Scolopax rusticola El color general del
plumaje de la Chocha Perdiz Scolopax
rusticola es el pardo rojizo con partes beige amarillentas o anaranjado
ocráceo y resulta ser uno de los más miméticos que existen en el mundo de
los pájaros, confundiéndose de tal manera con su entorno de hojas y helechos
secos que, aunque se esté mirando el lugar donde la Chocha está posada en el
suelo, cuesta trabajo llegar a distinguirla. Vista al atardecer, volando
sobre las copas de los árboles o cuando es levantada repentinamente del
suelo de un claro del bosque o al pie de un árbol con un zurrido
característico, la primera impresión es la de un pájaro oscuro de alas
redondeadas y relativamente cortas lo mismo que la cola y el pico
extrañamente largo y estoy por decir que una de las causas de que no parezca
abundante en ningún sitio, probablemente la tienen por un lado sus
costumbres crepusculares y por el otro el que muchas personas confunden su
silueta en la escasa luz del atardecer o al alba con la del vulgar Cárabo
Strix aluco. Las chochas adultas
tienen en la parte superior de la cabeza y en la nuca unas manchas
transversales anchas y negras que descienden un tanto por la parte posterior
del cuello y que destacan mucho sobre el fondo beige amarillento del resto
de las plumas de la cabeza. La variación en la tonalidad del color es
grande, pero un patrón general podría establecerse diciendo que las partes
superiores que incluyen la espalda, obispillo y dorso de las alas, son una
mezcla abigarrada de castaño rojizo, pardo, amarillento, gris y negro. Los
lados del cuello y la amplia frente tienen color ocráceo claro y desde la
base del pico hasta el ojo hay una muy conspicua mancha alargada negruzca.
El pecho, los flancos y parte del vientre son ocráceo claro o beige
densamente rayados de color pardo oscuro formando pequeñas ondulaciones; el
mentón y la parte superior de la garganta tienen color blanco punteado de
sepia; en los lados de la garganta y laterales del cuello hay tonos
ligeramente violáceos. La cola es corta y redondeada y las 12 rectrices que
la forman son negras con las puntas grises por encima y blancas por debajo.
Las puntas de estas rectrices, deben tener una función de atracción, bien
hacia la hembra o ésta tratando de fijar en ella la atención de un
depredador cuando eleva la cola casi verticalmente y la despliega en
abanico, girando a la vez el cuerpo para ponerla bien de manifiesto. En el
plumajes de este pájaro las manchitas anguladas castañas de la «bandera» de
las rectrices, varían mucho en el tono de la coloración e incluso en su
forma de unos pájaros a otros; en las «barbas» interiores apenas son
perceptibles. El plumaje de adultos lo adquieren por una muda completa Una de las
características que más llama la atención en la morfología de la Chocha
Perdiz, es la forma angulada o triangular de su cabeza con el vértice en el
píleo y siendo la frente una como rampa casi plana, detalle que se aprecia
más al ver al pájaro vivo y echado en el suelo y que es ocasionado por la
gran altura del cráneo. Los ojos están colocados muy atrás y hacia arriba,
permitiéndole esta singular posición un campo de visión extraordinario. El
pico es muy largo y recto, relativamente débil, blando y muy sensible. La
mandíbula superior tiene el extremo redondeado y curvado hacia abajo,
mientras la inferior es más fuerte y menos flexible. Ambas en la base son
anchas y se estrechan considerablemente hacia el extremo. La parte final de
la mandíbula superior es blanda y en ella terminan una multitud de nervios
que la hacen muy sensible y que sin duda sirve al pájaro como sentidos del
gusto y el tacto. En la piel que la recubre se notan bien unas rugosidades
cuando el pájaro está vivo, que desaparecen paulatinamente en cuanto muere
al faltarles el riego. Además de sensible, el final de la mandíbula superior
es tan flexible que permite a la Chocha levantarlo hacia arriba a voluntad,
facilitándole de este modo la extracción de gusanos e insectos en la tierra
húmeda. Su color es en general carnoso y pardo oscuro hacia la punta. Las
patas y los pies son grisáceos y en algunas se aprecia un ligero tinte
amarillento. El iris es pardo negruzco. Las jóvenes chochas antes
de la muda tienen el plumaje muy similar al de las adultas, pero todo el
color es más apagado, menos marcado y ofrecen un menor contraste las partes
oscuras con las claras, siendo, además, considerable la cantidad de tonos
grisáceos que se descubren en la base de las plumas. Estas son de estructura
más débil, notándose esta característica
muy bien en la primera primaria, que en los adultos tiene el extremo terso y
duro por lo que se utiliza para pintar e incluso para hacer moscas
artificiales para la pesca y en las jóvenes estas pequeñas plumas son
blandas. Las variaciones individuales en la coloración y el tamaño de las
chochas es muy grande y a pesar de que los ornitólogos no ven en ellas
rasgos suficientemente constantes como para determinaciones subespecíficas. La
diferencia entre los sexos no es notoria a simple vista, pero sí teniendo
los pájaros en la mano y sin necesidad de realizar su disección. Garavíni
(1955) da los siguientes rasgos que sirven bien a un atento observador para
distinguir el macho y la hembra: las chochas más pequeñas son siempre del
sexo masculino; las más gruesas son hembras. Todas las chochas que tienen
las patas de color gris azulado, tendiendo al plomizo, son machos; por el
contrario las que tienen las patas gris claro, a veces tendiendo al rosado,
son hembras. Más notorio es el rasgo del color del vientre: las que lo
tienen amarillento y el plumaje general es más brillante, son hembras; las
que son blancuzcas o gris sucio en el vientre y la coloración del resto
menos viva, son machos. Existen otros rasgos para la separación de los
sexos, pero no es necesario añadirlos, porque su apreciación entra
frecuentemente en lo subjetivo. La
edad de las chochas también puede ser determinada, por lo menos con cierta
aproximación. Para ello hay que atender a la coloración del estandarte o
borde exterior de la segunda primaria de las alas. Cuando las manchas claras
y oscuras de aquél no ofrecen apenas contraste por estar teñidas de gris
leonado, el pájaro no tiene más de 4-5 meses de edad. Cuando las manchas
claras son blanco sucio su edad es de 7-8 meses. El color blanco va
incrementándose, pero aún persiste cierta tonalidad beige: chochas de 18 a
24 meses; borde exterior totalmente blanco: chochas propiamente viejas de
más de 24 meses. A
pesar de que este pájaro se levanta difícilmente del suelo en pleno día y
permite la aproximación del hombre o los animales a corta distancia, no por
esto debemos considerar que su oído es débil como habría que presumir del
nombre de «sorda» que se le da en numerosos lugares del norte de Iberia. Los
agujeros auriculares están colocados debajo de los ojos y no en la parte de
atrás como en otros pájaros y está bien comprobado que su oído es muy fino. La
Chocha Perdiz anda con facilidad por el suelo con el cuerpo a menudo bien
erguido y el pico oblicuo, a no ser que emprenda una corta carrera en cuyo
caso levanta éste hasta ponerlo horizontal o paralelo al suelo. También
camina despacio y parándose a intervalos regulares, haciéndolo a veces de
forma boyante y colocando el pico en dirección a la marcha como haría un
auténtico lancero. Cuando come en el suelo blando del bosque, levanta las
hojas secas con el pico y con gran habilidad atrapa cualquier gusano, larva
o lombriz de tierra que descubre. También clava su pico en el fango o en la
tierra húmeda de los prados. Su
hábitat típico lo constituyen los claros de bosques con preferencia de
especies caducifolias, robles Quercus, hayas Fagus, castaños Castanea y también coníferas a condición de que la zona posea una
buena cobertura vegetal de zarzas, helechos y otros arbustos siempre verdes.
El Laurel Laurus sp. parece
atraerla especialmente y cuando se encuentra una zona húmeda en un claro de
bosque o en su borde, si en el lugar hay laureles, la Chocha no suele
faltar. Durante el día permanece echada en zonas tranquilas, lejos de ruido
y de trasiego de personas y animales, pero curiosamente a menudo cerca de
senderos que atraviesan los bosques. En las primeras sombras del atardecer
vuela hacia marismas, campos húmedos y zonas de costa apropiadas. La
proximidad de grandes robles y corpulentos castaños, así como de pinares
viejos es también un buen lugar para encontrar este pájaro en el otoño e
invierno. Los helechales de Pteridium
y Polystichum la atraen especialmente y le ofrecen un refugio
incomparable. Se observa que durante el día prefiere lugares secos dentro
del bosque o en linderos y claros y se aleja de trozos encharcados o con
hojas en putrefacción que en el crepúsculo buscará especialmente. Vuela potente y
rápidamente en ocasiones, sobre todo al ser levantada inesperadamente y
cuando está asustada, pero si no se la molesta y permanece tranquila,
realiza un vuelo lento y vacilante sobre su territorio con el pico inclinado
hacia abajo. Cuando es sorprendida por los cazadores, al levantarse lo hace
como si tuviera un resorte, en vertical y volando en zigzag por entre los
árboles y dejándose caer entre la vegetación a no mucha distancia, pero
entonces permanece alerta y si el peligro continúa vuela lejos. Las fuertes
plumas de las alas y su forma redondeada, lo mismo que la cola que despliega
totalmente, le permiten aterrizar en vertical, cayendo sobre el suelo como
una piedra y frenando en el aire de forma increíble. Es pájaro rutinario que
ocupa siempre la misma zona día tras día y sigue el mismo camino para ir y
venir hacia y desde el lugar donde se ha alimentado. Normalmente es
solitaria, pero, no infrecuentemente, puede ser vista en pequeños grupos
cuando llegan en migración desde el mar, disgregándose en seguida que
alcanzan los campos y bosques costeros y quedando cada Chocha distante de la
siguiente no menos de cien metros y a menudo más de 1.000 metros. Su vuelo
en este caso suele ser a bastante altura, lo contrario de cuando ya
establecida en un bosque, sale de él para comer que lo hace a baja altura
por encima mismo de los arbustos y sólo las diferencias de nivel del terreno
hacen que a veces vuele más alta. Pero si está alarmada o ha sido
bruscamente espantada, evita volar fuera de la protección de los árboles y
no atraviesa los claros o espacios despejados. Muchas veces se levanta
como un helicóptero hacia arriba hasta la copa de los árboles, siguiendo
después una línea horizontal con el suelo para caer pesadamente en el primer
claro que encuentra y peonar, después de unos segundos de indecisión, hasta
esconderse en un matorral o entre los helechos. Nunca se posa en ramas de
árboles y arbustos y al caminar por el suelo tiene una curiosa dificultad
para subir piedras o montículos, no haciéndolo nunca y prefiere entonces
rodearlos. Muchos cazadores quedan
sorprendidos a veces por la diversidad de tamaños que existen entre un grupo
de chochas cobradas. Aparte de la ligera diferencia que se aprecia antre
machos y hembras, hay que tener en cuenta que las jóvenes al tener un peso
nenor abultan menos. Estos pesos son variables entre poco más de 250 gramos
y algo menos de medio kilo. Ejemplares que rebasan este peso se han
capturado algunas veces, pero son realmente excepcionales, lo mismo que las
de peso inferior a 250 gramos. Lo que sí se ha podido comprobar es que las
que se reproducen en el norte de España son ligeramente más pequeñas que las
llegadas a partir de octubre. Probablemente pesos de 200 gramos en aquéllas
no deben ser infrecuentes. El canto de los machos en vuelo de celo es un
curioso sonido que no hay muchas oportunidades de escuchar y que podría
representarse como el croar ronco de alguna rana ¡¡kuor-kuor-kuor! que el
pájaro emite con el pico cerrado y en tono tan bajo que resulta difícil de
oír aun a corta distancia. Normalmente antes de lanzar tres o cuatro veces
este canto emite un fino ¡¡siuik!! con el pico abierto y que se oye desde
bastante lejos. Este último sonido es común a ambos sexos. Las chochas
heridas lanzan al ser cogidas un penetrante ronco gruñido ¡¡kuor-kuor!! pero
no siempre. La dieta de la Chocha
Perdiz está formada fundamentalmente por lombrices de tierra Lumbricus terrestris, insectos y sus larvas. No desprecia las
hormigas y busca las larvas de coleópteros bajo las hojas (Carabidae, sobre todo). También coleópteros,
dípteros, muchos miriápodos y arañas y no pocos moluscos de agua dulce. En
migración se indica que posada en las playas come muchos pequeños moluscos (Mytilus) y crustáceos. La materia
vegetal es menos importante en su alimentación, pero las semillas de
Ranunculus, Polygonum, Carex y Euphorbia se han encontrado en los
estómagos de pájaros recién cazados. Jourdain (1940) señala como excepcional
la presencia de granos de maíz en un buche. Puede pensarse que este pájaro
tiene una gran voracidad y come continuamente y con febril actividad,
buscando preferentemente tierra vegetal húmeda donde el humus es abundante.
El pico introducido en la tierra blanda es abierto en su extremo y actúa
como miembro prensil en cuanto detecta una lombriz o insecto. Su presencia
en estos lugares es fácilmente descubierta al ver los pequeños agujeros que
deja tan característicos. Precisamente en pastos del ganado vacuno hurga en
las boñigas, buscando los escarabajos y dejando en ellos una marca o
agujerillo cuadrangular muy curioso. Cuando se levanta repentinamente deja
en el lugar uno o varios excrementos blancos con el centro negro muy
visibles aun estando secos. El celo en las chochas es
muy acusado y desde los últimos días de marzo pueden observarse sus vuelos
al atardecer sobre los árboles, realizando giros y cabriolas curiosas, muy a
menudo a una altura que no supera los 20 metros. Este rápido vuelo es, sin
embargo, realizado batiendo las alas con cierta lentitud de forma que su
acción recuerda el vuelo de un Cárabo. Varios machos participan en este
«rodeo» lanzando el típico sonido ¡¡tsiuik!! y girando sobre las hembras en
vuelo ya desde que ha empezado a oscurecer y también al alba. Cuando un
macho se separa del grupo y persigue resueltamente a la hembra lanzan ambos
un débil y suave sonido ¡¡bip-bip-bipbip!! hasta que se posan en el suelo y
allí el macho con el plumaje esponjado, el cuello bien derecho, alas caídas,
el pico apuntado hacia abajo y la cola en abanico, continúa el cortejo hasta
que se produce el apareamiento. Parece que la poliandria (una hembra
apareada con varios machos) es una situación frecuente en este pájaro. Entre los primeros días
de abril y los últimos de julio se produce la nidificación, normalmente dos
veces cada año. En Iberia no se ha podido comprobar la cría en el mes de
marzo, pero ello no la excluye desde que sabemos que en otros países
europeos se encuentran a menudo nidos en marzo y muchos de ellos en la
primera semana de este mes. Del examen de
tarjetas nido en Gran Bretaña, Morgan y Shorten (1974) dedujeron que en los
últimos días de marzo y los primeros de abril se habían producido la mayor
parte de las puestas. Un nido con la puesta completa el 16-19 de marzo
estaba rodeado de nieve mientras la hembra incubaba, nevada que llegó a
alcanzar 46-51 cm. y el 30 de marzo fue cavada la nieve y encontrado el
pájaro aplastado sobre los huevos. La mayor parte de los nidos están
situados al pie de un árbol entre helechos y otra vegetación, pero hay nidos
lejos de los árboles ocultos entre zarzas. Una pequeña depresión en el
terreno es casi siempre aprovechada y en ella la hembra deposita una gran
cantidad de hojas secas. En Asturias el fondo del nido está a menudo lleno
de musgo y las hojas secas casi invariablemente son de roble y rodean la
zona en una buena extensión. Campbell y Ferguson-Lees (1972) encuentran que
los nidos en Gran Bretaña están ligeramente cubiertos con ramas secas y en
ellos hay con frecuencia plumas. También se señalan nidos protegidos por
matas de tojos Ulex y cepellones y
variados arbustos como Juniperus.
Otros están entre ortigas Urtica e
incluso uno fue encontrado en un hueco de un talud arenoso. A partir de
Abril puede haber ya puestas, pero normalmente en el Norte no antes de los
últimos días del mes y es en la primera semana de mayo cuando en todos los
bosques asturianos de montaña se puede escuchar el curioso
¡¡bip-bip-bip-bip!! emitido mientras los machos persiguen a las hembras. La puesta normal consiste
casi invariablemente en 4 huevos pero excepcionalmente las hay de 3 y 5.
Puestas superiores se atribuyen a dos hembras usando el mismo nido. Los
huevos tienen color blanco grisáceo o pardo muy claro, a veces con tonos
amarillentos o beige y siempre muy marcados con puntos y manchitas de color
castaño claro y gris ceniza. A menudo las manchas se acumulan más cerca del
extremo más ancho y la forma es notablemente esférica y la cáscara
brillante. Si ésta se pone al trasluz después de la eclosion, se aprecian en
ella muy bien tonos violáceos. Las medidas obtenidas por Jourdain para 100
huevos en Gran Bretaña dieron un promedio de 44,2 x 33,5 mm. con un máximo
de 49 x 34,8 mm. y un mínimo de 40,2 x 34 mm. Verheyen en Bélgica obtuvo un
promedio ligeramente menor en 74 huevos: 44 x 33,3 mm. También Niethammer en
Alemania, aunque no todos recolectados allí, halló un promedio sensiblemente
igual: 44,1 x 32,9 mm. Castroviejo (1965) midió un huevo de un nido
encontrado en un monte de avellanos y acebos del pueblo de Sobrefoz (Ponga,
Asturias) y obtuvo dimensiones superiores a la media normal europea: 47 x
34,5 mm. La incubación corre totalmente a cargo de la hembra, ya que el
macho se desentiende completamente de la cría; dura 20-22 días (Jourdain),
22-24 días (Verheyen). Del examen de registros de nido Morgan y Shorten
dedujeron que desde la puesta del último huevo hasta que el último pollo
nació, transcurrieron 21 días en dos casos, 23 días en tres casos y 24 en
dos, dando así un promedio de 22,3 días por nido. Entre la puesta de cada
huevo median normalmente 24 horas, pero existen casos de intervalos de 48.
Al nacer, los pollos tienen un plumón llamativo. La frente y una banda ancha
a través de los ojos hasta la nuca son de color ocráceo. Desde la base de la
mandíbula superior y por el píleo y el cuello baja hasta la espalda un
plumón rojizo que en todo el dorso está ribeteado por una banda amarilla.
Los carrillos, y lados del cuello también son amarillentos. Salen del nido y
la hembra los atiende muy bien, resultando difíciles de encontrar en la
vegetación donde se refugian mientras la hembra huye si es molestada o
siente el peligro, mostrando una agitación muy grande y atrayendo hacia sí
las miradas y el interés del intruso o depredador. A los 18 días ya son
capaces de revolotear y se desarrollan con gran rapidez hasta realizar el
primer vuelo no antes de los 26 días. Campbell y Ferguson-Lees señalan el
primer vuelo a los 18-19 días, pero este dato parece muy prematuro. Las hembras permanecen
solas en el nido y carecen de la atención de los machos, son muy fieles y
durante el día abandonan el nido para alimentarse solamente 4-5 veces por
períodos que oscilan entre 20 y 50 minutos, obteniéndose un promedio en la
ausencia no superior a 30 minutos. (des Forges, 1975). Cuando son molestadas
abandonan rápidamente el lugar y no tienen prisa por volver a él. Ausencias
de hasta una hora en estos casos no son infrecuentes. La Chocha Perdiz es un
pájaro sorprendente que cuando atiende a los pollos lo hace con tanta
dedicación que incluso se ha comprobado cómo en ocasiones los transporta
sujetándolos entre los muslos y ayudándose en esta operación con el pico.
Este hecho que fue puesto en duda repetidas veces, está bien comprobado,
aunque en muchos casos las chochas sólo recorren cortos trechos con su
carga. Sólo un pollo es transportado normalmente cada vez y por la
dificultad que existe de poder comprobar estas observaciones no debe
asegurarse que ésta sea una acción habitualmente realizada por el pájaro. Se
resume aquí la experiencia que W. B. Alexander acumuló después de la
encuesta llevada a cabo entre los ornitólogos ingleses. Los hechos
abreviados son: casos de pollos que se observaron siendo transportados entre
las patas y el cuerpo o entre las patas solamente, 97; entre los pies o las
uñas, 38; parcialmente, sostenidos por la cola del adulto, 19; parcialmente
sostenidos por el pico, 13; en la espalda, 7. Muchas de estas descripciones
suenan a fantasía si no se conociera el rigor conque los ornitólogos
ingleses trabajan. Lo normal es que el transporte sea de un sólo pollo, pero
hay casos de 2, 3 y 4 llevados sucesivamente. Algunos caen al suelo desde el
aire y se comprobó una sorprendente observación de 3 que cayeron juntos. El
transporte en la espalda puede ser considerado como accidental, pero
aparentemente hay un caso bien comprobado de una Chocha Perdiz que llevó
consecutivamente dos pollos volando por encima de un río. A pesar de que se
considera que la Chocha Perdiz efectúa dos crías en la temporada y así lo
aseguran buen número de ornitólogos europeos, el hecho es difícil de
comprobar y hay que juzgar por la persistencia durante junio en los vuelos
de celo de los machos y por los pollos que se encuentran de forma ocasional
en pleno verano e incluso en el otoño. Esto sugiere a la vez una
prolongación anormal en el celo de estos pájaros. Scolopax rusticola se extiende
por casi toda Europa desde las Islas Británicas al Oeste, la Cordillera
Cantábrica y Pirineos al Sudoeste y hacia el Este por Francia, norte de
Italia, los países de Centroeuropa, Báltico y por Rusia hacia Siberia. Falta
en el norte de Escandinavia, más allá del Círculo Polar Artico, en Islandia
y en los países mediterráneos. En la Península Ibérica
no es tan rara como se cree. Eso sí, está muy diseminada por bosques de
montaña de la Cordillera Cantábrica y de los Pirineos. Pero se puede
considerar que por lo menos en Asturias, la especie no es escasa ya que es
frecuente contemplar, a partir de los últimos días de abril y más plenamente
en mayo, los vuelos de los machos sobre los hayedos y robledales de buen
número de bosques grandes y pequeños, no sólo de la montaña asturiana, sino
de sotobosques y carballeras en lugares muy cercanos a la costa y muy baja
altitud. Sus costumbres discretas y crepusculares la hacen pasar muy
desapercibida, pero muchos guardas de caza y lugareños conocen bien sus
vuelos y su típico sonido ronroneante de sapo que se escucha con dificultad
al principio, pero una vez acostumbrado el oído a él, pronto se distingue
entre el rumor constante que existe en los bosques al atardecer y en las
primeras horas de la mañana. Lo que ya resulta más problemático es encontrar
los nidos, muy a menudo situados en lugares casi inaccesibles por lo
pendientes y la maleza enmarañada. Esto pone a los pájaros a cubierto de la
depredación humana, pero no de la de otros animales como zorros, martas y
sobre todo las ardillas. A partir de mayo las observacíones menudean desde
la Sierra de los Ancares en Lugo hasta Guipúzcoa. De los Pirineos existe una
exigua información, pero no faltan las chochas en los grandes pinares
durante mayo y junio. Castroviejo (1965) da abundantes datos obtenidos por
él y de otros naturalistas sobre Scolopax en la Cordillera. Bernis la ve y
escucha en la primera semana de mayo en el bosque de Muniellos (Asturias).
Para él los vuelos de celo tienen un recorrido cíclico que no es inferior a
los 800 metros. Anota su canto como un ¡¡rót-rót-rót-tsriih!! que le
recuerda al croar de un sapo, siendo las notas roncas de poco alcance y la
última fuerte y penetrante. Un guarda le asegura haber encontrado un nido
con huevos. Cerca de Muniellos está el gran bosque de Monasterio de Hermo,
sin duda el mayor hayedo existente en la Península Ibérica. Allí y en la
zona más próxima al nacimiento de río Narcea, las chochas o arceas son
fácilmente observadas al atardecer y en noches claras sus vuelos y canto
coinciden, por lo menos durante una hora, con los gritos del Cárabo común.
Este bosque, que merece la pena visitar por la extraordinaria fauna que
cobija, tiene una extensión de aproximadamente 1.500 Ha. que viene a ser la
mitad del de Muniellos, pero su frondosidad es mayor y todo él es de hayas.
Se haría interminable una descripción de los lugares donde pueden ser
observadas las chochas durante sus vuelos nupciales. Unicamente es necesario
añadir que el canto de la Chocha Perdiz se sobrepone en el tiempo y en la
hora del amanecer con el del Urogallo y lo que es más importante, los dos
cantan en los mismos lugares y sus nidos están en la misma zona. Esta alta
densidad que se puede observar en los hayedos asturianos y en bosques
caducifolios de roble Quercus robur,
Abedul Betula verrucosa, cerrados todos con
matojos de Avellano Coryllus avellana,
Acebo Ilex aquifolium, Zarza Rubus fruticosus, Espino Crataegus sp., etc., baja ligeramente
hacia el Este donde todavía en la provincia de Santander hay chochas criando
en la Montaña y en zonas próximas a la costa, para circunscribirse en el
País Vasco a lugares montañosos y sotobosques del interior, pero con
densidad menor. En Guipúzcoa algunas parejas anidan todavía en Alzola de
Aya, Apota, Aralar, etc. En Navarra cría muy diseminada lo mismo que en el
resto del Pirineo donde realmente ha sido menos vista, pero no debe faltar
en los grandes bosques de coníferas. Castroviejo (1965) señala su presencia
el 6 de junio en un bosque de viejos pinos negros en pleno Pirineo de
Lérida. Otras observaciones ocasionales se han hecho en bosques del Pirineo
aragonés. Scolopax rusticola no solamente anida en la zona húmeda norteña sino
que penetra en Castilla y León y no falta en esta última provincia en
pequeños bosques caducifolios de Roble o en pinares de Pinus silvestris (Boñar) y en los hayedos del puerto del Pontón. Una
captura importante puede ser la realizada en San Martín de Terroso
(Sanabria, Zamora) de un pollo emplumado de Chocha a principios de octubre
(¿). Además del lugar, sorprende la fecha tan tardía. Estaba en un roble
cerca de un barranco a media ladera del monte Escaldón (Castroviejo, 1965).
Bernis y Valverde señalan como posible su nidificación en los montes de
Albarracín (Teruel). Ern (1966), escuchó tanto al anochecer como al alba el
característico canto de celo el 10 de junio de 1962 en el lindero de un
bosque de Quercus pyrenaica a 1350
metros de altitud al norte del Pico de El Lobo (Somosierra, Segovia).
Parece, pues, probable que Scolopax
nidifique allí al menos en pequeño número de parejas, ya que estas sierras
de Castilla (Somosierra y Ayllón) son los enclaves más meridionales de los
bosques caducifolios de tipo boreal. En toda la zona montañosa existen
hayas, robles (Q. petrea y pyrenaica)
abedules, serbales Sorbus aucuparia,
Acebo, Avellano, etc. La Chocha Perdiz es especie bien conocida en la Península Ibérica como
invernante. No existen datos para poder determinar si la población que anida
en las montañas norteñas y en sotobosques cantábricos es sedentaria o está
sujeta a migraciones y trashumancias invernales, hasta que un anillamiento
regular pueda proporcionar alguna captura que desvele el misterio. En todo
el Norte se han realizado capturas en agosto y septiembre, probablemente de
chochas nativas, aunque se observa desde la segunda semana del último mes
una esporádica llegada a las costas de grupos reducidos de no más de 3-5
chochas. Estas no vienen costeando sino que proceden de alta mar. ¿Cuál es
el origen de estos pájaros? La llegada normal de chochas comienza en los
últimos días de octubre y en condiciones normales de una meteorología suave
aún, sin frios intensos, en la primera decena de noviembre ya se puede decir
que son abundantes en todos los bosquetes y zonas arboladas del Cantábrico a
cualquier nivel altitudinal. Probablemente la mayoría atraviesan el Golfo de
Vizcaya, pero no hay duda que una buena parte vienen sobrevolando Francia
desde los Países Escandinavos en clara dirección Sudoéste. El anillamiento
ha permitido conocer el origen de las chochas que invernan en Iberia o pasan
a través de ella para alcanzar el norte de Africa. Para España probablemente
la primera recuperación es la obtenida en Gijón un frío 4 de enero de 1912
de una arcea anillada en Stonehaven (Kincardine, Escocia) en junio anterior
como pollo. Desde entonces las capturas de estas aves anilladas menudean por
todo el norte peninsular. Bernis (1966) resume un buen número de ellas
procedentes de Francia (en León), Irlanda (Asturias, Ribatejo, Vizcaya),
Escocia (Asturias, Santander, Guipúzcoa), Bélgica (Vascongadas), Holanda
(Vascongadas, Burgos), Alemania (Santander, Vascongadas), Noruega
(Asturias), Suecia (Asturias, Santander, Vascongadas), Estonia (Vascongadas,
Baleares), Finlandia (Asturias, Santander), Suiza (Vascongadas). Todas las
recuperaciones corresponden a los meses de octubre a febrero con un máximo
en diciembre. La llegada masiva de Scolopax rusticola a la Península
Ibérica está condicionada fundamentalmente por la situación meteorológica en
el resto de Europa. Vientos fríos y persistentes del Nordeste y del Norte,
provocan la inmediata llegada de migrantes. Las chochas pueden recorrer bien
500 km. en un solo vuelo y atravesar extensiones considerables de mar sin
reposo alguno. No nos cabe ninguna duda que desde la Bretaña francesa muchas
arceas saltan en una sola noche hasta las costas cantábricas. Raro es el
cazador u observador que no ha visto llegar las chochas a las costas de
Santander, Asturias o Lugo. Los pinares próximos a San Ciprián (Lugo) y
todos los pertenecientes al Ayuntamiento de Burela pueden pasar de un día a
otro de estar desiertos a albergar una gran cantidad de arceas que «llegan
con el tiempo». Bien es verdad que también se acusa al margen de estas
condiciones meteorológicas un cierto ciclo que no puede determinarse como
constante, pero que provoca «años sin arceas» y «años con arceas». El
invierno de 1975-1976 fué uno de los más favorecidos en los últimos años. Se
ha ligado este aflujo de migrantes con las fuertes heladas que padeció
Europa y que también afectaron al norte Ibérico. No hay duda que al estar
helada la tierra húmeda donde la Chocha busca su alimento diario, los
pájaros se verían obligados a dirigirse al Sur en busca de lugares más
favorables. Pero pudiera ser que esta situación coincidiera, además con una
reproducción abundante en Europa como consecuencia de un verano húmedo y
cálido. En este caso la avalancha de jóvenes chochas sobre Iberia sería de
volumen considerable. No es nada nuevo y ya Schenk (1924) relacionó las
«oleadas» de chochas en Centroeuropa con la presencia de masas de aire frío
en el lejano Nordeste. Para él, Scolopax rusticola pasaría
instintivamente de una masa de aire frío a otras de aire más caliente. Quizá
la tendencia a volar hacia el Sudoeste viene determinada por la presencia de
frentes húmedos y cálidos del Atlántico. Resumiendo, diremos que la Chocha
Perdiz es ave migradora que comienza a moverse hacia el SurSudoeste en un
amplio frente desde los países más septentrionales europeos a partir de la
segunda quincena de octubre. En las Islas Británicas su población es en
parte migradora y se acusa allí mucho la llegada de aves del Continente en
especial escandinavas. Francia, Gran Bretaña e Irlanda, Iberia e Italia,
poseen la mayor población de invernantes. Más al norte son esporádicas y
faltan casi completamente en crudos inviernos. Muchas vuelan sobre Iberia y
alcanzan el norte de Africa. Allí, Balsac y Mayaud (1962) la consideran como
invernante regular desde el comienzo de noviembre hasta fin de
febrero-primeros de marzo. En Argelia parece bastante abundante a niveles de
800-900 metros (región de Kabylia). En Marruecos es más escasa y hay pocos
datos invernales. Se ve algo numerosa en la mitad oriental del país en
bosques de montaña. En la región de Khenifra es rara y más al Sur
esporádica. Además de los nombres
citados se le da también los de Pitorra en León, Becada en el País Vasco,
Arcea en Asturias y Sorda en Santander. |