Águila Calzada Hieraaetus pennatus El Águila Calzada
Hieraaetus pennatus es la más pequeña de la fauna ibérica y posiblemente
una de las menos conocidas, cuando se ve su identificación puede prestarse a
confusión con otras aves como el Busardo Ratonero. La especie es dimórfica,
existiendo una variedad clara de plumaje y otra oscura. Mucho más numerosa
aquélla, tiene la cabeza y el cuello de color marrón claro o pardo ocráceo
rayado de marrón. La frente es blanca y a veces se puede observar un anillo
ocular estrecho de color negro. El dorso de las alas y la espalda son marrón
oscuro contrastando con las plumas supracobertoras caudales (sobre la cola)
que son de color pardo claro. La cola es canela-ocráceo claro con franjas
oscuras marrón grisáceas y más larga que en el Busardo Ratonero. Vista por
debajo al volar esta fase es muy conspicua con las plumas de vuelo de color
castaño negruzco, más oscuro en el borde flexor, formando una mancha bien
definida que contrasta con el cuerpo y parte anterior de las alas de color
blanco o gris claro y la cola muy clara con una banda oscura difusa en el
extremo. La fase oscura es
totalmente marrón negruzco por debajo, excepto la cola que es marrón
grisácea mucho más clara y que a menudo muestra un tinte anaranjado, detalle
que únicamente puede ser visto muy de cerca o contra la luz. Por encima
ambas fases son iguales y a primera vista pueden ser confudidas con un
Milano Real estando posadas. Los «pantalones» que están muy desarrollados
son de color marrón en la fase oscura y blancuzcos en la fase clara. Los
inmaduros difieren poco de los adultos, solamente en tener las partes
inferiores más rojizas con rayado oscuro y la cabeza también rojiza. En el campo, el parecido
con el Busardo Ratonero al que se ha hecho referencia es sólo superficial,
pues su porte es más erguido y solamente en ocasiones vuela fuera de zona
boscosa. La fase clara recuerda en el diseño alar, coloración oscura y
blanca, al Alimoche Común Neophron percnopterus. Vive en bosques de
especies caducifolias con preferencia, pero también en los de coníferas. A
menudo en zonas montañosas y es menos abundante al nivel del mar o en valles
donde el Busardo Ratonero alcanza una gran densidad. Vuela siempre sobre los
árboles, planeando continuamente y pasando mucha parte del día en el aire,
con vuelo más grácil que el del Ratonero. Normalmente se dice de una pareja
que si se ve a una de ellas se tiene que ver también a la otra por la
costumbre habitual de volar juntas. Su voz es típica y se oye
frecuentemente en todos los bosques ibéricos en el mes de abril, cuando
comienza el cortejo y los machos llaman insistentemente con un sonido que
puede representarse como «¡¡pi-píííí!!» y como expresando ansiedad se repite
«¡¡pi-pi-pi-píííí ! !». En el nido un «¡klia-klia-klia-klia-ki-ki... !» es
común. El Águila Calzada
captura sus presas en claros o linderos del bosque. Planea alta en círculos
y cuando las descubre se lanza en picado hasta casi la superficie del suelo
donde se endereza y, elevándose un poco, vuela rápido capturando cualquier
pequeño pájaro que esté posado o vuele bajo. Por este procedimiento se han
visto capturar mirlos que solían chillar tan estentóreamente que a punto
estaban de conseguir librarse de la presión de las garras. En general se alimenta de
pájaros de pequeño y mediano tamaño, pero no desdeña lagartos en zonas donde
abundan, pues son presas más fáciles que las aves, ni tampoco gazapos de
conejo, que coge en sus vuelos rasantes. En cambio no parece estar
especializada en la captura de micromamíferos. Muchos de los más
destacados ornitólogos españoles han estudiado nidos de esta pequeña águila
y a ellos vamos a seguir. Bernis (1973) da para Salamanca presas de pollos
de aves de corral, lo mismo que para Cádiz y Toledo donde un guarda le da al
ave el apodo de «Aguila Gallinera» por los continuos robos de gallinas que
efectúa. Los belgas Suetens y Van Groenendael (1971), quienes en sus
trabajos fotográficos tienen ocasión de examinar in situ las presas, citan
para seis días de observación de un nido, el aporte de diez lagartos, once
aves, un huevo de Zorzal Charlo, y un TopiIlo Común. Elósegui, Castién, Faus
y Senosiain (1972-73) dan en Navarra abundancia de presas de Gorrión Común
(4), Perdiz Roja (6), pero también Cuco, Grajilla , Codorniz , Curruca
Capirotada y entre los maníferos Ardilla y Conejo. En restos bajo un nido
había Paloma Torcaz, Torcecuello, Escribano, Perdiz Roja, Urraca, Arrendajo,
etc. Garzón (1973) estima al
Águila Calzada en la zona centro-occidental de Iberia como el ave de
presa más abundante después del Milano Negro y el Cernícalo. Encontró en
algunos lugares densidades de hasta doce parejas anidando en una extensión
de apenas ocho kilómetros cuadrados, estando los nidos más próximos entre sí
separados tan sólo cien metros. La gran mayoría de los localizados se
encontraba en pinos. En cuarenta y dos nidos encontró fundamentalmente
presas de reptiles (Lagarto ocelado); aves (Sisón, Perdiz Roja, Paloma
Torcaz, Tórtola Europea, Abudilla, Arrendajo Común, Rabilargo, Mirlo Común,
Zorzal Charlo y Gorrión Moruno, etc.) ; mamíferos (Conejo, Lirón Careto,
Ratón de Campo, Comadreja). Garzón estima que la alta proporción de lagartos
encontrada en los nidos se debe a que estos son presas duras y poco
apetitosas, mientras que los pájaros son devorados en seguida sin dejar
rastro. La proporción de las diferentes presas depende indudablemente de
variadas circunstancias (biotopo, condiciones atmosféricas, etc.). Pérez Chiscano en Badajoz
determina en varios nidos, fundamentalmente presas de Lagarto Ocelado y
Perdiz Roja, sin que falte algún resto de Conejo y paseriformes. En los bosques de la
Cordillera Cantábrica el Águila Calzada tiene una densidad baja, faltando
en los bosques próximos a la costa. Allí captura fundamentalmente aves
medianas; sobre todo Zorzal Charlo, Mirlo Común y Arrendajo y entre los
mamíferos Comadreja, Ratón de Campo, etc. Araujo (1973) estima que
la llegada del Águila Calzada a Iberia procedente de sus cuarteles
africanos, no se produce antes de los últimos días de marzo en el
Guadarrama, zona bien estudiada por él. La primera observación la realizó el
28 de marzo. Sin embargo, en abril ya empiezan a verse con regularidad. La
misma apreciación hace Pérez Chiscano (1969) para Badajoz, donde un 31 de
marzo ya vio una pareja en vuelo de celo. Sin embargo, Garzón (1973) da
fechas anteriores de llegada y escribe que las primeras parejas ya son
observadas en el centro-occidente de Iberia a principios del mes de marzo,
zona en la que considera común a esta especie y en franca expansión. La
primera observación primaveral en Asturias está registrada un 20 de abril,
precisamente en una zona donde no anida habitualmente. En bosques de las
laderas norte de la Cordillera Cantábrica se ven las primeras calzadas en la
última quincena de abril. Por el Estrecho de
Gibraltar el paso primaveral tiene lugar principalmente entre el 10 de marzo
y el 20 de abril. El territorio ocupado por
esta especie es con frecuencia más pequeño que el del Ratonero, pues casi
siempre las parejas están anidando muy juntas y tal parece que no defiendan
zona alguna. Sin embargo, sus vuelos nupciales son espectaculares y
consisten en altos planeos sobre el bosque, descendiendo hasta el nivel de
las ramas altas de los árboles en un picado repentino y luego nuevo planeo
bajo sobre una amplia superficie para elevarse otra vez sin apenas mover las
alas. Al comenzar la reproducción ambos adultos vuelan mucho al descubierto
sobre los bosques, lanzando su grito de forma repetida. El nido es construido
casi siempre en un árbol, pero ocasionalmente en un roquedo (Pérez Chiscano
1973). En el centro de España la mayoría están situados en pinares. En el
Sur escogen con preferencia alcornoques y encinas y en el Norte robles y
abedules y en casi todos los nidos se ven ramas verdes de roble. Como todas las aves de
presa guardan una gran fidelidad al nido y vuelven a él año tras año. Araujo
da medidas para uno ocupado cuatro años consecutivos y situado en la
horquilla central de un pino negral Pinus pinaster. Los diámetros no
sobrepasaban 60 x 72 cm. y el espesor daba un promedio de 30 cm. La
construcción se efectúa con rapidez por ambos adultos que aportan ramas y
palos y durante casi toda la reproducción la hembra trae gran cantidad de
ramas verdes. Los nidos están situados a altura variable entre 6 y 16
metros. La puesta consiste en dos huevos aunque uno y tres se encuentran a
veces. Son de color blanco con ligeros dibujos y manchas marrones. El mismo
Araujo da como promedio para siete huevos 57,2 x 44,9 mm. En la segunda
quincena de abril en los bosques del centro-oeste de la Península Ibérica y
en la primera de mayo en los de la Cordillera Cantábrica comienza la puesta.
La incubación es realizada casi totalmente por la hembra alimentándola el
macho, bien en el mismo nido o fuera de él. Muy pocas veces sale la hembra a
cazar presas mientras no eclosionan los huevos. La incubación dura de 32 a
34 días y los pollos se desarrollan lentamente, apareciéndoles las primeras
plumas a los 20 días. A los 40 días ya están casi totalmente emplumados,
volando bien entre 50 y 60 días. Sin embargo, aún permanecen unos días más
en las proximidades del nido donde los padres continúan alimentándolos. En la mayor parte de las
grandes águilas uno de los pollos, el más fuerte, suele devorar al otro. La
misma práctica se da como segura para el Águila Calzada, sin embargo,
Araujo que tuvo ocasión de estudiar cuatro nidos durante otros tantos años
consecutivos, comprobó un éxito en la reproducción de un 75 por 100. En Europa el Águila
Calzada está confinada a España, Portugal, Francia del centro y nordeste,
Islas Baleares y por el Este hasta Hungría, Yugoslavia, Albania, norte de
Grecia, Bulgaria, Rumania y la Rusia europea, no llegando por el norte hasta
Moscú. En Iberia ya se ha dicho que parece ser especie en franco ascenso,
pero en los demás lugares se considera en peligro de extinción. Para Francia
se estima una población que oscila entre 20 y 30 parejas y en Portugal se
considera especie escasa. En España, el Águila
Calzada alcanza una buena densidad en zonas boscosas del centro y es más
escasa en los montes cantábricos, aunque pudiera ser que pase muy
desapercibida por ocupar hayedos de alta montaña. De todas maneras si se
considera que durante el recuento de migrantes en el verano-otoño de 1972
atravesaron el Estrecho de Gibraltar un mínimo de 15.137 águilas calzadas
(Bernis 1973) y que la población extraibérica no puede sobrepasar los mil
individuos, la mayor parte son reproductores y jóvenes del año establecidos
y nacidos en la Península, donde posiblemente se reproduzcan anualmente no
menos de 3.000 parejas. A este respecto Garzón (1973) señala, que en una
zona en la que durante 1971 solamente localizó cuatro parejas, al siguiendo
año anidaron siete. En 1973 en otro lugar donde el año anterior se habían
reproducido ocho parejas, criaron doce. Provisionalmente un aumento en el
número de águilas calzadas podría justificarse por varios motivos: 1) Son
migradoras y se ausentan de España durante la época de máxima presión
cinegética. 2) Son muy adaptables para anidar, haciéndolo incluso en árboles
y áreas muy degradadas (encinas y alcornoques muy podados, árboles aislados,
etc.). 3) Las diferentes parejas son muy tolerantes entre sí, pues no es
raro encontrar nidos ocupados en árboles que apenas distan un centenar de
metros. 4) Su alimentación es muy variada y consiste fundamentalmente en
presas que parecen estar en fase de expansión. 5) Han disminuido
notablemente sus enemigos potenciales (Accipiter gentilis, Martes
foina, G. genetta, etc.). (Garzón en Ardeola 1973). De acuerdo con datos
publicados referentes al paso otoñal de 1972 el gran grueso de las águilas
calzadas atraviesa Gibraltar hacia Africa en los últimos veinte días de
septiembre, pero en agosto y octubre también pasan muchas. El cuartel de invernada
de esta especie ha sido determinado parcialmente por Moreau (1972). La
ausencia de registros en el África occidental, excepto de dos para el norte
de Nigeria, pudiera ser debida a carencia de observaciones. En Tchad, Congo
y El Cabo se ve esporádicamente y prácticamente la especie tiene un área de
invernada que parece muy extensa, pero existe todavía un amplio vacío en
este punto. Quizás la zona sudoriental africana congregue la mayoría de las
águilas calzadas ibéricas, aunque cualquier juicio parece por ahora
aventurado. La presencia de águilas calzadas en Mallorca durante meses
invernales, está bien comprobada por varias capturas (Mayo 1970), pero no
deja de ser un hecho sorprendente para una especie que en Iberia se ha
considerado siempre como netamente estival. |