Emberiza calandra El característico canto y
la pesada apariencia son rasgos de más valor para la identificación del
Escribano Triguero, Emberiza calandra, que la coloración del plumaje, que es
pardo y está rayado de marrón en la cabeza, espalda, pecho y flancos, éstos
con fondo beige ocráceo o blancuzco variable según zonas geográficas e
individuos. La garganta es blanca y se aprecian en ella solamente muy de
cerca unos pequeños puntos oscuros. En los machos adultos las plumas de los
lados de la garganta están rayadas de marrón, de forma que marcan como un
incipiente mostacho o bigotera. Detrás de los ojos hay una difusa banda
blanca que apenas se ve a no ser muy de cerca. El vientre es blanco y hay en
él a veces un ligero tinte amarillento u ocráceo. La cola es pardo oscura y
las rectrices exteriores no tienen color blanco en los bordes como sucede en
otros emberizidae. Las plumas primarias de las alas son muy oscuras,
marrones o pardo negruzcas, lo mismo que las secundarias. El pico es oscuro
por el culmen y amarillento en el resto de su superficie; los tarsos y los
pies tienen color amarillo pajizo con un ligero tinte rosado. El iris de los
ojos es pardo oscuro. Los jóvenes trigueros son
más pálidos por encima, con más partes de color beige que los adultos, y las
rayas negruzcas son más anchas y marcadas. En la garganta tienen muy
visibles los puntos negros y en el resto de las partes inferiores se parecen
mucho a los adultos, pero hay menos rayas, y la parte inferior del pecho
carece a menudo de ellas. Todas las plumas de las alas, incluidas las
cobertoras, tienen bordes beige o beige rojizo, formando las cobertoras
medias una raya o banda que se aprecia fácilmente. Los sexos son
indiferenciables por el color del plumaje, pero en ocasiones se nota un tono
más rojizo en la espalda de los machos, no pardo grisáceo o amarillento.
También son apreciablemente mayores y más agresivos, y su conducta difiere
bastante en primavera y verano, pues mientras los machos se posan siempre al
descubierto en postes y cables del tendido eléctrico, las hembras prefieren
permanecer ocultas entre la hierba o en los arbustos y plantas parásitas que
crecen en tierras cultivadas y rastrojeras. Follows (1969) tomó medidas de
ciento tres trigueros capturados en Inglaterra. Atendiendo a las cifras
obtenidas, estimó que los machos tenían un promedio alar mayor de 95
milímetros, y pesaban siempre más de 46 gramos, mientras el ala de las
hembras medía menos de 95 milímetros y el peso era inferior a los 46 gramos.
Svensson (1975), citando información de Mead, señala que en 116 trigueros
capturados en Portugal no se pudieron establecer las diferencias indicadas
por Follows. Sin embargo, observándolos en el campo y cerca del nido, hay
una evidente mayor robustez en los machos. Tanto jóvenes como
adultos tienen una muda completa, que incluye las plumas de las alas y la
cola, entre agosto y octubre, aunque los jóvenes en su primer otoño
conservan el margen o borde beige amarillento de las plumas y son
relativamente fáciles de reconocer. El Escribano Triguero es un ave
popular y muy abundante en la Península Ibérica. También hay que decir que
en la primavera y principios del verano resulta muy notorio por la costumbre
que tienen los machos de posarse siempre al descubierto en cables, postes,
cercas, alambradas, esquinas de aleros, muros de piedra, viejos edificios,
etc., desde los que lanza continuamente su monótono y extraño chirrido. Los
machos se ven normalmente solitarios en sus posaderos, desde los que, sin
duda, vigilan un territorio que no parece ser muy extenso, a tenor de la
distancia que media entre unos y otros, y si tenemos en cuenta, además, que
este pájaro es polígamo. Durante el otoño e invierno el triguero es
gregario, y machos y hembras vagan por rastrojeras y campos junto con otros
escribanos, fringílidos y gorriones. En el suelo caminan a saltos, y su
vuelo es potente, ondulado y recordando algo al de un Gorrión Común
Passer domesticus, pero la diferencia de tamaño es notoria. Es pájaro de
campo abierto, y muy rara vez se le ve cerca de arboledas, pero frecuenta
zonas con arbustos y linderos de monte bajo. Los extensos campos de cereales
del Occidente español albergan una población de trigueros muy alta, y su
densidad no parece haber descendido apreciablemente a pesar de la
introducción de cultivos nuevos y también modernas técnicas que han afectado
mucho a otras especies. Es bastante tímido y no permite la aproximación del
hombre a muy corta distancia, mirándonos con recelo en cuanto intentamos
acercarnos. A una distancia de 10-20 metros ya vuela, en general, no muy
lejos, para volver en seguida a su posadero favorito en cuanto nos alejamos.
Se posa en varios lugares para cantar, pero hay uno por el que siente una
especial querencia durante toda la primavera y el verano. En éste,
llamémosle, oteadero, se establece pronto, normalmente en marzo, pero no es
un reproductor temprano y espera a que las hierbas y los cereales hayan
alcanzado un desarrollo suficiente para ocultar los nidos. El monótono chirrido es,
en realidad, de corta duración y a menudo apenas nos da tiempo a fijarlo en
la memoria. La secuencia dura dos o tres segundos, y comienza con una
especie de tartajeo poco audible, formado por dos o tres notas, seguido de
un fuerte chirrido emitido con cierto énfasis al principio y que se debilita
y agudiza al final, notándose una cierta cadencia en su emisión. Suena como
¡¡ti-ti-ti ...hiiirrrrrrr!! Lanza esta frase o estrofa cuatro a seis veces
por minuto (seis a ocho veces según Tucker), y puede estar cantando durante
una hora seguida sin moverse del alto posadero, donde parece estar como
sentado (¿o lo está realmente?), con el plumaje inflado y el pico bien
abierto dirigido oblicuamente hacia arriba. En una postura realmente
indolente. A partir de los últimos
días de julio muchos trigueros jóvenes, formando grandes bandos, se
desperdigan por los campos y al volar de un lugar a otro lanzan un breve y
abrupto ¡¡kit!! o ¡¡kit-it-it¡¡ En abril y mayo se les oye ya un corto
¡chip!, repetido con insistencia, pero separando bien una nota de otra.
Cuando se sienten observados o les encontramos el nido, emiten un prolongado
¡¡sip!! en tono lastimero, y también un ¡¡síu!! Al ver que su nido está
amenazado, muestran gran inquietud y revoloteando cerca del intruso lanzan
un áspero ¡¡chirrr!! o ¡¡kierrr!!, repitiéndolo continuamente. Algunas veces
cantan al vuelo, y resulta fácil observar que cuando dejan un posadero
llevan las patas colgando a veces durante el corto trayecto de un poste a
otro. El canto es emitido durante todo el año. Pero hay que insistir que con
fuerza solamente se le oye desde febrero hasta los primeros días de agosto,
e intermitentemente el resto del año. En septiembre los trigueros están en
plena muda, y únicamente de forma ocasional se les oye cantar, aunque
algunos se salen de la regla general y al principio del mes cantan todavía
con fuerza. Su poder de transmisión es grande, y es corriente oírlo desde
cuatrocientos metros de distancia. Dada la alta densidad que existe de esta
especie, es fácil escuchar cantando a la vez a varios machos. Al escribir sobre el
canto del Escribano Triguero se recuerda la fábula, que, según Irby (Bannerman, 1953)
se cuenta en Andalucía (sic.): «La Abubilla, a su llegada, no tenía lugar
donde sentarse, por lo que compró o alquiló un poco de campo del Escribano Triguero,
pero cuando llegó el día del pago, la Abubilla se alejaba volando,
repitiendo incesantemente su fúnebre grito: ¡¡puu, puu!! Desde entonces el
Escribano Triguero canta continua y monótonamente quejándose del engaño de la Abubilla
y pidiéndole en vano el dinero». En lugares próximos a la costa no es raro
que los trigueros canten desde lo alto de un acantilado. Visto así desde la
tierra da la impresión de que lo hace en el suelo, pero el pájaro no mira
sino al mar. También se ve en pleno canto posado con relativa frecuencia en
el tope de una planta de Tojo Ulex. Aunque haya intenso calor no deja
de cantar, lanzando su estrofa a intervalos de ocho a trece segundos, e
interrumpiéndose cuando alguna de las hembras con las que se ha emparejado
sale del nido para comer, acompañándola en su breve correría. Al cantar
mueve la cola arriba y abajo, con una ligera vibración que también transmite
al cuerpo. Collinge ha calculado que
la dieta alimenticia está formada por un 71,5 por 100 de material vegetal,
que incluye semillas, hojas, hierbas, brotes, plantas parásitas, frutos
silvestres, etc., y un 28,5 por 100 de origen animal, integrado, sobre todo,
por insectos (coleóptera, lepidóptera, odonata, etc.), siendo los más
destacados los pequeños escarabajos, orugas, hormigas, libélulas, etc.
También captura numerosas arañas, ciempiés, babosillas, caracoles, lombrices
de tierra (Jourdain, 1940). Del mismo modo que un
Escribano Triguero es muy fiel a un posadero, desde el que vigila y canta, y a él
vuelve año tras año, si sobrevive; el mismo lugar, la misma parcela de
tierra y hierba o el mismo hueco en el suelo son ocupados invariablemente.
Recorriendo la línea de campo inmediatamente debajo de un tendido de
electricidad que cruza el territorio de uno o varios trigueros, pronto
encontramos los lugares favoritos para cantar. Las muchas horas pasadas en
ellos dejan una huella de excrementos en el suelo, que a menudo llega
incluso a secar la hierba bajo los posaderos. Esto nos favorece para
observar el cortejo de las hembras. A partir de la segunda quincena de marzo
muchos trigueros se han establecido ya en su territorio, pero la gran
mayoría no lo hacen hasta la primera semana de abril. Pronto los machos
comienzan a realizar vuelos cortos en vertical, cerniéndose a baja altura
con las patas colgando o volando en círculos sobre el lugar donde está
posada la hembra. De acuerdo con observaciones de Walpole-Bond (1938),
varios trigueros de ambos sexos pueden llegar juntos a un territorio.
Inesperadamente todos comienzan a volar erráticamente cerca del suelo y a
cernirse a baja altura, actitudes parecidas a las de los estorninos cuando
cazan moscas y mosquitos. Estas evoluciones pueden descubrir,
indudablemente, un significado amoroso, teniendo en cuenta que sólo son
observadas durante la reproducción. En cualquier caso, el macho tiene a
intervalos y en pleno vuelo un curioso temblor en las alas que a veces llega
a ser un débil, pero apreciable, estremecimiento. Los nidos están situados
normalmente en el suelo entre la hierba o al abrigo de una planta, y a
menudo ocupando una oquedad en la tierra. Siente este pájaro predilección
por campos donde crecen las centauras Centaura nigra y los cardos.
Consecuentemente muchos nidos están cerca de estas plantas. Otros no en el
mismo suelo, sino a una altura sobre él que puede oscilar entre 50 y 150
centímetros, normalmente en arbustos o tojares. Los trigueros que comienzan
la nidificación algo retrasada pueden hacer su nido en tierras cultivadas,
lo mismo que las segundas puestas de los más madrugadores. También hay nidos
en taludes con no mucha pendiente y zonas de campo improductivo llenas de
plantas parásitas y ortigas. La construcción del nido corre enteramente a
cargo de la hembra, que aporta el material y lo entrelaza. Muy rara vez se
ha visto a un macho acercarse al nido con alguna hierba. El nido es bastante
descuidado y está formado por tallos y hierbas secas, ocasionalmente también
verdes, y forrado en su interior por hierba fina y pelos. Algunos tienen una
pequeña ramita de tojo e incluso musgo. La presencia de plumas en su
interiores muy rara. Muchos son tan voluminosos como los del Mirlo común,
aunque el cuenco interior es, naturalmente, más pequeño. Los que están en
arbustos tienen el fondo exterior formando como un cono o tubo que puede
llegar incluso hasta el suelo en los situados a más baja altura. Si esta
extraña manera de construir tiene algún objeto, se desconoce. Un nido
grande, no completamente redondo, puede tener un diámetro de 17,5 por 15
cm., y una altura exterior, incluyendo la porción cónica o tubular, de 12,5
cm. Las primeras puestas se encuentran en Iberia a partir del 20 de abril.
Las anteriores a esta fecha son escasas, y abundan en la primera semana de
mayo. Normalmente cada una está formada por cuatro-cinco huevos, pero las
hay de tres, y no muy rara vez de seis. Su color es el blanco grisáceo o
pardo muy claro con manchas y líneas de forma irregular y puntos marrón
negruzcos junto con zonas de tono azulado. Algunos son totalmente azul
pálido, otros blanco-violáceos, rosados e incluso rojizos, pero éstos tienen
también manchas muy oscuras. En la mayoría se aprecia un tono violáceo
difuso junto a las manchas y dibujos marrones. Los que carecen de marcas son
muy raros y se encuentran muy pocas veces. Jourdain, para cien huevos
colectados en las Islas Británicas, obtuvo un promedio de 23,8 por 17,72
mm., con un máximo de 28,6 por 18 mm., y un mínimo de 19 por 17,6 mm.
D'Almeida, para once del norte de Portugal, da una media de 23,2 por 16,6
mm., con un máximo de 22 a 25,3 por 15,4 a 17,4 mm. Verheyen, para 52 de
Bélgica, encuentra un promedio de 23,8 por 17,5 mm., y Niethammer, en
Alemania, 24,1 por 17,2 mm. Solamente la hembra incuba, y en opinión de
Walpole-Bond comienza a hacerlo con la puesta del primero o segundo, pero no
parece que esto suceda en puestas de cinco-seis huevos, puesto que los
pollos nacen con un intervalo de pocas horas y no más de treinta y seis del
primero al segundo. Las puestas de uno y dos huevos solamente son muy
ocasionales, pero existen, e indudablemente en ellas la hembra ya está
incubando desde el primer día. Después de catorce días (doce-trece,
Jourdain; doce-catorce, Harrison) nacen los pollos con bastante plumón largo
y de color beige amarillento. El interior de la boca es de color carne, y
las comisuras, amarillas. No hay puntos oscuros en la lengua. Mientras está
incubando, la hembra sale del nido por lo menos una vez cada hora y, como ya
he dicho, es acompañada por el macho, que deja inmediatamente de cantar. La
ausencia de su posadero favorito mientras su pareja está en período de
incubación es señal evidente de que ambos, juntos, están buscando comida no
muy lejos del nido. También es la hembra la que ceba a los pollos,
normalmente con orugas. Que los machos, no todos,
por supuesto, del Escribano Triguero son polígamos parece hoy suficientemente
aclarado. Muchos ornitólogos se han ocupado en probar lo que al principio
era simple sospecha. Los ingleses Ryves y el también inglés Walpole-Bond
(1938), estudiaron este problema en 1932-34 los primeros y en 1932 el
segundo. En la primavera de 1933 los Ryves mantuvieron bajo estrecha
vigilancia veinticuatro machos establecidos a lo largo de un campo de la
línea costera en una longitud de diez kilómetros. Estos trigueros, bien
visibles mientras cantaban, disponían en la zona de 45 hembras, por lo que
la proporción de machos a hembras era de 1 : 2. Un detallado estudio y
observación probó que por lo menos quince de los veinticuatro machos eran
polígamos, lo que viene a ser el 60 por 100. El número total de nidos
encontrados por los ornitólogos pertenecientes a los veinticuatro machos fue
de 54, de los que volaron sin novedad 126 jóvenes trigueros. Estos machos
(24) podían ser divididos en dos categorías: a) machos aislados ocupando
cada uno un extenso territorio sin ningún otro macho en las proximidades, y
b) colonias de machos (más de dos) ocupando territorios pequeños y muy cerca
unos de otros, de forma que algunos tenían el cantadero a solamente una
distancia de cuarenta metros del más próximo. Seis machos estaban
comprendidos en la categoría a) y dieciocho en la b). Los primeros tenían
cada uno entre dos y tres hembras en su territorio, mientras los segundos,
que anidaban en grupos, disponían cada uno de dos-cuatro hembras.
Continuando sus observaciones en 1934, los Ryves obtuvieron aún más notables
conclusiones. Quince machos demostraron ser polígamos y dos de ellos tenían
no menos de siete hembras cada uno (¡!). Una conclusión indudable es que la
Naturaleza contribuye extrañamente a que esta poligamia se produzca con el
exceso de hembras que indudablemente nacen en cada nido. A las mismas
conclusiones llegó Walpole-Bond. Después de una minuciosa búsqueda por los
territorios ocupados por machos cantores de trigueros, halló más nidos que
el número de aquéllos. Un macho tenía dos nidos; otro, tres; dos machos,
cuatro nidos; tres machos, cinco nidos, etc. Muchos de los nidos estaban muy
juntos, separados entre sí por pocos metros. Durante nueve-once días
los pollos son alimentados en el nido, y entretanto los machos no cesan de
cantar. Parece ser que alguna vez intervienen
pero nunca con cebo. Los pollos son huidizos, y si se les molestan salen del
nido a los ocho-nueve días, quedando ocultos entre la hierba. Los trigueros
adultos son muy alarmistas cuando el observador se aproxima a su territorio
y descubren pronto el nido. Si la zona es tranquila, los jóvenes trigueros
pueden permanecer hasta doce días en el nido. Dos crías en cada temporada
son normales en gran parte de Iberia. Se dice que también una tercera. Emberiza calandra
ocupa gran parte de Europa y norte de Africa, pero falta en Islandia y
Noruega, y es solamente local en el extremo sur de Suecia. Tampoco se
reproduce en Finlandia, y en Rusia sólo en el sur. Aunque ampliamente
distribuido, muestra preferencia por campos costeros y zonas de cultivos
próximas al litoral. En algunos países se acusa un descenso muy notable en
su densidad, atribuible al tratamiento con insecticidas y otros plaguicidas
de extensas parcelas de cereales. La Península Ibérica
posee todavía la mayor población de Europa. En la mitad occidental, y en una
línea que va desde Asturias hasta el occidente andaluz, la presencia de los
machos de Escribano Triguero cantando al borde de carreteras y caminos desde los
cables, postes, arbustos,cercas, etc., es parte fundamental del paisaje. No
faltan tampoco en el resto de la Península Ibérica, incluso en la zona
Cantábrica, donde su reproducción es marcadamente local en pequeñas
colonias, y también hay muchos machos dispersos, criando todos en herbales y
campos cultivados con plantas forrajeras. También cría en Baleares. Gran
parte de nuestra población es sedentaria, pero indudablemente sujeta a
erratismo a partir de finales de agosto y quizá en no pequeña medida a una
cierta trashumancia invernal. Aunque todavía en agosto, e incluso en la
primera semana de septiembre, se pueden encontrar nidos con pollos recién
nacidos, ya se observan y se escuchan los bandos de trigueros junto con
otros de gorriones comunes y fringílidos, vagando por los campos y
rastrojeras. Muchos proceden de países más norteños, y en Guipúzcoa se
observa un notable paso otoñal en septiembre y octubre. Sin embargo, las
capturas en el paso primaveral no son todo lo numerosas que cabía esperar. |