Curruca Capirotada Sylvia atricapilla Uno de los pájaros más
abundantes en la campiña Ibérica a todos los niveles es la Curruca
Capirotada Sylvia atricapilla. El macho es inconfundible con un
capirote negro brillante que no le rebasa
La hembra se diferencia
inmediatamente del macho por tener el píleo castaño rojizo y el resto de las
partes superiores son pardo oliváceas, no grises como en el macho. En los
lados de la cara y el cuello hay un tinte grisáceo. El pecho y los flancos
tienen un tono pardo pálido, algunas veces con un tinte gris, pero siempre
más parduzco el color que el del macho. El pico de ambos adultos
es negruzco con la mandíbula inferior gris pizarra. Los tarsos y los pies
son de color gris azulados. Los jóvenes se parecen a
las hembras adultas, pero el píleo en los machos es marrón o pardo con tono
grisáceo y no pardo amarillento como en las hembras. Quizá también se pueda
apreciar en la espalda y dorso de las alas un tinte más rojizo que falta
completamente en los adultos. Dato inconfundible es el color de las partes
inferiores: pecho y flancos son considerablemente más oscuros que en los
adultos. La Curruca Capirotada es
un pájaro incansable que muestra su presencia cantando constantemente y, a
diferencia de otras currucas, saliendo al descubierto con más frecuencia.
Especie de campiña arbolada, no falta en densos bosques siempre que éstos
posean una buena cobertura vegetal de matorral y zarzas. No sube, sin
embargo, tanto en altitud como Sylvia borin y prefiere mucho más
zonas bajas y de altura media hasta 500 metros. Precisamente en bosquetes y
huertos de frutales con preferencia por vegetación próxima a las viviendas
humanas, es donde alcanza una mayor densidad. La presencia del Saúco
Sambucus nigra, Aligustre Común Ligustrum vulgaris, Hiedra
Hedera helix, Espinos
Pyracantha y Crataegus y Zarza común Rubus sp.
es fundamental para su
subsistencia durante el otoño e invierno. Los machos se diferencian
bien de las hembras por poseer una conducta mucho más vivaz y agresiva.
Salen más al descubierto y vuelan con relativa frecuencia espacios abiertos
mayores. Aunque se ocultan con preferencia en matorrales y setos, también se
pueden observar en las ramas de los árboles con mayor querencia por frutales
y especies caducifolias. No faltan en pinares y eucaliptales. Cuando vuelan
de uno a otro matorral, lo hacen como a sacudidas. En mayores distancias su
vuelo es marcadamente ondulado. Pocas veces se posan en el suelo y cuando lo
hacen en las ramas de los árboles se mantienen con las patas flexionadas.
Son ágiles y activas y fuera de la época de la reproducción forman pequeños
grupos. En el verano la hembra adulta es acompañada normalmente por 3 ó 4
jóvenes y en el invierno las parejas se mantienen unidas. Durante la
migración otoñal machos y hembras forman bandos solamente cuando se agrupan
sobre las higueras, sáucos y otras plantas para comer el fruto. Si se las
espanta del lugar, cada una vuela en dirección diferente. Se puede estimar
que este pájaro es manso y aun en época de reproducción permite el
acercamiento a muy corta distancia. Si se descubre el nido bien sea con
pollos o huevos, la reacción, sobre todo de la hembra, es muy curiosa.
Inicia a poco metros del intruso un revoloteo por el suelo, manteniendo una
de las alas estirada y simulando no poder volar. La alarma de ambos adultos
es muy grande y es difícil que se alejen del lugar hasta que el peligro haya
desaparecido. El canto de la Curruca
Capirotada es uno de los más agradables y variados de la avifauna ibérica.
Cuando está alarmada, tanto machos como hembras lanzan un seco y duro
¡¡teck, teck,...!! repetido insistentemente de dos en dos y que toma un
ritmo muy rápido si la excitación sube de tono. Mientras se observa sus
nidos, lo mismo el macho que la hembra se aproximan a ellos emitiendo una
serie de sonidos breves y en cierto modo dulces ¡¡suirr, suirr!! en tono muy
bajo y que hay que estar muy cerca para escucharlos. Los machos pueden
lanzar un áspero ¡¡cherr!! y cuando, se aproximan al nido con cebo, avisan
normalmente su llegada cantanto brevemente. Mucha variación
individual existe entre las currucas capirotadas de una pequeña zona. Cada
una tiene su estribillo y con un poco de práctica pueden agruparse
diferentes machos cantores como pertenecientes a un clan con canto similar.
El canto general comienza con un gorjeo rico y un poco desordenado, que en
principio puede originar confusión con el mismo de la curruca mosquitera,
pero pronto las capirotadas inician su corta serie de silbidos con los que
rematan el canto, en cierto modo parecidos a los del Mirlo Común Turdus
merula. Cantan con énfasis y la última estrofa tiene un poder de
transmisión grande, por encima de los 150-200 metros en condiciones
acústicas normales. Tanto machos como hembras cantan durante todo el año.
Las hembras lo hacen solamente emitiendo un gorjeo débil y rico en notas y
tonalidades, pero careciendo de los silbidos finales que dan al canto del
macho un sello inconfundible. En la práctica he escuchado capirotadas en
pleno canto durante todos los meses del año. Con mayor intensidad a partir
de febrero hasta los últimos días de julio. En agosto y sepsiembre pocos
machos cantan y en octubre y noviembre silban poco y gorjean mucho, en
especial en días soleados y sin viento. En diciembre y enero en inviernos
templados los machos gorjean agradablemente pero con poca fuerza y no
silban. Los silbidos comienzan a escucharse, como ya dije, a partir de
febrero. Una vez que la pareja ha comenzado la reproducción el canto de los
machos incluye solamente silbidos. Estos forman un estribillo variado en
tonalidad según clanes y zonas. Un macho que durante 6 años fue controlado
mensualmente ocupando todo el año una reducida superficie de 1.500-2.000
metros cuadrados, terminaba su canto de forma tan característica que
resultaba inconfundible y acusaba su presencia inmediatamente. Pues bien, el
80 por ciento de los machos habidos en sus nidadas cantaban igual que él. En
un momento dado numerosos machos terminaban su breve emisión lanzando un
triple ¡¡día, día, día!! Durante el invierno y en los primeros días de la
primavera, cuando los machos tratan de atraer el favor de una hembra, emiten
con insistencia unas notas guturales sonoras y de largo alcance que podrían
representarse como ¡¡beeg, beeg, beeg!! En julio el canto de los machos
sufre una ligera variación. Comienza con un gorjeo en tono bajo rico en
notas y algo chirriante, pero muy sostenido (10-18 segundos) y terminando en
un silbido repetido ¡¡diu, diu, diu!! que emite ya en tono muy alto y
audible a 200-300 metros. Tucker considera que la
Curruca Capirotada tiene un canto bastante estereotipado y que las
variaciones individuales son pequeñas. Su duración no suele exceder de 5
segundos y con frecuencia no pasa de 3 segundos. En plena reproducción en
cada minuto puede cantar 5-6 veces. Al comienzo de marzo y abril e incluso
en mayo el canto es más sostenido y dura entre 10 y 40 segundos (Tucker,
10-30 segundos). Howard considera que la presencia de la hembra o el
emparejamiento deterioran la riqueza en notas del canto. Así debe ser,
puesto que, una vez iniciada la reproducción y situadas las parejas en su
territorio, los machos solamente lanzan los silbidos y pocas veces gorjean
previamente. Realmente es imposible
dar aquí una somera idea siquiera de la gran variación del canto de
Sylvia atricapilla que se nota de unas zonas a otras. En la zona
Cantábrica, mirlos y capirotadas presentan un patrón individual muy
semejante a la hora de valorar los cantos. La Curruca Capirotada se
alimenta de insectos, fruta cultivada y bayas o frutos silvestres. Durante
la primavera captura innumerables coleópteros y dípteros, pero sobre todo a
partir del nacimiento de los pollos recoge infinidad de pequeñas orugas.
Estos son cebados también con cerezas, carne de higo y frutos silvestres. En
la práctica cualquier clase de fruta es buena para esta curruca. En invierno
come muchas manzanas, no precisamente las caídas en el suelo, sino las que
quedan en el árbol después de recoger la cosecha. Esta adaptación le permite
resistir los inviernos sin apenas mover se de zonas reducidas. En cualquier
jardín puede haber una pareja de currucas capirotadas que comen bayas y
frutos de plantas de adorno como las diversas variedades de Cotoneaster.
Sin embargo, si en la misma zona hay Hiedra, prefieren sus frutos. En orden
de preferencias también hay que considerar a Crataegus, sobre todo el
que da frutos de color naranja, Saúco, Espino, Aligustre, Rosa silvestre,
Zarzamora, Madreselva, Tejo, Acebo, etc. El celo comienza a
manifestarse muy pronto en las currucas sedentarias. Varios machos se juntan
en un matorral o en las ramas bajas de un árbol y comienzan a perseguirse
por entre la maleza, a la vez que lanzan sonidos guturales insistentemente.
El plumaje del cuerpo se infla exageradamente, las alas cuelgan con
indolencia y la cola se abre y cierra mientras el macho que parece dominar
la situación eleva las plumas del píleo y pronto queda dueño de un muy poco
espacioso territorio. El comienzo de la
reproducción es muy variable según las zonas. Normalmente la primera nidada
para algunas parejas comienza en la mitad de abril. A partir de la segunda
decena de mayo y también en junio se pueden encontrar puestas completas de
Sylvia atricapilla. El nido es una construcción muy pobre, seguramente
el más ligero y escaso en materiales de todos los que construyen las
especies de la avifauna ibérica. Normalmente es el macho quien elige el
lugar de emplazamiento colocando allí dos o tres hierbas secas. Pronto se le
une la hembra y ambos en 3-5 días lo terminan, pero en la práctica se trata
de un nido «transparente» elaborado con unas pocas hierbas secas, musgo,
raicillas y forrado interiormente con pelos y hierba muy fina. Siempre está
sujeto en ramas débiles y tiernas de arbustos y zarzales y a una altura del
suelo que no suele bajar de 80 cm. ni subir por encima del
1,70 m. Esto supone mayor nivel que el de la curruca mosquitera que con
frecuencia lo construye cerca del suelo. La puesta normal es de
3-5 huevos, casi siempre 4 y más a menudo 3 que 5. Por lo menos en el norte
de Iberia. Estos tienen color pardo
grisáceo claro con muchas manchas y puntos marrones o pardos. También se
pueden apreciar corrientemente puntos grises o cenicientos. Jourdain, para
100 huevos colectados en Gran Bretaña, obtuvo un promedio de medidas de
19,58 x 14,74 mm. con un máximo de 20,5 x 16,1 mm. y un mínimo de 18,5 x
13,6 mm. Verheyen, para 100 cogidos en Bélgica, da un promedio de 19,8x14,7
mm. D,Almeida en 17 colectados en el norte de Portugal encuentra una media
de 19,4x14,1 mm. con extremos de 18,2 a 21 x 13,2 a 14,5 mm. Diez
procedentes de Asturias dan un promedio de medidas de 19,3 x 14,5 mm. Ambos
sexos incuban alternadamente, pero la hembra lo hace por períodos mucho
mayores a partir de la puesta del tercer huevo. A los 14 días nacen los
pollos (Verheyen, 12-14 días; Jourdain, 1011 días; Pike y Howard, 14-15
días; Harrison, 10-15 días o usualmente 12-13 días). Sin embargo, hay que
admitir variaciones probablemente como consecuencia de tiempos húmedos y
fríos. Los pollos carecen de pulmón y tienen el interior de la boca de color
rosado poco brillante con dos puntos oscuros de forma ovalada en la base de
la lengua; las comisuras del pico son blanco marfil. El desarrollo es muy
rápido. Macho y hembra ceban regularmente con insectos, orugas y fruta. En
la práctica macho y hembra ceban casi al mismo ritmo, algo más la hembra, y
la recogida de comida puede no ir más allá de 5 metros. Si un cerezo está
cerca, su influencia en la alimentación es notoria, pero no llega a
desequilibrar la dieta. Cuando uno de los pájaros retira el saco fecal,
tarda más en volver con cebo. La limpieza del nido es muy esmerada. Si un
saco fecal se rompe en el borde de aquél, los pájaros comen su contenido
allí mismo hasta no dejar ninguna señal. El desarrollo de los pollos es muy
rápido y normalmente a los 10-11 días, si no son molestados, abandonan el
nido y caen entre la vegetación. Son colicortos y se sujetan bien con las
fuertes patas. Dos puestas anuales son normales en Iberia. La segunda no
antes de finales de junio. En agosto hay todavía muchas currucas capirotadas
cebando pollos volanderos. Sylvia atricapilla
atricapilla
es la subespecie tipo que ocupa gran parte de Europa incluyendo la Península
Ibérica. Falta en Islandia, norte de Escocia y norte de Fenoescandia. En
muchos de los países mediterráneos es especie escasa o solamente local.
Vaurie (1959) separa para Baleares la raza Sylvia atricapilla paluccii,
más gris por encima en ambos sexos que la raza tipo atricapilla de
Iberia y teniendo también las hembras un píleo de coloración más apagada,
sólo rojizo pálido; igualmente es más pequeña que la otra subespecie y la
longitud alar de 10 machos de Mallorca y Cerdeña dieron un promedio de 71
mm. (68-74). En la Península Ibérica
la Curruca Capirotada ocupa con preferencia zonas sombrías y campiña húmeda,
por lo que lógicamente su mayor densidad tiene que estar en la zona Norte.
Desde Cataluña hasta Galicia va en aumento el número de parejas que se
reproducen por Ha de biotopo adecuado. Toda la zona Cantábrica posee una
población, eminentemente sedentaria que con alta densidad vive desde el
mismo nivel del mar hasta bosques caducifolios de alta montaña, si bien aquí
su densidad parece algo más baja: Muchas parejas rebasan la Cordillera
Cantábrica hacia el Sur y todavía en zonas húmedas y boscosas de León,
Palencia, Burgos, Logroño, Navarra inferior y Aragón, Sylvia atricapilla
mantiene un status constante de pájaro numeroso. La misma situación puede
estimarse para el norte de Portugal, pero no para el centro de este país
donde parece dispersa. Extremadura y Andalucía occidental disponen de un
buen contingente de currucas que prácticamente desaparece en zonas áridas
del Sudeste y Levante. En el resto de Iberia prefiere los altos niveles de
las sierras centrales y falta en muchos lugares de la Meseta y de las
llanuras centrales y La Mancha. En Cataluña parece más numerosa en zonas
costeras que en el interior de la región, pero probablemente su densidad
será mayor en la zona pirenaica. En la zona Cantábrica la densidad es en
algunos lugares muy alta. Gran parte de la
población norteña es sedentaria, situación tanto más acusada cuanto más al
Oeste. Las currucas que viven en bosques y campiña de alta montaña
descienden en el invierno a niveles inferiores y no se ha probado que sean
migradoras. No es descabellado pensar que muchas sufran una corta dispersión
invernal dentro de Iberia. La presencia de Sylvia atricapilla en los
inviernos norteños, por duros que éstos sean, no es difícil de comprobar
para cualquier observador, así como su abundacia. El anillamiento todavía no
ha demostrado si la población nativa se ve aumentada por currucas de
procedencia extrapirenaica. Algún incremento en poblaciones norteñas locales
sí se nota, pero pudiera ser debido a trashumancia invernal de
atricapilla que habita alta montaña. En el resto de Iberia la presencia
de currucas en el invierno es muy notorio en lugares donde están totalmente
ausentes en primavera. Viveros y jardines de árboles frutales, plantas de
adorno, etc., incluso en el centro de las grandes ciudades, pueden
concentrar una buena población de Sylvia atricapilla que parece de
indudable procedencia extrapirenaica. El paso primaveral es muy
acusado en toda la Península. Millares de atricapilla atraviesan
nuestro país y en los meses de marzo y abril se ven por todas partes. En
Guipúzcoa comienza a notarse un incremento en la población local ya en los
últimos días de febrero. Si espectacular es el paso de primavera, mayor aún
es el de otoño. Desde Guipúzcoa hasta Galicia un enorme contingente de estos
pájaros cae sobre las higueras, uniéndose a las currucas locales. Las líneas
de matorral de la costa cantábrica están llenas de capirotadas a partir de
los últimos diez días de agosto hasta la mitad de septiembre. La mayor parte
comen en los matorrales de Rubus las moras que están entonces
completamente maduras. Por Levante el paso no es apreciable en la medida en
que falta la cobertura vegetal necesaria y el biotopo árido y seco no es
apropiado para este pájaro. Moreau, que realizó una visita a la zona en 1952
y 1953, no consiguió ver allí las currucas suficientes que justifiquen la
idea de que Sylvia atricapilla es invernante común en la zona
Mediterránea. Bannerman (1954) resume los datos existentes sobre migraciones
en Andalucía. Stenhouse notó la migración en Andalucía a partir del 25 de
febrero. Para él ambos sexos viajaban juntos, dato que coincidía con la
apreciación de Lynes, quien en marzo observó paso de machos y hembras
formando grupos independientes. En Baleares se aprecia bien el paso
primaveral en marzo y abril. Maluquer (1971) señala su paso abundante por el
Delta del Ebro donde, en años diferentes, diversos ornitólogos observan y
capturan un buen número en el mes de abril. Hay observaciones en el mismo
lugar desde marzo a mayo y probablemente la zona sea un modesto cuartel de
invernada, pero Sylvia atricapilla no parece criar allí. Sylvia atricapilla
y Sylvia borin poseen en principio un patrón migratorio semejante.
Los que se reproducen en Europa al Este de una línea meridiana situada entre
los 10 y 11° E. emigran hacia el Sudeste en el otoño y los que proceden del
occidente de la misma línea vuelan hacia el Sudoeste a través de Francia y
la Península Ibérica. Esta división migradora queda bien demostrada por las
recuperaciones de atricapilla y borin anilladas. Sin embargo,
a diferencia de las capirotadas, también las currucas mosquiteras de
Escandinavia emigran en clara dirección hacia el Sudoeste. Anilladas en
Noruega, Suecia y Finlandia fueron recuperadas en su primer otoño en el
centro de Iberia. La Curruca Capirotada que
se reproduce en Europa inverna parcialmente en sus lugares de origen. Las
que llegan a Iberia encuentran localidades favorables en el Centro, Sur,
Sudoeste, Baleares y posiblemente no pocas también en Levante. Quizá en
menor cantidad permanecen en el Norte de Iberia donde se unirían a las
poblaciones locales. En Marruecos hay numerosas invernantes. Moreau (1972)
señala la invernada de buen número de atricapilla en Senegal, Mali y Volta.
También se citan currucas en Liberia, Sierra Leona y Nigeria. Las
recuperaciones en Iberia de Sylvia atricapilla anilladas en países
europeos son numerosas. El conjunto muestra una clara tendencia de vuelos
hacia el Sudoeste (Erard y Yeatman, 1966). El anillamiento de esta
especie ha sido masivo en toda Europa. También en España se han anillado
muchas. Hasta 1972 la Sociedad Española de Ornitología contabilizaba 19.730.
Las autorrecuperaciones de currucas sedentarias eran múltiples, en especial
entre las poblaciones norteñas. Algunas anilladas como
invernantes en lugares del Sur de España dieron recuperaciones lejanas. Una
anillada en Baeza, Jaén, el 14 de febrero fue recuperada en Marruecos en el
mismo mes dos años después a 750 km. al Sur. En diciembre otra
anillada en el mismo lugar fue capturada en el Departamento del Jura
(Francia) en julio del siguiente año a 1.250 km. al Nordeste. También en dirección a Francia voló una anillada en octubre
en Jerez de la Frontera. Tres años después, en el mes de julio, fue
recuperada en Seine ef Oise a 1.500 km. al Norte Nordeste. En Doñana una anillada en octubre, estaba en Alemania
en julio siguiente a 1.700 km. al Nordeste y otra más anillada en abril en plena iniciación de la
emigración prenupcial fue recuperada en junio del mismo año en Dinamarca a
2.300 km. al Norte Nordeste. |