Prunella collaris
Aunque es un pájaro poco
conocido, el Acentor Alpino Prunella collaris es de plumaje mucho más
vistoso que el Acentor Común Prunella modularis y no es escaso en
altas cotas de nuestras montañas, pero resulta muy discreto en sus
costumbres y aunque retraído, puede aparecer posado muy cerca del observador
o sorprendernos con su agradable canto, muy sostenido y fuerte que emite lo
mismo al vuelo que desde una posición destacada. De cerca y en plumaje
primaveral se le aprecia bien la garganta blanca moteada con puntos negros o
marrón oscuro; la cabeza y el pecho son grises o pardo grisáceos y los
flancos están listados de color castaño. Las partes superiores son grises,
el dorso está rayado y las alas son de color marrón oscuro o negruzco con
puntos blancos en las plumas cobertoras. La cola también es marrón con
puntas pálidas en las rectrices, un detalle que se aprecia bien cuando vuela
frente al observador, lo mismo que la doble franja blanca de las que forman
las puntas de las plumas cobertoras. Los ojos son rojizos. El pico es oscuro
en el extremo, pero el resto de la mandíbula superior y toda la inferior
tienen color amarillo. Las patas y pies son pardo rosados. Visto por debajo
se le aprecian mejor las puntas blancas de las rectrices. El Acentor Alpino es un
pájaro robusto y compacto que pronto se identifica y únicamente puede haber
alguna duda con los jóvenes del año que carecen de la garganta blanca
moteada hasta bien entrado el otoño. Cuando canta se le descubre fácilmente
y permite la aproximación a corta distancia, aunque parece más tímido que su
homónimo el Acentor Común. Normalmente difícil de ver por caminar por la
pradera llena de rocas como agachado. Corre rápidamente y a veces lo hace a
saltos moviendo la cola y sacudiendo las alas espasmódicamente. Es frecuente
no verlo hasta que inesperadamente vuela a nuestros pies por un corto trecho
«calándose» detrás de las rocas y pocos segundos después salir al
descubierto. Solitario en época de cría es gregario a partir de los últimos
días de agosto, presumiblemente en grupos familiares. En invierno desciende
algo de nivel en cuanto comienza a nevar fuerte en las cumbres, frecuentando
veredas y senderos de la montaña, picoteando en las huellas que dejan las
personas y las caballerías. En inviernos duros se le ve muy próximo a las
tierras cultivadas en mayor altitud, pero por debajo de los 600 metros.
Entonces forma bandos muy numerosos, tanto que sorprende su abundancia. No
rara vez visto en compañía de acentores comunes. Cuando es levantado
inesperadamente de entre las piedras emite al volar un agudo e inconfundible
¡¡chirri-ririp!! como de alondra, pero en tono diferente, menos áspero y más
largo. Si se asusta lanza un corto y metálico ¡¡kerrp!! Su canto es un
gorjeo sostenido y fuerte que se compara al de la alondra y que emite desde
una roca, en el suelo o muy frecuentemente en junio desde el aire. También
desde un matojo o brezo. Resulta muy agradable y en lugares donde el pájaro
abunda canta mucho y parece como si unos machos animaran a otros a hacerlo. El 28 de marzo ya se
escucha su canto en la Cordillera Cantábrica, probablemente a poco de ocupar
su territorio los machos. Quizá es el pájaro cantor observado a mayor
altitud. En los Picos de Europa está presente en las cumbres más altas
aunque todavía permanezcan cubiertas de nieve. Lo mismo sucede en Navarra
donde Jesús Elósegui lo observa en Sierra Longa y Sierra de Abodi. En todos
estos lugares se establece pronto, aun antes del comienzo de la primavera.
En el otoño, Witherby lo encontró en el mes de octubre en Sierra Nevada
entre rocas y manchas de nieve a una altura de más de 3.000 metros sobre el
nivel del mar. Vio allí uno ocupado en picotear insectos que habían quedado
atrapados en la nieve. En primavera y verano su dieta está fundamentalmente
constituida por insectos, sobre todo coleópteros, lepidópteros, dípteros,
etc. Pequeños arácnidos y moluscos (caracolillos) también se citan como
componentes de su dieta (Jourdain). En Asturias se ve a finales de verano
comiendo frutos de diversos arbustos de montaña y sobre todo semillas que
recoge al borde de los caminos y senderos que cruzan praderas naturales. En
esta época ya forma bandos numerosos y todos comen en hileras al borde de
sedos o cueñes que es como allí se llaman estos pequeños y serpenteantes
caminos de montaña. El celo de los machos
comienza a hacerse notorio en los últimos días de abril cuando vuelan casi
verticalmente sobre su posadero, cantando con fuerza y descendiendo después
de haber permanecido en lo alto unos segundos. Pero su canto continúa desde
el nuevo posadero y sin duda que en estas fechas tratan de atraer a las
hembras, no produciéndose el emparejamiento hasta los primeros días de mayo.
La construcción del nido comienza en general después del 15 de mayo y
todavía en los primeros días de junio se ven en los Picos de Europa algunas
hembras llevando tallos secos en el pico (Lago La Ercina, Parque Nacional de
Covadonga). Ambos, macho y hembra, aportan material para hacer el nido en un
hueco entre rocas, muy bien protegido casi siempre por encima, aprovechando
repisas y salientes en paredes rocosas, pero a no mucha altura del suelo. No
parece muy ancho, pero sí voluminoso. Su diámetro exterior es de unos 13-14
cm. y está formado de hierbas secas, tallos y líquenes. Muchos tienen musgo
en su interior y son los más grandes. También hay como forro crines y
plumas. La puesta normal es de 4 huevos, pero a menudo se ven 3, sobre todo
en la segunda que efectúan en julio. Puestas de 5 son raras. Los huevos
tienen color azul verdoso en diversas intensidades de tono, desde muy pálido
hasta color turquesa intenso. En 68 huevos medidos por Jourdain y Rey se
obtuvo un promedio de 23,2 x 16,58 mm. con un máximo de 26,7 x 17,1 mm. y un
mínimo de 20,5 x 15 mm. La incubación por ambos sexos dura 14-16 días y los
pollos al nacer tienen en algunas zonas un plumón grisáceo sobre la piel
rojiza. Lo que más destaca son dos puntos negros de forma ovalada en la
lengua. Casi durante toda la cria son cebados con insectos, pero los últimos
días también con semillas y buena proporción de materia vegetal. A los 16-18
días salen del nido y quedan entre las piedras donde siguen siendo cebados,
no volando antes de los 21-23 días. A partir de entonces si son de la
primera cría, sólo el macho se ocupa de ellos por una semana más hasta que
comienzan a picotear entre la hierba y en los matojos que crecen sobre
repisas. Cerca de las cabañas y refugios de montaña se ven muchos de estos
acentores jóvenes en agosto y septiembre. El Acentor Alpino ocupa
zonas meridionales de Europa, siempre en montañas a altitudes superiores a
1.300 metros. En Iberia se reproduce en las cordilleras Cantábrica,
Pirineos, Sistema Central (Guadarrama, Gredos), Penibética, más escaso en el
Sistema Bético y muy raro en otros lugares montañosos. En invierno desciende
de nivel y puede efectuar ciertamente recorridos que lo llevan lejos de su
biotopo habitual. Pérez Chiscano (1971) observó varios en un promontorio
rocoso (641 metros s.n.m.) cerca del castillo de Almorchón a pocos
kilómetros de Cabeza del Buey (Badajoz) en el mes de febrero. En la zona
Cantábrica es frecuente en niveles superiores a 800 metros hasta 1.500 m.
durante todo el invierno, formando bandos de 6-12 individuos, sólo
ocasionalmente mayores. Un cierto movimiento migratorio podría existir como
lo prueban, aunque todavía hay escasos datos, las capturas de acentores
alpinos en Mallorca (marzo) y en Columbretes (mayo). Balsac y Mayaud (1962)
no dudan que el norte de Africa es cuartel de invernada de acentores alpinos
europeos, pero quizá en no gran cantidad. Los que se ven en el norte de
Marruecos en invierno, varios han sido capturados, pudieran pertenecer a la
exigua población que se reproduce en el Alto Atlas. |