados de rosado. La cola es larga y de color marrón o pardo oscuro y la pareja de rectrices exteriores tienen bordes blancos muy visibles.

La hembra tiene la cabeza de color pardo claro, no gris; el pecho y los flancos carecen de tonalidad rosada, salvo en hembras viejas que poseen un ligero tinte rosáceo en los flancos; el color blanco de las rectrices exteriores de la cola no es tan limpio. Sin embargo, hay que matizar un poco más puesto que se observan hembras que no reúnen estos caracteres. Sucede muy a menudo que algunas tienen en el píleo un tinte grisáceo cuando llegan en el mes de abril y en el pecho se nota un acusado tono rosa que desaparece pronto en junio. Mejor distinción entre los sexos puede ser que el color gris de la cabeza de los machos llega hasta debajo de los ojos y que éstos, rodeados de un anillo blanquecino, quedan así muy destacados. Su color es variable desde el pardo amarillento hasta el verde oliváceo. El pico es gris o pardo grisáceo con la base de la mandíbula inferior azulada. Los tarsos y los pies son de color pardo claro.

Los jóvenes se parecen a las hembras, pero tienen las partes superiores generalmente más oscuras, con los flancos y el pecho también más oscuros y nunca con el tinte rosáceo de los adultos. Las rectrices exteriores de la cola no son nítidamente blancas, sino grisáceas.

En conjunto es una curruca de cuerpo delgado, ágil en sus movimientos, de gran inquietud, volando de un matorral a otro, posándose a menudo al descubierto y mostrándose a veces extraordinariamente mansa, de forma que permite al observador contemplarla a corta distancia. Resulta inconfundible cuando posada en la rama extrema de un arbusto eleva las plumas del píleo dándole aspecto crestado e infla las de la garganta, lo que le ha valido el nombre popular no sólo en varios países europeos sino en nuestras propias regiones.

Su vuelo es ágil, pero errático a veces y siempre como a sacudidas, calándose inmediatamente en el fondo de la vegetación. Vuela a baja altura siguiendo la línea de los arbustos y pocas veces intenta el vuelo directo en amplios espacios. Cuando lo hace no se distingue de otras currucas trazando prolongadas ondulaciones. No rehuye permanecer al exterior por bastante tiempo en días soleados, pero es escondediza y de costumbres muy reservadas en tiempo nublado o lluvioso. Resulta difícil determinar el número de parejas que viven en una zona. Muchos días parece como si todas las zarceras hubieran desaparecido y al siguiente salen por doquier. Al moverse tan inquietamente, cantando hora aquí, hora allí, hace complicado para el observador el establecer su territorio y encontrar el nido. Normalmente se la ve solitaria y rara vez en grupos anoser a finales del verano. Incluso es difícil observar la pareja junta.

Es un pájaro de campo abierto con arbustos, matorrales, setos, árboles dispersos, espineras, tojares, etc.; también en claros y linderos de bosques, páramos de costas y montañas, vegetación arbustiva que bordea campos cultivados y playas. Localmente ocupa bordes de carreteras y caminos y sobre todo alcanza una mayor densidad en laderas cubiertas de monte bajo y tojar.

La Curruca Zarcera canta agradablemente, aunque hay que admitir que no es un gorjeo muy musical. Es breve, rápido e inesperado. Da siempre la impresión de que se queda a medias y que faltan estrofas, del mismo modo que sucede con el Colirrojo Real Phoenicurus phoenicurus. Tucker es capaz de expresarlo así: ¡¡chichiuichichiuichu-chiuichu!! Sin embargo, está más cerca de un gorjeo apresurado y corto en el que hay que introducir alguna sílaba ¡¡cherritchout!! como hace Georoudet (1954). Canta posado en la rama de un arbusto al descubierto, en el interior de un matorral fuera de la vista y también en vuelo de manifestación de celo. Este sobre todo en el mes de mayo. El pájaro vuela desde cualquier sitio y elevándose algo más de lo que en él es normal con alas bien desplegadas y el píleo erizado, levanta la cola y lanza su rápida. Su duración: 1,5-3 segundos y audible exactamente con tiempo en calma hasta una distancia de 230 metros en línea de campo con árboles y matorral y 300-340 metros en línea de praderas y en las excepcionales condiciones acústicas de una ladera. En mayo-junio repite su canto en las horas centrales de la mañana (10-12 solares) 7-11 veces por minuto (Tucker, 7-12 veces). Esta Papoxa como se llama en Asturias a tan agradable pájaro de la campiña, efectúa a veces un vuelo danzante sobre el tojar y repite su canto varias veces alargándolo inusitadamente, de forma que por un momento se cree estar ante un gran cantor. Posado sobre los cables del tendido eléctrico que bordean la carretera, su canto tiene aún mayor alcance. En los últimos días de julio pocas son las currucas zarceras que lanzan al aire sus estrofas. Unicamente entonces se escucha un dulce ¡¡uit-uit-uit!! en el interior del matorral cuando probablemente los adultos tratan de agrupar a los jóvenes, aunque este sonido también se escucha cuando en los primeros días de mayo machos y hembras ya se han emparejado. Si descubren al visitante lanzan su áspero y común con otras currucas ¡¡tek-tek!! de alarma.

No es tan aficionada como otras currucas a comer frutos silvestres, pero se ve muchas veces hacerlo así. Sin embargo, los insectos y sus larvas constituyen la mayor parte de su dieta alimenticia. Coleóptera, Lepidóptera, Hymenóptera, Diptera, Hemíptera, etc., por este orden, parecen estar en un 85 por ciento en el total de la dieta. También atrapa muchas arañas y orugas verdes con las que ceba con preferencia a los pollos.

La representación del cortejo nupcial de la Curruca Zarcera es relativamente fácil de observar. La excitación del pájaro nos llama pronto la atención. En esta situación no repara en nosotros y vemos sus continuos vuelos alrededor de un lugar donde sin duda está la hembra, «subiendo lateralmente», cantando con más apresuramiento que normalmente lo hace y elevando las plumas del píleo para repentinamente calarse en la vegetación y reaparecer un poco más lejos, esta vez llevando en el pico un trozo de hoja o hierba. Con los prismáticos se descubre a la hembra posada casi cerca del suelo al que se baja como a recoger algo, volviendo a su posadero, pero dejando al macho toda iniciativa de mostrarse ante nuestros ojos. También ella tiene el píleo erizado y las plumas de la espalda se elevan a la vez que, con las alas entreabiertas y temblándole todo el cuerpo, hace frente al macho cuando éste se posa cerca sin dejar de cantar.

La nidificación en Iberia es variable en su comienzo. La mayor parte de los pájaros nativos se establecen tarde. Muchos ya lo hacen a primeros de mayo, pero hay extensas zonas de montaña y en el Sur donde ésta se retrasa. Los machos a poco de llegar comienzan a hacer un somero nido o cimiento solamente. Cuando las hembras llegan, una semana más tarde, no suelen tener hecho más que uno, pero inesperadamente aceleran la operación y en pocos días construyen dos nidos más que con frecuencia dejan casi completos. Sin embargo, posiblemente, la hembra no escoge ninguno y junto con el macho comienzan uno nuevo. Esto se deduce de la cantidad de nidos de macho abandonados y recién hechos que encontramos en mayo en el territorio ocupado por Sylvia communis. Jourdain estima que algunas veces la hembra adopta uno y lo forra por dentro; otras construye uno nuevo ayudada por el macho. Esto opina Howard en quien hay que admitir un poder de observación fuera de serie y un conocimiento de la especie todavía mayor. Dice Howard: «Durante este período el macho se ocupa en construir un nido, algunas veces dos y aún tres, que usualmente no completa, aunque en algunos casos la hembra ayuda en la construcción del tercero que eventualmente puede ser utilizado para la puesta.» El período a que se refiere Howard no está claro si es durante el cortejo, ya los pájaros emparejados o antes de la llegada de la hembra al territorio del macho. Llegadas ocasionales en marzo se producen, sin duda. Primera observación en Asturias: 18 de marzo de 1976. Pero esto no es normal en el Norte. Howard estima que las hembras arriban a los territorios detentados por los machos unos 12 días después y la construcción del nido definitivo comienza inmediatamente o pocos días después. Una hembra que mantuvo bajo observación llegó el 1 de mayo al territorio. Para esa fecha el macho tenía construido un nido. Siete días después el macho se ocupaba de construir otro nido que tampoco terminó y por fin el 9 de mayo ambos, macho y hembra, comenzaron juntos a construir otro que fue el definitivo y en el que la puesta comenzó el día 11.

Normalmente las primeras puestas son iniciadas a partir de la segunda quincena de mayo. El nido es profundo y bien hecho con hierba seca y raicillas. El forro interior tiene casi siempre pelo negro y plumón o lana.

Está situado a poca altura sobre el suelo y hay de todo. Algunos tan a la vista que parece imposible que puedan mantenerse sin ser depredados y otros cuidadosamente ocultos en el fondo de matorrales o setos espesos. Probablemente una altura media sea 20-30 cm. Nidos a mayor altura han sido encontrados también y ocasionalmente en el suelo. Cada puesta consiste normalmente en 4-5 huevos de cáscara lisa y brillante con una coloración tan variable que resulta difícil dar aquí patrón eficaz para la identificación. Los hay azules o verdes, muy pálidos ambos colores y siempre manchados con puntos de tonos oliváceos, pardos, beige, grises, etc. Algunos moteados muy densamente, otros con punteado más esparcido por toda la superficie y hay ocasionalmente un huevo de color blanco en algunas puestas. La mayoría de los vistos en Iberia tienen la cáscara amarillenta o grisácea y el moteado está muy uniformemente repartido. En todas las puestas hay uno con menos punteado. Jourdain para 100 huevos colectados en Gran Bretaña obtuvo un promedio de 18,58 x 13,98 mm. con un máximo de 20,8 x 14,5 mm. y un mínimo de 16,1 x 13,4 mm. Verheyen para Bélgica da una media de 18,2 x 14 mm. en 100 huevos allí recogidos. Sensiblemente las mismas medidas se obtienen en los países europeos y D´Almeida para 12 huevos colectados en el norte de Portugal encontró un promedio de 18 x 14 mm. con extremos de 17 a 18,7 x 13,7 a 14,6 mm.

Ambos adultos se alternan en la incubación durante 13 días (11-12 días, Jourdain, Harrison, Verheyen, etc.). Los pollos al nacer no tienen plumón y el interior de la boca es rosa con bordes amarillos, dos puntos oscuros en los lados de la lengua y dos marcas oscuras en el extremo de la misma. Los dos adultos los alimentan pico a pico y a los 10-12 días dejan el nido si no son molestados, pues de lo contrario a los 9 días son capaces de saltar fuera y esconderse entre la vegetación. Dos crías en la temporada son normales.

Sylvia communis tiene una amplia distribución en Europa y es en todo el Continente uno de los pájaros más abundantes, faltando únicamente en Islandia y la mitad norte de Fenoescandia. En la Península Ibérica posee una mayor densidad en el tercio Norte donde se reproduce a todos los niveles desde campos costeros hasta páramos de alta montaña, pero normalmente no muy por encima de 1.500 metros. Sin embargo, en el Centro, Levante y Sur de Iberia falta en zonas bajas y la mayoría de las escasas parejas que están distribuidas localmente crían en montañas. No se reproduce en Baleares y las citas antiguas no parecen admisibles.

La Curruca Zarcera es especie netamente migradora que llega a la Península Ibérica en abril y primeros días de mayo. Algunas arriban ya en la última decena de marzo y su paso a través de Iberia en estas fechas tempranas es verdaderamente ocasional. La gran llegada de migrantes comienza a producirse del 15 de abril en adelante. Sylvia communis participa en las grandes «caídas» de migrantes que se observan en Guipúzcoa y en general en todo el País Vasco en los últimos días de abril o primeros de mayo. En el norte de Africa, Payn (1938) la observa en los alrededores de Tánger ya a partir del 23 de marzo.

El paso otoñal se aprecia en la costa Cantábrica algunos años en los últimos días de julio, pero no hay una clara muestra de él hasta el 20 de agosto. A partir de esta fecha el paso es intenso y se mantiene durante todo el mes de septiembre y los primeros días de octubre. Este paso se nota bien en toda la franja costera de Galicia y Portugal y menos en zonas de monte bajo del interior, donde, sin embargo, posiblemente lo hay, pero se ve menos. En los tojares de la provincia de La Coruña ya se observan a partir de la mitad de agosto. Mead (1975) captura en un solo día (3 de septiembre) 50 Sylvia communis en Distriz (Lugo), sin duda en migración. La mayor parte de estas currucas se concentran en el extremo sur de Portugal y en vuelo sobre el Atlántico alcanzan la costa occidental africana. Muchas son presa habitual en Mogador de los halcones de Eleonor que crían allí (Vaughan, 1961). Algunas ya están allí a partir del 10 de agosto y siguen la línea costera hasta Mauritania. Un registro de gran interés es el citado por Bannerman (1954) sobre 20 currucas zarceras, cuyos cuerpos mutilados fueron encontrados por Cott en septiembre en el islote Roque del Este al norte dé Lanzarote (Islas Canarias) presumiblemente muertas por los halcones. Para Bannerman este hecho asegura un considerable paso de currucas mar afuera de la costa occidental africana. Además hay que considerar asimismo que a través del Sahara muchas alcanzan Timbuktú (Mali), ocupando en invierno toda la extensa zona del Sahel africano.

Las currucas que atraviesan Iberia proceden de los países de Europa Occidental comprendidos entre 0° y 10° E. Como resultado de las recuperaciones de las anilladas, Zink (1973) pudo determinar que por lo menos el 70 por ciento de currucas zarceras migran en el otoño hacia el Sudoeste mientras que el 75 por ciento de las anilladas en países comprendidos entre los 10° y los 20° E. seguían una dirección que estaba entre el Sur-sudoeste y el Sur-sudeste. De este modo la travesía del Sahara se hace en un amplio frente que va desde la costa Atlántica hasta el Sudán. Moreau (1972) calculando sobre las bases, ahora diferentes como luego veremos, de que en Gran Bretaña hay 4,5 parejas por km. cuadrado y en Finlandia 2 parejas por km. cuadrado, estima que la población que se dirige a Africa cada otoño puede alcanzar cantidades muy elevadas de currucas zarceras. Allí ocupan la estepa de acacias y la savanna desde Mauritania hasta la República del Africa Central, pasando por Senegal, Gambia, Mali, Alto Volta, Níger, Tchad, Nigeria, Dahomey y Togo.

Sylvia communis era realmente un pájaro muy abundante en todos los países de Europa Occidental hasta 1968. A partir de este año, los ornitólogos comprobaron con estupor que la llegada en las primaveras siguientes fue muy escasa y la reducción podía alcanzar en países como Gran Bretaña hasta el 80 por ciento de la población anterior. Berthold (1973) señala que en el observatorio de pájaros de la isla alemana de Helgoland en la primavera de 1969 solamente fueron capturados para anillamiento 77 Sylvia communis contra las 614 capturadas en las mismas fechas de 1968. Como la disminución de efectivos continuó durante los años siguientes (Winstanley, Spencer y Williamson, 1974) analizaron detenidamente las posibles causas, estudiando la incidencia de factores meteorológicos durante la migración, la contaminación por productos tóxicos utilizados masivamente en la agricultura africana para combatir la langosta y otras plagas y las condiciones ecológicas reinantes en la amplia zona de Sahel donde esta especie inverna. Para ellos hay poca duda de que la posible causa de esta disminución de poblaciones que también afecta a otras especies, aunque no en tan alto grado, es la gran mortalidad provocada en los cuarteles de invierno del Oeste africano entre los 12° y los 18° N. donde una terrible sequía continuada rompió el equilibrio biológico ya de por sí muy inestable. La carencia de lluvias transformó el paisaje en aquellas zonas totalmente y 7 años consecutivos con precipitaciones a un nivel del 25-37 por ciento por debajo del normal, produjo una verdadera catástrofe en los pájaros, aunque esto sería de menor importancia si consideramos que la situación afectó más a la población humana. La alta mortalidad de Sylvia communis fue debida, sin duda, a la reducción de alimento basado en frutos silvestres de Moeru y Salvadora, carencia de agua y también de cobertura vegetal como refugio. El período más crítico pudo haber sido hacia el final del período de invernada cuando los pájaros, necesitando acumular grasa para volar sobre el Sahara, no alcanzaban a encontrar suficiente alimento para subsistir.

La población Ibérica de Sylvia communis no sufrió en tan gran medida los efectos de esta sequía. Puede esto interpretarse como que las currucas zarceras ibéricas ocupan cuarteles de invierno más al occidente, probablemente en zonas próximas al Atlántico donde la sequía no ha sido tan grande, y únicamente nuestra población estará sometida a las vicisitudes que suponen volar sobre el mar y el Sahara Occidental donde, como sabemos, repentinos vientos pueden envolver y destrozar una gran masa de migrantes.