Golondrina Dáurica Cecropis daurica A pesar de que la
Golondrina Dáurica Cecropis daurica es más conocida por el color
ocráceo o castaño rojizo de la parte superior del obispillo o rabadilla, en
realidad cuando se la observa en vuelo
lo que más llama la atención es el
azul oscuro de la cola lo mismo por encima que por debajo, que contrasta
bien con el vientre, pecho y garganta uniformemente coloreadas de castaño
rojizo u ocráceo claro. Los flancos y la garganta son más claros y en la
nuca y lados de la cabeza se distingue incluso desde lejos el color ocráceo.
Las alas, espalda y píleo son azul oscuro metálico. La apariencia general es
la de una Golondrina Común, pero hay diferencias notables. Aparte de la ya
mencionada del color de la cola, ésta tiene las rectrices exteriores muy
largas, pero no tan finas, sino más bien anchas. Su aspecto general y el
vuelo no son tan gráciles y le faltan en la cola las manchas blancas tan
características de la Golondrina Común y las alas no son tan puntiagudas
como en ésta. Las adultas suelen tener ligeramente rayadas o moteadas las
partes inferiores y las jóvenes carecen de estas marcas oscuras, pero
realmente hay variaciones individuales y muchas dáuricas adultas no tienen
rayas en absoluto. Las jóvenes poseen las partes superiores pardo oscuras
con tonalidades azules en la cabeza y espalda; el obispillo es más pálido y
las rectrices exteriores de la cola más cortas. Los sexos se distinguen
difícilmente en vuelo. En la mano, por rectrices más cortas en la hembra y
menos brillo en el plumaje. Habita campo abierto con
pocos árboles, pero no los rehúye y a menudo puede ser vista en parejas o
pequeños grupos posándose en ramas bajas y con preferencia por las desnudas
de hojas o secas. Zonas de montaña media, colinas, valles fluviales y
cortados rocosos con abundantes cuevas incluso en acantilados marinos y
roquedos próximos a poblaciones, aldeas, edificios viejos, puentes, etc. No
en el interior de las poblaciones, aunque ocasionalmente pueda establecerse
en zonas suburbanas de los pueblos. La Golondrina Dáurica se
parece en sus actitudes y vuelo más al Avión Común que a la Golondrina
Común. Normalmente evoluciona en amplios círculos y no realiza cambios de
sentido tan repentinos. Sus alas son menos apuntadas y su vuelo es más
reposado y suave, no precisamente torpe. Alterna rápidos batidos de alas con
planeos prolongados y no rara vez vuela a ras del suelo, aunque parece
preferir una altura media. En determinadas épocas y circunstancias, como la
presencia de una nube de mosquitos sobre una charca, pueden concentrarse un
buen número de dáuricas. Es muy mansa y permite la aproximación del hombre a
distancias algunas veces de 3 y 4 metros. Gregaria en migración, cuando ésta
va a comenzar, los grupos familiares se unen entre sí y se posan todas en
lugares prominentes, muy corrientemente en los cables de la conducción
eléctrica. Su voz es inconfundible
cuando vuela. Suena como un trino débil o tenue, pero ciertamente áspero. Al
examinar los nidos de cerca los adultos sobrevuelan al intruso lanzando
continuamente una nota de alarma que podría representarse como un agudo
¡¡kiit!! El canto se parece al de la Golondrina Común, pero es menos
sostenido y musical. A partir de abril y cerca del lugar donde van a anidar
cantan incesantemente. Se las oye también mientras construyen el nido. La alimentación es
similar a la de otros hirundínidos capturando muchos insectos al vuelo. Lo
dicho para golondrinas y aviones sirve aquí. El frecuentar proximidades de
ríos, charcas, lagunas y zonas donde el ganado pasta libremente, le permiten
una abundante y variada provisión de insectos. Anida bajo puentes,
escaleras de piedra, techos de edificios, interior de cuevas, alcantarillas
de carreteras, etc., haciendo el nido siempre en un plano horizontal. Ambos
adultos recogen barro con el pico y las pellas son adosadas al techo hasta
formar un nido que tiene la forma de una pera cortada a la mitad
longitudinalmente o quizá de ánfora. Realmente es parecido al del Avión
común salvo que la entrada tiene una especie de embudo de boca ancha. Al
barro añade algún otro material como hierba seca o paja. El interior está
escasamente forrado con plumas y algo de lana. Las primeras puestas se
pueden encontrar a partir de la mitad de abril, pero más a menudo en mayo,
mes éste en el que hay todavía abundancia de nidos en construcción. La mayor
parte de las puestas están formadas por 5 huevos, aunque no faltan de 4 a
menudo y ya menos corrientemente de 3 ó 6. Son blancos con poco brillo y más
bien alargados. Jourdain y Rey para 81 huevos medidos, la mayor parte de
procedencia Ibérica, dan un promedio de 20 x 14,3 mm. con máximos de 21,5 x
14,7 mm. y 19,4 x 15,4 mm. y un mínimo de 18 x 14,1 mm. La puesta y el
comienzo de la incubación pueden empezar antes incluso de que la entrada del
nido esté terminada y a menudo mientras uno incuba el otro continúa
aportando barro para hacer «el cuello de ánfora». Ambos adultos se alternan
en la incubación y los dos se posan corrientemente en el nido a la vez. A
los 14-15 días nacen los pollos escasamente cubiertos de un plumón grisáceo.
Los dos adultos les alimentan con insectos en un ir y venir incesante
acompañado por su característica nota áspera y a los 23-25 días ya salen los
jóvenes que vuelan bastante bien, pero regresan al atardecer al nido
acompañados por sus padres y allí duermen todos juntos. Esta situación dura
por lo menos 20 días más. Se distinguen entonces bien de las dáuricas
adultas por tener las partes inferiores muy pálidas, sin el rayado o
estriado de algunas de aquéllas en los flancos y lados del pecho. Lubián
(1971) da medidas alares para los jóvenes (5) que oscilan entre 118 y 122
mm. Sus rectrices son, como ya he dicho, más cortas y Lubián obtuvo como
valor máximo para la diferencia entre la longitud de la mayor y la menor, 35
mm. En los adultos puede llegar hasta 56 mm. La Golondrina Dáurica es
especie típica mediterránea que en Europa vive exclusivamente en la
Península Ibérica, localmente en el Sudeste francés (primera nidificación
comprobada en Banyuls en 1965 junto a la frontera española), local también
en Italia (Isla de Elba, Cerdeña, costa Adriática), Córcega, y sur de los
Balcanes. En Africa se halla muy extendida, sobre todo con notable densidad
en el Noroeste. Su expansión hacia el Norte ha sido considerable dentro de
la Península Ibérica. De una reproducción dispersa por el Sur de Iberia se
ha pasado hoy a una situación de especie casi numerosa por muchos lugares de
nuestra geografía que por el momento no rebasa con pruebas de nidificación
la Cordillera Cantábrica. En Portugal ha llegado ya al Norte y los nidos por
encima del valle del Duero son frecuentes. Todo el valle del Sil en España
está en trance de colonización y localmente es golondrina frecuente allí
desde que Castroviejo encontró en el cementerio de Matarrosa del Sil (León)
el primer nido. En la provincia de León las parejas están dispersas por
puentes sobre pequeños ríos y en los embalses del norte, ya muy cerca de la
Cordillera Cantábrica. Falta en Asturias y Santander, así como en el País
Vasco donde, sin embargo, hay observaciones en la Sierra de Aralar, pero sin
pruebas de anidar. La especie no ha sido considerada como nidificante en
Navarra (Purroy, 1974). En Cataluña su expansión ha sido rápida y es ya
reproductora habitual en plena Costa Brava (Gerona). En general su
reproducción es más tardía que la de la Golondrina Común y aunque muchos de
los nidos son destruidos por varias causas, no solamente la depredación,
cada año se ven más numerosas, pero manteniendo un carácter disperso y
siendo las colonias muy bajas en número de parejas o anidando éstas
solitarias. Con relativa frecuencia y al colonizar nuevos lugares, los nidos
no son construidos con el material adecuado, por lo que ellos solos se
deshacen. La proximidad de una zona arcillosa y barro adherente son
fundamentales en esta especie. Alguno de los nidos es situado en posiciones
curiosas y Lubián (1971) describe uno adosado al cable del que pendía una
bombilla para la iluminación de un almacén. Otros aprovechan salientes o
entrantes, grietas y fisuras de puentes, pero la mayoría son simplemente
adosados al techo liso y a baja altura. Cecropis daurica
llega a Iberia a partir de marzo, pero el mayor contingente no lo hace hasta
la primera quincena de abril. Su arribada continúa incluso hasta mayo.
Observaciones anteriores, de febrero, son raras incluso en Marruecos donde
la cita Bannerman en Marrakech el 21 de febrero (Balsac y Mayaud, 1962).
Brudenell-Bruce (1958) observa el paso en Tánger en marzo-abril y a veces
desde febrero, pero en Marruecos oriental se la ve sobre todo en la primera
quincena de mayo. Normalmente se observan aisladas o en parejas y rara vez
un bando en migración. Esto da idea de una población débil y como no es
realmente cierto esto, hay que suponer que muchas pueden volar a gran altura
o ser confundidas al pasar junto con otros hirundínidos. El paso otoñal es
también poco visible. No, sin embargo, las concentraciones de grupos, que
pueden llegar a los 200-300 individuos. En septiembre comienzan a marchar y
octubre registra la mayor afluencia de ellas al Estrecho de Gibraltar. Entre
los días 1 al 20 de octubre de 1974, Thiollay y Perthuis (1975) contaron
desde dos puestos de observación situados en el Campo de Gibraltar, 5.155
golondrinas dáuricas. En África el cuartel de
invernada debe estar situado en pleno Trópico y fundamentalmente entre
Senegal y Nigeria. Morel y Roux (1966) la ven en migración primaveral por el
Senegal hasta bien entrado mayo. Es difícil, a no ser por el anillamiento,
determinar con exactitud los lugares donde invernan nuestras dáuricas desde
que en el África Tropical viven golondrinas dáuricas nativas. Algunas
parecen llegar por el Este hasta el Tchad, donde Salvan (1969) cita
observaciones y capturas de nuestra subespecie Cecropis daurica rufula
en marzo y octubre. También se ve en abril en Eritrea y Moreau (1972)
considera que éstas proceden de zonas húmedas situadas más al Sur. |