Sylvia borin Poco destacado es el
plumaje de la Curruca Mosquitera
Sylvia borin. Sus partes superiores con inclusión de la cabeza son pardo
claro uniforme con un ligero tinte oliváceo que falta en algunas; las partes
inferiores son blancas y el pecho y los flancos están teñidos de beige u
ocráceo claro. Las alas y la cola son más oscuras que el cuerpo y los tarsos
y los pies pardo grisáceos. Del mismo color es el iris de los ojos. El pico
es pardo oscuro, pero en la base de la mandíbula inferior hay una zona pardo
amarillenta. Sobre los ojos se aprecia ligeramente una línea más clara. No
hay posibilidad de diferenciación de los sexos por el color del plumaje. Los
jóvenes también son difíciles de diferenciar de los adultos. Esta es una de las
especies más escondedizas de nuestra avifauna y salvo durante la
reproducción, que los machos atraen nuestra atención por el canto y en
migración otoñal, hay pocas posibilidades de ver a este pájaro de aspecto
rechoncho y coloración uniforme que pone especial cuidado en que no se le
observe. Es muy activo, pero tranquilo y reposado en sus movimientos entre
la vegetación, evitando volar al descubierto y si lo hace, calándose
rápidamente entre el follaje o en un matorral. Unicamente en migración
otoñal la especial predilección que tiene por comer higos y frutos
silvestres permiten observarle bastante bien. Las currucas mosquiteras que a
partir de la segunda quincena de agosto comienzan a llegar a Iberia, invaden
prácticamente toda la campiña y se concentran sobre todo en el Norte, en las
plantas de Saúco Sambucus nigra que crece espontáneamente por todas
partes, comiendo el fruto negro. Los mismo sucede con los higos. Las que se
capturan para anillamiento están atiborradas de comida cuyo objeto no será
otro que emprender la emigración sobre el norte africano con una buena
reserva de grasa. En septiembre de 1965 se capturó una que pesaba 40 gramos,
peso no registrado hasta ahora para esta especie en Iberia. Williamson
(1964) para 50 migrantes de otoño en Inglaterra obtuvo un promedio de 17,2
gr. (11-25,4 gr.). Promedio de 50 migrantes de otoño en Asturias: 19 gr. Sylvia borin es pájaro
solitario que ocupa matorrales de toda la campiña, setos de linderos de
bosques, malezas de poca altura en zonas montañosas, jardines, etc. Es más
escasa en bosques de coníferas al faltar la vegetación arbustiva y puede ser
observada o escuchada en zonas extensas desarboladas con tojares y zarzas (UlexIRubus). La primera noticia que de
su llegada a la campiña tenemos es el continuo sonido que lanza parecido a
otro de la Curruca Capirotada Sylvia atricapilla, pero más lentamente
emitido, como más deliberado ¡¡ta-ta-ta...!! espaciando más las sílabas y
solamente acelerándolo en el caso de grave alarma. Su canto es dulce y
melodioso y consiste en un gorjeo a menudo muy sostenido, sobre todo en
machos viejos (de más de 2 años). Los adultos de un año cantan con menos
ardor, más parsimoniosamente y sus estrofas son más cortas. Normalmente la
duración de cada una no supera los 6 segundos (Tucker, 5 segundos),
repitiendo el canto en un minuto 6-8 veces. Excepcionales cantos de machos
de 5-6 años de edad duran hasta 10 segundos y la interrupción entre la
emisión de cada grupo de estrofas es tan corta que en la práctica en un
minuto el pájaro solamente ha interrumpido el canto unas fracciones de
segundo, puesto que he medido hasta 6 estrofas en aquel período. Estos son
cantos excepcionales, pero que cuando se oyen sorprenden al observador que
cree por un momento haber descubierto una alondra. Tucker ya señala que el
canto puede ser continuado casi sin interrupción por 5 minutos. Algunas de
las estrofas que emite la Curruca Capirotada, sobre todo cuando aún no ha
completado el canto de primavera con la incorporación de silbidos, pueden
originar confusión y de hecho aun el más experimentado ornitólogo piensa por
unos segundos que Sylvia borin ha
llegado antes de tiempo. Esto sucede a menudo cuando Sylvia atricapilla
emite en febrero y marzo y aun en abril un seudocanto gorjeante que en
ocasiones reviste gran vigor y potencia. Sylvia borin canta también sostenidamente antes de estar emparejada
y entonces lo hace desde posadero oculto, teniendo el canto una terminación
como un floreo y poseyendo limitado alcance, no más de 100-150 metros,
cuando canta con fuerte celo y presencia de la hembra puede ser escuchado en
buenas condiciones, incluso en el interior del bosque a 200-250 metros.
Muchas currucas cantan desde posadero alto, pero no descubierto. Canta mucho
a partir de su llegada hasta bien entrado el mes de julio. Además de las
notas señaladas ya, cuando cree que su nido está siendo vigilado emite un
lastimero ¡¡u¡¡!! o ¡¡bii!! También, si fuertemente alarmada, un duro o
áspero ¡¡cherr, cherrrr...!! La dieta alimenticia está constituida
fundamentalmente en primavera por insectos y sus larvas. Lepidóptera,
Coleóptera, Hemíptera, Díptera (Tipulidae, sobre todo) y ocasionalmente
pequeñas lombrices de tierra. Los pollos son alimentados en el nido con
orugas, dípteros y arañas. A partir del verano come toda clase de frutos
silvestres y cultivados y cuando realiza una segunda puesta, los pollos que
de ella nacen son cebados con trozos de cerezas y otros frutos silvestres,
incluso pedazos menudos de higo. La llegada de los machos
a su zona de cría parece preceder ligeramente a la de las hembras. Una
semana probablemente. Esto, sin embargo, es muy difícil de comprobar
considerando el carácter tan escondedizo de la Curruca Mosquitera. A juzgar
por la excitación que muchos machos sufren cantando con inusitado vigor y
congregándose varios en una misma zarza, lanzando su típica llamada
¡¡tak-tak-tak...!! el celo se manifiesta no más tarde de una semana después
de ser escuchado el primer canto de curruca. Así como en la Curruca
Capirotada el emparejamiento se produce bien al descubierto y muy
frecuentemente en las ramas de los árboles o arbustos,
Sylvia borin es observada sólo por pura casualidad cuando un macho en el
colmo de la excitación se deja ver fuera de cobertura vegetal con las alas
entreabiertas, la cola desplegada en abanico y temblándole todo el cuerpo,
tratando de entrar entre la vegetación donde parece que existe un enemigo
invisible (la hembra) que le hace retroceder. Posado en una rama se acerca,
caminando lateralmente, a la hembra, siguiendo las rápidas persecuciones que
no se diferencian en nada de las que conocemos para otros pájaros antes de
que el apareamiento se produzca. Sylvia borin construye un nido
relativamente ligero en cuanto a material, pero no tanto como el de la
Curruca Capirotada. Siempre está a menor altura que el de aquélla y con
mucha frecuencia a pocos centímetros del suelo bien oculto entre las ramas
bajas de un arbusto, matorral de Rubus spp., mata de ortigas
Urtica dioica, plantas cultivadas de Frambuesa, alguna vez en arbustos
de adorno como Berberis e incluso en pequeños árboles. Cuando los machos
llegan suelen esbozar un nido reuniendo hierba seca y formando un cuenco
somero que se parece entonces al nido completo de una Curruca Capirotada. No
siempre la hembra elige uno de estos desaliñados comienzos o cimientos. Casi
siempre ambos empiezan la construcción del nido definitivo trabajando en el
aporte de material a la vez. Fundamentalmente el macho sujeta hierba seca
con tallos de plantas también secos sobre el que la hembra añade musgo y
alguna hoja seca. Esta estructura no está sujeta, sino simplemente apoyada
en una horquilla o entre dos ramas que se cruzan, más bien diría que
encajada. Promedio de altura normal sobre el suelo para 10 nidos: 45 cm.
Altura máxima: 1,55 m. Altura mínima: 10 cm. Sin embargo, hay datos de nidos
a alturas excepcionales en altos y enmarañados arbustos invadidos de plantas
enredaderas. Uno de 2,45 m. El interior de los nidos está cuidadosamente
forrado con hierba muy fina, pelos y raicillas. La mayoría de las puestas,
por lo menos en el norte de Iberia, no se producen hasta los últimos días de
mayo. Anteriores al día 15 son verdaderamente excepcionales. Una puesta
normal es de 4 huevos. Casi siempre las de 5 son de pájaros de más de un año
de edad. Hembras jóvenes ponen con bastante frecuencia sólo 3 huevos. Como
extremos se señalan 3 y 7 huevos. Segundas puestas son de 3 ó 4 huevos.
Tienen la cáscara lisa y algo de brillo y hay gran variación en el tamaño de
unos pájaros a otros. Existe mucha variación en el color. La mayoría son
blancuzcos con un ligero teñido de pardo amarillento o beige; los hay
verdosos y también azulados. Casi siempre están manchados de pardo oscuro,
oliváceo, rojizo, gris, violeta, negruzco, etc. Los puntos y pecas estan
irregularmente repartidos y ocasionalmente en algún nido se encuentra un
huevo con la cáscara casi sin manchitas y todo lo más un débil punteado muy
fino. Resulta difícil dar siquiera una idea de tan abigarrada coloración. Jourdain para 100 huevos
colectados en las Islas Británicas obtuvo un promedio de medidas de 20,1 x
14,79 mm. con un máximo de 22 x 15 mm. y un mínimo de 18,3 x 14 mm. Verheyen
en 100 de Bélgica da una media de 20 x 14,7 mm. Niethammer para 71
colectados la mayoría en Alemania encontró una media de 19,9x14,5 mm. En la incubación toman
parte ambos adultos, pero es difícil medir tiempos para cada sexo. A tenor
de los largos períodos de silencio en el canto del macho cuando en el nido
hay huevos, debe pensarse que aquél incuba por largos períodos. Aunque
ocasionalmente se le puede oír cantando a partir del momento en que sale el
sol, es más frecuente que el canto no empiece hasta las 8 horas (hora
solar). Supuestamente el macho puede incubar durante la noche y ser relevado
por la hembra al amanecer. Como este pájaro es muy conservador en sus
costumbres, invariablemente recorre el mismo camino para salir y entrar en
el nido y aprovechándome de esta circunstancia se ha capturado con la red y
comprobado por su plumaje mojado que la duración del período de incubación
del macho había sido prolongada, mientras la hembra se mantenía seca. La
incubación dura 12 días (Verheyen, 12-13 días, Harrison, 11-12 días). Los
pollos al nacer están desnudos de plumón y tienen el interior de la boca de
color rojo salmón brillante con dos puntos morados en la base de la lengua.
La alimentación por ambos adultos es continua y silenciosa, dejando de
cantar el macho casi completamente. De este modo el desarrollo es muy rápido
y a los 9 días algunos completamente colicortos abandonan el nido y se
colocan juntos en una rama cercana donde continúan siendo cebados por los
adultos. Con frecuencia la hembra los tiene agrupados y aunque ya no los
cebe, toda la familia se mantiene unida, salvo el macho. Con relativa
frecuencia en una segunda puesta están posados en el mismo matorral, donde
uno de los adultos incuba, jóvenes de la primera cría. Sylvia borin se reproduce en
la mayor parte de Europa, faltando en Islandia y siendo escaso o local en la
cuenca mediterránea. En la Península Ibérica es abundante en el tercio Norte
a todos los niveles y aunque no puede decirse que sea precisamente un pájaro
de jardín, sí lo es típico de la campiña verde de la zona Cantábrica,
Galicia, gran parte de León y Castilla la Vieja, La Rioja, Navarra, Aragón y
sólo en altos niveles en Cataluña. Maluquer (1971) no lo considera
nidificante en el Delta del Ebro. En el Sur es local y hay más parejas
reproductoras de lo que se cree. La Curruca Mosquitera es
un migrador notorio que comienza a observarse en el sur de Iberia no antes
de la segunda semana de abril. Las primeras en llegar son indudablemente
aves en paso hacia el Norte de Europa y no nativas como se ha supuesto. El
paso a través de Iberia desde el 20 de abril hasta el 15 de mayo se nota por
todas partes con especial concentración en las cabeceras de los Pirineos.
Sin embargo, el grueso de los migrantes puede sobrevolar la Península
Ibérica y solamente condiciones meteorológicas desfavorables ocasionarían
«caídas» de migrantes siempre espectaculares. Los pájaros presienten un
cambio repentino en la situación atmosférica, deteniéndose en su viaje y
permaneciendo incluso varios días estacionados en zonas de monte bajo y
arbustos o matorral. El mayor contingente de migrantes puede pasar entre el
28 de abril y el 5 de mayo. Las currucas nativas no se establecen hasta
después del 10 de mayo y no todas. Muchas continúan llegando hasta los
primeros días de junio. Una fecha normal en el Norte es el 20 de mayo, en
que ya son muy numerosos los machos cantando. Fechas anteriores son
ocasionales. El paso de otoño es mucho
más espectacular. En la práctica toda la mitad occidental de la Península
queda cubierta por una enorme masa de currucas que pululan por arbustos y
árboles frutales, con especial dedicación a las higueras, siguiendo el ciclo
de maduración de este fruto desde el País Vasco hasta el sudoeste portugués
y andaluz. En toda la costa Cantábrica se nota el paso, lo mismo que en
Galicia y Portugal. En este país donde las parejas que anidan deben ser muy
pocas o por lo menos producen la sensación de estar dispersas en el Norte
(Mead, 1975, no la cita como nidificante en Tras-os-Montes), se producen
verdaderas matanzas capturándose millares de currucas para servir como
«pajaritos fritos» bajo la denominación más gastronómica de «hortelanos». En
otras zonas de Iberia también se aprecia el paso otoñal, aunque no con la
fuerza de la mitad occidental. Sylvia borin inverna en una
extensa zona africana que va desde el Africa Tropical Occidental hasta Kenia
al Este y Sudáfrica al Sur. En el invierno es numerosa en Sierra Leona,
Gambia y Nigeria. El anillamiento masivo de esta especie en Europa ha
producido recuperaciones tan lejanas como una alemana en Zaire, otra
francesa en Camerún y cinco de Finlandia en Zaire (3), Zambia y Rhodesia,
todas capturadas allí en enero y febrero. Durante su invernada comen
principalmente frutos silvestres. El anillamiento ha
permitido comprobar la fidelidad que las currucas mosquiteras guardan a su
lugar de nacimiento al que regresan año tras año para anidar. Igual que
otras muchas especies uno de estos pájaros puede persistir en ocupar el
mismo matorral donde invariablemente es capturado. Entre los anillados se ha
comprobado regresos exactamente al mismo lugar 5 años consecutivos del mismo
pájaro. Teniendo en cuenta que éste había sido anillado como adulto, hay que
calcular sin error una edad de 6 años como mínimo. Casos como éste son
frecuentes. |