Golondrina Común

Hirundo rustica

Uno de los pájaros más populares es, sin duda, la Golondrina Común Hirundo rustica. No hay que extenderse mucho en la descripción de su plumaje por lo sobradamente conocido. Sus partes superiores son negro azuladas prolongándose este color por la larga y escotada cola donde destacan bien cuatro manchas blancas en las cuatro rectrices exteriores de cada lado. La frente y la garganta tienen un color llamativo y fácil de ver, aun en vuelo, castaño rojizo oscuro. Entre la garganta y el pecho es bien notorio una banda azul oscura y el resto de las partes inferiores son muy claras, del blanco al beige rosado. Los sexos son semejantes en una somera observación, pero las hembras tienen las partes inferiores más blancas, el plumaje del dorso no es tan brillante y, sobre todo, las dos rectrices exteriores de la cola tan largas en el macho, son en ella más cortas, rasgo que se aprecia fácilmente cuando la pareja está posada, por ejemplo, en los cables del tendido eléctrico. Las golondrinas jóvenes tienen estas rectrices exteriores mucho más cortas, su plumaje, en general, es más apagado, sobre todo en la frente y garganta y las manchas blancas de las rectrices son pequeñas y redondeadas, no tan rectangulares como en los adultos. Cogidas en la mano, las hembras se diferencian por tener la banda pectoral mal definida, más parda y con plumas castaño rojizas mezcladas. En ambos sexos el pico, las patas y los pies son negros; el iris de los ojos pardo y en las jóvenes la base del pico es amarillenta.

Aparte de tener un cuerpo estilizado, alas y cola largas y puntiagudas, la Golondrina Común posee otras características que la hacen inconfundible. Extremadamente inquieta, pasa la mayor parte del tiempo en el aire, volando de un lado para otro, realizando repentinos quiebros o ascensos y descensos, batiendo suavemente las alas y alternando con prolongados y rápidos planeos. Lo mismo vuela a gran altura, casi fuera del alcance de la vista humana, como lo hace rasante sobre el suelo o la superficie del agua. Los cambios inesperados en su trayectoria o los giros repentinos son características inconfundibles. La gracilidad de su vuelo es proverbial. En época de cría vive normalmente en parejas. Fuera de ella en grupos numerosos que se concentran sobre una charca o masa de agua que sobrevuelan densas nubes de mosquitos y otros insectos. En migración su vuelo es más directo e igualmente fácil pico al viento.

A veces lo acompaña de un agradable gorjeo que se escucha a gran distancia. La facilidad de vuelo es tanta que no tiene inconveniente en recoger con soltura y habilidad los insectos de la misma superficie del agua e incluso beber, introduciendo muy someramente el corto pico y levantando una o dos gotas. También captura al vuelo insectos posados en las plantas o las piedras. Se posa a menudo en el suelo levantando al hacerlo las alas, pero plegándolas y moviéndose suave, aunque torpemente debido a poseer patas cortas y relativamente débiles. En especial las golondrinas se posan a menudo cuando están construyendo el nido para recoger materiales, paja seca, barro, boñiga de vacuno. También en bordes de charcas, bebiendo poco, pero fácilmente. Prefieren como posadero los cables del tendido eléctrico o telefónico y con frecuencia clavos y alambres situados en las paredes de las casas. Igualmente se pueden ver en salientes de rocas en paredones y no rara vez en ramas secas o desnudas de hojas en árboles. Corrientemente en época de cría las parejas se ven juntas o el macho vigilante cerca del nido, pero fuera de ella se forman bandos numerosos que pueden llegar a alcanzar varios millares de golondrinas, especialmente en migración. Los dormideros son usados año tras año y algunos son tan antiguos que se ha perdido memoria de su iniciación. Curiosamente, determinadas calles de pueblos y ciudades no son desertadas incluso con el aumento del tráfico de vehículos a motor. En agosto y septiembre millares de golondrinas, sobre todo jóvenes se posan apiñadas en los cables muy corrientemente a baja altura en calles muy transitadas por personas. Preparan así la emigración a Africa. Puede decirse que la Golondrina Común es un pájaro eminentemente gregario e incluso en época de cría a menudo se reúnen un buen número de ellas para formar colonias de cría. Lo corriente son los grupos de 4-12 parejas y en el tercio norte de Iberia, sobre todo en la zona Cantábrica, la especie ha disminuido tanto que las parejas están dispersas por cuadras, caserías, almacenes, etc. También hay que citar las considerables reuniones de golondrinas en carrizales y vegetación acuática de marismas y riberas.

La Golondrina Común prefiere campo abierto, pero no rehuye zonas densamente habitadas y, por supuesto, no falta en el interior de las ciudades, aunque muchas de las que se ven en nuestras calles proceden del campo cercano o de edificios no habitados de los suburbios. En montañas y hasta niveles de 1.500-1.800 metros se ven golondrinas que presumiblemente vuelan por allí a la caza de insectos, pero que normalmente anidan por debajo de los 1.000-1.500 metros. No son raras pequeñas colonias en el interior de cuevas y se ha visto en los Picos de Europa algunas criando en entrantes de una pared vertical del mismo modo a como lo hacen los aviones comunes Delichon urbica. Siempre estos vuelan a mayor altura que las golondrinas, sobre todo durante las migraciones, pero con frecuencia se asocian. En alta mar se ven ambas especies juntas muy lejos de la costa Cantábrica, sobre todo en el otoño.

El canto de la Golondrina Común no puede reproducirse, pero sí decir que se trata de un gorjeo sostenido, muy agradable y realmente musical. Los floreos son frecuentes y se la puede escuchar cantando en vuelo ya desde el momento en que llega en marzo a Iberia. Durante la reproducción y aun después, canta posada en los cables del tendido eléctrico y muy a menudo lo hace a la vista del nido incluso dentro de establos, cuadras y cobertizos. En las agrupaciones de golondrinas que inician la emigración otoñal, el gorjeo es intenso y el griterío ensordecedor. Si está alarmada el tono mesurado de su voz se vuelve alto y estridente un ¡¡tisuí!! repetido y acompañado de rápidos vuelos sobre la cabeza del intruso. Ocasionalmente canta desde el suelo, probablemente cuando el celo es más intenso y mientras recogen material para el nido. A partir de los primeros días de abril y hasta finales de julio el canto es intenso, pero se hace intermitente en agosto y septiembre.

La dieta alimenticia está constituida por insectos. La mayoría de ellos son capturados al vuelo. Principalmente Díptera (Tipulidae, Chironomidae, Empididae, Tachinidae, etc.). Igualmente Ephemeroptera, Odonata, ocasionalmente Lepidóptera, Coleóptera e Himenóptera (Jourdain, 1940). La alimentación de los pollos incluye una gran variedad de Díptera, con una gran proporción del total a base de Tipulidae y Tabanidae. La presencia de masas de insectos voladores sobre lagunas, carrizales, marismas, estuarios, etc., puede concentrar un gran contingente de golondrinas que demuestran su habilidad en el vuelo con incesantes quiebros, ascensos y descensos. La captura de pequeñas presas en la misma superficie del agua hace que muy frecuentemente introduzcan en ella los extremos de las rectrices. También se han observado golondrinas posadas en el suelo comiendo presumiblemente hormigas con alas y otros insectos en días calurosos del verano.

En opinión de Bannerman (1954) son pocos los naturalistas que han observado el cortejo de los machos de Golondrina Común. Pero no me parece así desde que ya en el mes de abril son continuas las representaciones del macho que revolotea y se cierne sobre la hembra posada en un alambre del tendido eléctrico. Sí es cierto que estas escenas son muy breves y es difícil discernir hasta qué punto son representaciones del cortejo o intentos de apareamiento. Cuando el macho se cierne, despliega la cola y hay en él una clara tendencia a poner de manifiesto las manchas blancas de las rectrices a la vez que deja colgando las patas e infla las plumas de la garganta.

Muchos son los estudios que se han realizado sobre la reproducción de las golondrinas. La situación de los nidos en construcciones humanas y sobre todo lo habituadas que están estas aves a la presencia del hombre, permite realizar observaciones con relativa facilidad. La mayor parte de los nidos que se conservan intactos a través del invierno vuelven a ser ocupados al siguiente año por la misma u otra pareja en la que a menudo está un superviviente del año anterior. Primitivamente la Golondrina Común debía de anidar en cuevas de acantilados y montañas tal como todavía lo hace hoy en algunos lugares de Iberia. Adaptándose extraordinariamente bien a las poblaciones humanas, puede decirse que ahora es ave común en aldeas, caseríos, casas de campo, ganaderías, complejos turísticos en lagunas y embalses, anidando en cuadras, cobertizos, porches, soportales, bajeras, corredores, graneros, puentes, bocas de galerías de minas fuera de explotación, canteras abandonadas e incluso se han descubierto en el hueco de un árbol, (Walpole-Bond, 1938). Fernández-Cruz (1971) en marzo de 1969 encontró en Trujillo (Cáceres) una pareja de golondrinas que construían su nido en un Chaparro Quercus, encajado entre dos pequeñas ramas a 1,7 m. del suelo. En el mismo árbol que sólo tenía 2 m. de altura, había un nido viejo de Urraca Pica pica y una pareja de ellas estaba presente. En Asturias, Alonso de Iñarra en un detallado estudio de nidos y puestas realizado en una aldea asturiana cercana a la costa (Selorio, Villaviciosa), de 170 nidos examinados un 75 por ciento estaban construidos en vigas de madera de establos o cuadras del ganado vacuno. Para su colocación los pájaros aprovechan un saliente de las vigas de madera del techo, un clavo o una tabla y a veces sobre la misma viga; un 15 por ciento se asentaban sobre el techo de corredores y soportales o porches de las casas de labranza y el 10 por ciento restante estaban en cobertizos, graneros o tenadas.

Casi todos los nidos están formados por barro y hierba seca o paja. Su forma varía poco de unos lugares a otros y más con la peculiar personalidad de cada pareja de golondrinas. Alonso de Iñarra observa claramente que las golondrinas jóvenes construyen sus nidos añadiendo al barro una gran cantidad de hierba seca mientras las viejas prefieren mucho barro y boñiga de vacuno. El nido adopta una forma de cuenco abierto totalmente por la parte superior, pero a menudo esta abertura queda semicerrada y la entrada es solamente una hendidura en la parte superior. Sucede con bastante frecuencia que, tanto el Petirrojo Erithacus rubecula como el Chochín Troglodytes troglodytes, ocupan alguno de estos nidos, aquél cuando comienza la reproducción en el mes de abril o antes y el último cuando el macho prepara los nidos entre los que la hembra ha de escoger uno, tan temprano como a finales de febrero y más corrientemente en marzo. La llegada de las golondrinas ante estos nidos utilizados por otras especies produce en ellas una reacción curiosa de sorpresa y alarma. Se nota fácilmente todos los años que la Golondrina Común es un pájaro extremadamente sensible a la depredación de sus nidos. En los lugares donde éstos son abatidos les cuesta trabajo volver a anidar y, a menos que una gran concentración de parejas en la zona y escasez de lugares idóneos se produzca, el porche, cuadra o corredor donde el hecho se ha producido es rápidamente abandonado. Lo mismo sucede si el nido está ocupado por otra especie. Ambos adultos trabajan en su construcción y las pequeñas pellas de barro son amontonadas respetando su superficie redondeada de manera que al terminar la edificación hay una amplia taza con la pared exterior llena de pequeños bultos simétricamente colocados. Cuando una golondrina se decide a volver a ocupar un nido que previamente ha sido utilizado por una pareja de petirrojos, lo limpia y reconstruye con los materiales habituales. Basta con que quede un pequeño resto del año anterior adherido a una viga, techo o pared, para que el lugar sea nuevamente utilizado. Alonso Iñarra da medidas de nidos que reproduzco por su interés: La mayoría están comprendidas entre 9-11 x 6-8 cm., con una profundidad de copa de 3-4 cm. El mayor observado por él tenía 19 cm. de altura y 4 cm. de profundidad. Normalmente están forrados en su interior con plumas y muchos con briznas de hierba seca.

La puesta normal es de 5 huevos, pero puede oscilar entre 3 y 8. También hay muchas de 4 y 6 huevos. Alonso Iñarra en su estudio señala una excepcional de 8 huevos que se logró completa y los 8 pollos volaron bien. En 92 parejas que anidaron en su zona de estudio el 56 por ciento de las puestas fueron de 5 huevos; el 26 por ciento de 4 y el 14,6 por ciento de 6 huevos. El color es blanco con puntos pequeños y menudos pardo rojizos y también manchitas cenicientas. Jourdain para 100 huevos colectados en Gran Bretaña obtuvo un promedio de 19,94 x 13,74 mm. con un máximo de 24 x 13,6 mm. y un mínimo de 16,5 x 12 mm. Verheyen para 100 obtenidos en Bélgica da un promedio de 20,2 x 13,7 mm. D'Almeida en 10 recogidos en Portugal encontró un promedio de 18,7 x 13,5 mm. con extremos entre 17,7 a 20,9 x 12,6 a 13,8 mm.

La incubación es efectuada casi totalmente por la hembra durante 14 días (14-16 días, Jourdain; 12-14 días, Verheyen). Existen, sin duda, ligeras variaciones, pero nunca he podido controlar períodos superiores a 15 días. El macho colabora a menudo mientras la hembra sale del nido por espacios cortos que no suelen sobrepasar los 15 minutos. La muerte accidental de la hembra motiva el abandono del nido. No en cambio la muerte del macho. Al nacer los pollos tienen un plumón bastante largo, pero escaso y de color gris. El interior de la boca es amarillo pálido y no hay puntos oscuros en la lengua. Ambos adultos los ceban con insectos muy asiduamente, pero su desarrollo no es tan rápido como podría esperarse. A los 12 días pueden asomarse al borde del nido en demanda de alimento, pero no es hasta los 14-15 días en que colocados en línea permanecen continuamente con las cabezas fuera. A veces, forzados por la tardanza en recibir alimento caen al suelo donde son presas fáciles para los gatos. Algunos vuelan a los 18 días, aunque normalmente no lo hacen hasta los 23-24. Durante los primeros días después de abandonar el nido los jóvenes vuelven a dormir a él al atardecer. Dos puestas son normales en cada temporada y tres ocasionales. Del estudio de Alonso Iñarra resulta que un 45 por ciento de las parejas criaron una sola vez; el 55 por ciento lo hicieron dos veces y solamente un 5 por ciento realizaron tres crías. La tasa de natalidad es alta. De las 92 parejas estudiadas en Villaviciosa, nacieron 704 pollos que llegaron a volar, lo que equivale al 96 por ciento de los huevos puestos, un notable éxito sin duda. La depredación de golondrinas que comienzan a volar es muy grande. Numerosas aves de presa conocen las dificultades de los hirundínidos en los primeros días y sucede a menudo que gavilanes y halcones dan buena cuenta de las golondrinas jóvenes. El período de la cría se puede extender hasta mediados de septiembre. Nidos con pollos más tarde son excepcionales, pero se producen de vez en cuando en todas las latitudes europeas. Igualmente son frecuentes las puestas tempranas en el sur de Iberia en abril.

La Golondrina Común está muy extendida por Eurasia y norte de Africa en el Paleártico; en Escandinavia sobrepasa el Círculo Polar, pero aquí es ya más escasa, sobre todo en las extensas zonas de bosques de coníferas. La mayor densidad es alcanzada en los países de la cuenca del Mediterráneo. En Europa media también abunda, pero la población es menor y está muy sujeta a considerables y continuas fluctuaciones, fenómeno que también se acusa en Iberia. Aquí la población Cantábrica siempre ha sido menor que la del resto de la Península, pero hoy esta diferencia es más acusada aún. En zonas montañosas hasta 1.500 metros se ven pequeñas colonias establecidas en roquedos y chabolas donde la mayoría de los nidos están ahora abandonados. Bernis (1971) escribe que en bastantes comarcas deben rebasarse los 100 nidos por kilómetro cuadrado. En Castilla, Extremadura o Andalucía son infinidad las granjas, establos y complejos rurales que poseen grupos de 50-200 nidos. De este modo se puede admitir que la población de golondrinas españolas es todavía considerable.

La Golondrina Común inverna en Africa Tropical y Austral. En Europa se han realizado masivos anillamientos y como consecuencia de ellos, los cuarteles de invierno de las que se reproducen en Gran Bretaña, Alemania, Francia, etc. son bien conocidos. El paso otoñal de golondrinas es muy acusado en toda la Península Ibérica y lo mismo sucede en el norte y noroeste de Africa. Son tantos los datos y referencias que se han obtenido de este migrador nato, que se hace difícil resumir aquí algunas notas. El área de invernada en Africa es enorme y prácticamente llega desde el Trópico occidental hasta el extremo más meridional. Los países del Golfo de Guinea, Zaire y Unión Sudafricana, concentran la mayor parte de las recuperaciones invernales obtenidas. Se deduce de ellas una agrupación por países de origen. Así, las golondrinas británicas parecen concentrarse en Sudáfrica. Allí se unen a las siberianas y de Europa oriental. Sin embargo, dentro de este cuartel de invernada los bandos efectúan continuos movimientos en función del biotopo de manera que en los últimos años en Sudáfrica los cambios habidos en extensos carrizales han provocado un desplazamiento hacia el Oeste-Sudoeste.

Para poder determinar con exactitud los cuarteles de invierno de las golondrinas de cada País es necesario atender exclusivamente a los anillamientos que se efectúan de pollos en el nido. Los datos pueden ser falsos si se refieren a golondrinas que han sido anilladas en paso o en dormideros de verano y otoño. Su origen es entonces desconocido. En este caso están las recuperaciones en Africa (Liberia, Ghana, Zaire) de golondrinas anilladas en España al paso. Sólo una, anillada como pollo en Baza (Granada) en junio de 1972 fue recuperada en Mauritania en septiembre del mismo año.

La migración primaveral resulta extraordinariamente notoria en todas partes. Las primeras llegadas se producen en el sur de Iberia en el mes de febrero. Muchas ya se ven en días claros atravesar el Estrecho de Gibraltar volando a no mucha altura. El mayor contingente comienza a verse en marzo. Normalmente un buen contingente costea antes de penetrar en tierra firme donde siguen las líneas de los valles. Abril, en especial los primeros 15 días del mes, da el mayor número de golondrinas en paso. Alimentándose de plancton aéreo, los viajes diurnos suelen ser largos y un promedio de 100-200 Km cada día de progreso hacia el Norte se puede estimar con poco error. Con vientos fuertes pasan a baja altura. En Guipúzcoa donde la observación es fácil en abril y primeros días de mayo, son muchos millares de golondrinas las que costean o vuelan muy bajas con tiempos del Sur, algunas a ras de la hierba, al extremo de que no es difícil realizar su captura. Este mismo hecho se produce en gran parte de la Península, pues la penetración por el Sur se realiza en un frente amplio que abarca toda la costa sin que la travesía de brazos de mar sea obstáculo para este poderoso volador. El paso de golondrinas es muy notorio y denso a lo largo del litoral Cantábrico.

En el otoño el paso comienza pronto y ya en los últimos días de julio se aprecia bien en el País Vasco y en muchos pasos de los Pirineos. Sin embargo, resulta francamente espectacular en septiembre y octubre. Que muchas golondrinas europeas llegan pronto a la Península puede corroborarlo el anillamiento. Una, anillada en La Camarga ya estaba el 30 de julio en Minho (Portugal); otra anillada como pollo en el nido en Holanda fue capturada a mediados de agosto en Valencia y una más de Alemania ya estaba en Albacete en 20 de agosto. El retorno al lugar de nacimiento es proverbial en las golondrinas. Las adultas regresan si sobreviven exactamente a la misma cuadra o caserío donde criaron el año anterior. Muchas parejas ocupan incluso el mismo nido. Los jóvenes de un año de edad vuelven también a la zona, pero con tendencia a colonizaciones relativamente distantes. Una anillada en el nido en una aldea asturiana (Pando, Tornón) en el concejo de Villaviciosa, crió a la siguiente primavera en una cuadra de una aldea situada a 5 Km en línea de vuelo. Hay excepciones, sin embargo, y se han comprobado con frecuencia golondrinas jóvenes criando a más de 100 Km del lugar de nacimiento. Bernis (1971) estima que las grandes distancias a que aparecen golondrinas jóvenes pueden ser debidas a descarríos accidentales o forzadas por condiciones meteorológicas desfavorables durante la migración. Esto no es extraño puesto que el riesgo que los pájaros corren atravesando extensos brazos de mar, incluso desviándose de las costas y penetrando en pleno Atlántico, son muy grandes. En Baleares el paso otoñal es muy acusado sobre todo en el mes de octubre y muchas vuelan en dirección franca hacia el Sur. Ya se ha mencionado el denso paso que se observa en Gibraltar en migración primaveral. En el otoño los millares de golondrinas proporcionan un extraordinario espectáculo al ornitólogo. Thiollay y Perthuis (1975) entre el 1 y el 20 de octubre de 1974 en el campo de Gibraltar contabilizaron el paso de 41.826 golondrinas. Esta es, sin duda, una cifra mínima del total que debe ser enorme.

Las grandes oscilaciones que se observan en las poblaciones de golondrinas en toda Europa ya han sido parcialmente comentadas. Causas principales pueden tener un origen natural como los fuertes vientos que en determinados lugares del Sahara Occidental provocan verdaderas hecatombes como atestiguan muchos de los soldados españoles que patrullaron el desierto. Millares de estas aves se intentan refugiar en pequeños oasis o son arrastradas mar afuera por el Siroco. Posiblemente en uno de estos embates se pierden poblaciones enteras de una zona que presumiblemente viajan juntas. No menos influencia pueden tener en los países del Africa Tropical los tratamientos masivos desde avionetas con insecticidas que intentan sanear extensas charcas y carrizales en los que millones de golondrinas tienen sus posaderos y dormideros. La llegada prematura de fríos en Europa es otra causa que ocasiona enormes pérdidas cuando estas repentinas situaciones meteorológicas se presentan. El índice de mortandad es consecuentemente muy alto y pocas golondrinas superan los 5 años de edad. La mayoría de las que llegan a criar, viven 3 años como promedio. Hay, sin embargo, casos comprobados por el anillamiento de varias que han sobrepasado los 6-8 años y excepcionalmente algunas llegan hasta los 10 años.

En la Península Ibérica las recuperaciones de golondrinas anilladas en diversos países europeos son muy numerosas. La mayoría caen en paso otoñal desde julio a noviembre con un máximo en octubre. En primavera las hay desde marzo a junio y no faltan en meses invernales. Todos los inviernos se observan golondrinas en pleno invierno en zonas favorables y de temperaturas benignas del sur de España, Portugal e incluso de Baleares. En otros lugares hay registros esporádicos y así en Santander (diciembre), Asturias (enero), Guipúzcoa (diciembre) se han observado ocasionalmente. La misma situación existe en las costas catalanas donde los migrantes otoñales retrasados (finales de noviembre) no son infrecuentes. En Cáceres se registró una captura en diciembre de una golondrina anillada en Bélgica; en Minho (Portugal) se capturó otra en diciembre con anilla de Noruega; en enero hay varias capturas: una de procedencia alemana en Mallorca, otra inglesa en Castellón y dos francesas en Cádiz. Muchos años no parece ser tan escasa la población de golondrinas invernantes, en especial en el sudoeste de Iberia (Huelva y Algarve), a juzgar por las continuas observaciones.