Cuervo Grande

Corvus corax

Aunque visto de lejos el Cuervo Grande, Corvus corax, tiene el plumaje completamente negro, a corta distancia y en buenas condiciones de luminosidad en el ambiente, por encima se le notan reflejos azul violáceos o morados y hay también en las plumas de las partes inferiores un brillo verdoso. Las de la garganta, en forma lanceolada, son erizadas por este pájaro con mucha frecuencia, dándole un aspecto hirsuto, lo mismo que las que cubren una pequeña superficie encima y detrás de los ojos, característica no común con otros córvidos. El pico es muy fuerte, poderoso y ligeramente arqueado, cubierto en su tercio superior por duras cerdas negras. Los tarsos y los pies son fuertes y negros, y el iris de los ojos, pardo oscuro, color que adquieren a los pocos meses de dejar el nido. Los pollos lo tienen grisáceo. La cola es graduada de forma que las rectrices exteriores son más largas. En vuelo presenta forma de cuña redondeada. No existe una diferencia apreciable en el campo entre los sexos, a no ser la distinta longitud de las alas, rasgo imposible de comprobar a distancia. Sin embargo, muchas hembras son notoriamente más pequeñas.

Los cuervos adultos tienen, en general, las rectrices de la cola, las primarias y las cobertoras alares negras con brillo metálico morado o verdoso con algo de azulado, según posición del pájaro o incidencia de la luz. En cambio, los cuervos en su primero y segundo año de vida son negros, pero las puntas de las alas y la cola poseen un tinte pardusco y apenas existe brillo en su plumaje, lo mismo que sucede en los adultos con el plumaje gastado en el verano.

El Cuervo Grande ocupa un hábitat extenso desde acantilados y playas junto a la orilla del mar, hasta zonas montañosas del interior, alcanzando cotas muy elevadas. Sus planeos y vuelos acrobáticos pueden ser observados a distancia sobre las más altas cumbres de la Cordillera Cantábrica o Sierra Nevada, por no citar más zonas montañosas. No rehuye bosques, pero evita penetrar en su interior y no baja de las copas de los árboles, aunque frecuenta claros y linderos. También la campiña abierta con bosquetes, bosques densos de eucaliptos y pinos e incluso los de especies caducifolias autóctonos. Las canteras abandonadas y los cortados rocosos le atraen especialmente, así como las proximidades de granjas de animales domésticos, pastos de ganado vacuno, lanar y caballar, majadas, cuadras, basureros, cercanías de mataderos, incluso en los arrabales de ciudades y pueblos.

En vuelo sorprende por su agilidad y los repentinos cambios de dirección. Normalmente, vuela directo, casi siempre en parejas, pero también en grupos, que suelen ser la familia completa pocos meses después de dejar el nido. Planea a gran altura y se remonta como si fuera un águila o un Busardo Ratonero, Buteo buteo, llevando las alas extendidas con las primarias bien separadas y elevadas, lógicamente, por encima de la horizontal. Cuando se le ve a distancia puede ser confundido con un ave de presa, pero pronto se advierte la forma de su cola acuñada y la cabeza saliente. Las alas son largas y comparándolas con las de la Corneja Negra, Corvus corone, proporcionalmente estrechas y más apuntadas.

Durante el celo, que comienza pronto, sus vuelos acrobáticos resultan espectaculares, planeando y girando en el aire con agilidad y soltura impropias de un pájaro aparentemente tan pesado. En el suelo, los cuervos caminan habitualmente erguidos, pero si se excitan saltan con torpeza. Son desconfiados y rara vez se posan cerca de matorrales, procurando hacerlo en el centro de campos despejados. También en las ramas altas de los árboles y, sobre todo, en repisas y salientes de roquedos y acantilados. Algunas veces, uno de un grupo que come en el suelo se posa en lo alto de un poste siempre alerta. Al ser asustados vuelan con potencia y lentitud, batiendo las alas regularmente y alejándose en dirección opuesta, buscando siempre poner la mayor distancia de por medio. Ante un animal pequeño, le hace frente y sus picotazos son peligrosos.

Siempre se ha dicho que el Cuervo Grande es un pájaro solitario. Realmente existen zonas donde no abunda y las parejas, que permanecen unidas toda la vida, ocupan un reducido territorio; pero siempre buscando en él que exista un lugar adecuado e inaccesible para anidar y, sobre todo, la posibilidad de obtener alimento. Su sedentarismo es, por lo tanto, muy grande. La fidelidad del macho sorprende muchas veces. Mientras la hembra incuba, el macho sigue un horario de ceba, limpieza, reposo y vigilancia constantes y rutinarios. La misma rama de un árbol situado a 50 m. de la repisa donde esté el nido le sirve de posadero año tras año. En otoño e invierno las parejas viven asociadas y los jóvenes cuervos forman pequeños grupos, que también se pueden unir a los adultos. Se forman así en donde la especie es abundante, bandos integrados por más de una docena de pájaros que en dormideros tradicionales pueden llegar a alcanzar un número considerable. En migración se ven muchos más. El paso a través del tercio occidental de los Pirineos es muy abundante en el otoño.

Los graznidos emitidos por el Cuervo Grande no son fáciles de expresar por escrito. La voz más comúnmente escuchada es un alto y ronco ¡¡praak, praak!!, lanzado en vuelo o cuando está alarmado. También un sonoro y metálico ¡¡touk-touk-touk!! Durante la incubación, el macho desde el posadero lanza, en dirección a la hembra, un ronco y sonoro ¡¡kurrunk!! Otros sonidos más cortos, cloqueantes y débiles son escuchados en la época de la cría o en los dormideros. Sin embargo, existen variaciones individuales y no pocos silban, gorjean y emiten sonidos diversos, presumiblemente tratando de imitar a otros pájaros e incluso ruidos que constantemente se producen en la proximidad de su territorio. Sabido es lo fácilmente que aprenden voces y palabras cortas cuando están en cautividad.

Los cuervos comen de todo, desde vegetales hasta animales recién muertos o su carroña, e incluso son capaces de rematar con su poderoso pico animales enfermos, ovejas moribundas y, sobre todo, las crías de éstas, si no son recogidas pronto por el pastor. La placenta del ganado que pasta en los montes congrega un buen número de cuervos en pocos minutos. Conocen bien la proximidad del parto de una vaca u oveja y se posan a discreta distancia. Su vista es muy aguda y aun sin la ayuda de las urracas divisan la presa desde cualquier distancia. El maíz, las legumbres y algunas hortalizas, frutas, en especial higos y manzanas, nueces, avellanas, hayucos, bellotas, aceitunas, etc., junto con pequeños mamíferos silvestres como ratones, musarañas, ratas, gazapos, pájaros, sus crías y huevos y también culebras, luciones, ranas, lagartijas, etc., forman lo más comúnmente observado en su dieta alimenticia. Los crecientes vertederos y basureros los unen allí a las gaviotas y en algunos la concentración de cuervos y cornejas es impresionante. Cualquier basura o residuo alimenticio, por putrefacto que esté, le sirve como alimento. En las playas y orillas de los ríos come también peces muertos, crustáceos y moluscos. Incluso se le ha visto entrar en aguas someras y pescar un pequeño pez. En las tardes del verano captura, en vuelos acrobáticos y muy rápidos, escarabajos voladores, como el de San Juan, Melolontha melolontha y el Ciervo volante, Lucanus cervus. Los nidos depredados por los cuervos incluyen cualquier especie de pájaro. De sus iras no se libran las propias águilas. A éstas persigue con saña y ataca valientemente, muchas veces alejándolas del lugar. Normalmente, sus ataques no son individuales sino que varias parejas pueden unirse para perseguir y atemorizar a cualquier ave de presa. Sin embargo, tiene especial temor al ratonero. Cuando lo divisa se dirige rápido hacia él y lo persigue y acosa hasta gran altura, pero éste no se impresiona por ello y pocas veces los cuervos llegan a rozar su plumaje. también los he visto atacar a buitres y, cuando acuden juntos a la carroña, tienen buen cuidado de mantenerse a prudente distancia de tan corpulento enemigo. El Halcón Peregrino, Falco peregrinus, lo mata a menudo, aunque prefiere hacerlo con cornejas, su secular y más frecuente víctima.

El celo se manifiesta en los cuervos muy pronto, normalmente a finales del invierno, pero no pocas veces en enero e incluso en la última semana de diciembre. Los machos realizan una serie de vuelos espectaculares, planeos, inversiones en pleno aire por un corto espacio de tiempo, caídas en picado a gran velocidad con alas plegadas, etc. Casi siempre las hembras siguen estas evoluciones tan de cerca que ellas también las realizan y es frecuente que dos o tres parejas se mantengan asociadas durante las representaciones, volando juntas antes de que cada una ocupe su territorio. Posados sobre las ramas de un árbol, los machos erizan y mantienen por varios minutos así las plumas de la garganta y encima y detrás de los ojos. A continuación estiran y doblan el cuello apuntando el pico hacia abajo, desplegando la cola y lanzando gruñidos y graznidos en tono bajo. Durante el otoño e invierno los grupos de cuervos realizan movimientos cuyo significado no está bien determinado, pero que probablemente tiene algo que ver con el emparejamiento de los pájaros jóvenes.

Muchos nidos son comenzados a construir en pleno mes de febrero. Más frecuentemente en marzo y casi siempre sobre repisas o entrantes de acantilados y canteras abandonadas o cortados montañosos. También en árboles, sobre todo en especies exóticas (pinos y eucaliptos), tan abundantes ahora en todo el territorio peninsular. Especialmente en el Norte el crecimiento de la población de los córvidos ha ido paralela a la repoblación con eucaliptos de montes comunales y particulares. Muchos acantilados costeros han sido desertados por los cuervos que anidan ahora más a menudo en árboles. Ambos sexos construyen una sólida plataforma, a veces somera, otras voluminosa, utilizando palos secos y ramas de arbustos, muy corrientemente de Tojo, Ulex, junto con barro o tierra, raíces, musgo y hojas secas en el interior forrándolo con pelos, lana o hierba seca. Muchos ya han sido terminados a primeros de marzo y las puestas comienzan inmediatamente. La mayoría de los nidos tienen cuatro-seis huevos y no pocos tres e incluso menos en pájaros viejos. También se han encontrado puestas de siete huevos. Su color es muy variable. Los hay azulados, azul verdoso o verde pálido. Casi todos poseen puntos, pecas o manchas de color negruzco, pardo oliváceo, grises. Normalmente están repartidas de manera uniforme, pero existen algunos en los que se acumulan de tal manera que enmascaran el color de la cáscara y también contrariamente los hay casi azules muy ligeramente manchados. Jourdain, para 100 colectados en Gran Bretaña, obtuvo un promedio de medidas de 49,7 x 33,4 milímetros, con un máximo de 63 x 34,5 mm. y un mínimo de 44,2 x 33,5 mm. D'Almeida, en el norte de Portugal, da una media para ocho huevos de 48,4 x 32,9 mm., con extremos entre 46,7 a 49,8 x 32,2 a 33,8 mm. La incubación para la hembra sola dura veinte-veintiún días y empieza antes de estar completa la puesta, casi siempre con la del tercer huevo. Éstos son dejados en el nido en intervalos de uno-dos días. El macho permanece muy cerca cebando regularmente a la hembra y limpiando el nido. Los pollos al nacer tienen plumón pardusco en la cabeza, espalda y muslos, corto, pero denso. El interior de la boca es rosa violáceo con las comisuras amarillentas o carnosas. Cebados por ambos adultos, sobre todo al atardecer, permanecen en el nido de cinco a seis semanas. Una sola cría cada año es lo normal. Repeticiones por depredación, antes de mayo, son frecuentes. Corvus corax está ampliamente distribuido por la Península Ibérica en variados hábitats y en Baleares, sobre todo en la zona montañosa de Mallorca. Su densidad sólo es alta localmente y las parejas están dispersas en la mayor parte de las regiones españolas. Sin embargo, falta en extensas áreas, sin que pueda determinarse con claridad cuáles son sus causas. Es sedentario, pero en el invierno muchos que habitan altas montañas bajan a los llanos y allí se unen a los que llegan de más allá de los Pirineos y a jóvenes divagantes de colonias o parejas próximas. Aunque la población europea no es ciertamente muy numerosa y este pájaro falta en gran parte del centro del continente, desde Francia hasta Rusia, hay que presumir que los que se ven en el otoño sobrevolando los Pirineos y la costa del País Vasco proceden de la pequeña población francesa. Viven en los países mediterráneos y por el Norte, hasta Islandia, donde ha llegado a ser extremadamente manso, comiendo en las calles de los pueblos y ciudades costeras, alcanzando también Escandinavia, Rusia y los Balcanes.

En las zonas montañosas de Iberia ha aumentado y conquistado nuevas tierras. No así en lugares costeros, donde cada año es más escaso y las parejas crían dispersas. Su expansión es, en todo caso, mucho menor que la experimentada por la Corneja negra, Corvus corone, y la Grajilla, Corvus monedula.