Chova Piquigualda Pyrrhocorax graculus La Chova Piquigualda
Pyrrhocorax graculus tiene el plumaje negro, menos azulado en el cuerpo
y sin el tono verdoso que se aprecia en las alas y la cola de la Chova
Piquirroja. Las patas también
son rojas y el pico, más corto, es amarillo y
no está tan curvado. Los jóvenes tienen el plumaje negro humo y las patas
son negruzcas. Especie más montañera que
la otra Chova, no se la ve en zonas bajas a no ser con situaciones
extremadamente frías y con intensas nevadas. Vive en la Cordillera
Cantábrica, donde es muy abundante, y en los Pirineos. Vuela con fuerza y
boyantemente, planeando a intervalos y elevándose hasta grandes alturas a
mucha velocidad, aprovechando las corrientes de aire. Sus vuelos acrobáticos
son espectaculares puesto que siempre son efectuados por un grupo de pájaros
a la vez, aunque cada uno realiza un ejercicio diferente. Cuando ambas
especies de Chova se ven a lo lejos es prácticamente imposible
diferenciarlas a no ser que puedan ser escuchadas. Su silueta de vuelo con
alas anchas, redondeadas y la cola también redondeada es inconfundible. Su
vuelo no es tan pesado como el de los demás córvidos, batiendo las alas a
intervalos regulares y alternando con planeos. Muchas veces se lanza desde
gran altura en picados impresionantes con las alas medio plegadas junto al
cuerpo y desde lo alto se las ve penetrar en una estrecha grieta con gran
precisión. Pasan de la luz solar más intensa a la oscuridad más absoluta
dentro de una cueva donde tienen el nido o está situada la colonia. Su voz es característica
e inconfundible, un silbido agudo y penetrante ¡¡tsíuuu!! que se escucha a
gran distancia, aun antes de poder distinguir al pájaro. Normalmente lo
emite en vuelo, pero también desde cualquier posadero de los cortados y
paredones verticales. Por su especial conducta y abundancia, la Chova
Piquigualda es muy gregaria incluso en época de cría, comiendo varias
parejas juntas en un campo y volando en días claros y despejados un grupo
numeroso de machos mientras en la colonia las hembras incuban. Estas vuelos
continúan durante toda la reproducción y en él participan también las
hembras cuando los pollos han comenzado a emplumar. En zonas próximas a
bosques capturan muchos insectos, en especial escarabajos de San Juan
Melolontha melolontha y ciervos volantes Lucanus cervus. En los
campos persiguen a los saltamontes y rebuscan en la tierra presumiblemente
lombrices. En la Cordillera
Cantábrica se pueden ver, sobrevolando las más altas cimas, grupos de chovas
que inesperadamente descienden en picado al suelo y todas se ponen a comer
entre la hierba que queda al descubierto en los prados de alta montaña.
Muchas veces al verlas posadas en grandes grupos parece como si estuvieran
jugando, tantos saltos, carreras y picotazos dan. El nido de esta especie
es construido de la misma manera que lo hace la piquirroja. Normalmente en
cuevas y grietas muy profundas (hasta 40 metros y más dicen que los hay en
los Picos de Europa). El interior del nido difiere, pues mientras una
especie (piquirroja) lo forra de lana, la otra (piquigualda) prefiere hierba
seca muy fina. Algunos nidos son instalados en desvanes y tejados de casas
de alta montaña y en otras construcciones como casetas de teleféricos, etc.
Suelen ser muy voluminosos con 50 cm. de diámetro y hasta 30 cm. de altura. Los huevos tienen color gris claro con manchas irregulares
pardas y otras más tenues violáceas. Las puestas son dejadas a partir de la
mitad de mayo. Las medidas de los huevos oscilan entre 38,3 x 28,4 mm. y 36
x 24 mm. (Voisin, 1964, 1968). Los pollos nacen con intervalos de varios
días, lo que indica bien claramente que la hembra empieza a incubar antes de
completar la puesta. Al nacer tienen muy poco plumón, sólo sobre la cabeza y
las alas. La cavidad bucal es rosa claro los primeros días, amarilla después
y negra en los adultos. Las patas son negras en los jóvenes hasta la
primavera siguiente al nacimiento en que ya son rojo coral. La Chova Piquigualda es
muy numerosa en las montañas del norte Peninsular. En otoño forma grandes
bandos que impresionan y hacen pensar que las parejas que se reproducen
pueden ser muchos millares. Por todas partes se escuchan sus gritos, muchas
veces parecidos a los del Estornino Sturnus vulgaris
Casi todo el verano y parte del otoño permanece a gran altura, pero a la
llegada del invierno la nieve las empuja más abajo y entonces frecuentan las
cercanías de cabañas y los poblados de montaña. Bandos numerosos cubren la
campiña cerca de los pueblos de Sotres, Bulnes y Camarmeña en los Picos de
Europa. En toda la región Cantabrica la especie es bien conocida y los
dichos populares sobre sus movimientos invernales son numerosos. Jesús
Elósegui escribe que en Navarra y en el Pirineo central hay enormes bandos
en el valle del Esca (1.000 individuos) que recorren toda la zona del
Pantano de Yesa. Hasta finales de abril no desaparecen de allí. En el
Pirineo central vió en otoño un bando de más de 5.000 chovas. Para él
Pyrrhocorax graculus es más abundante en laderas orientadas al Norte,
mientras Pyrrhocorax pyrrhocorax prefiere orientación Sur. Cerca del
Santuario de Aránzazu (Guipúzcoa) los bandos de chovas piquigualdas son
abundantes y en la campa de Urbía pueden verse muchas en el otoño e
invierno. En mayo suben a la sierra entre Aloña y Aizgorri donde anidan en
las simas. |