Críalo Europeo Clamator glandarius Uno de los pájaros más
interesantes de la avifauna ibérica, el Críalo Europeo Clamator
glandarius, nos sorprende con su aparición inesperada en ocasiones en el
mes de enero en zonas dispares del
país, pero más a menudo en febrero.
Resulta inconfundible cuando se le descubre posado en una cerca, el tope de
un poste, en lo alto de un arbusto o sobre un muro. Su cabeza crestada y la
larga y graduada cola, así como el plumaje del dorso moteado, llaman pronto
la atención. El píleo y parte de la cabeza son de color gris, enmarcando la
oscura cara un anillo ocular anaranjado bien visible; la garganta y lados
del cuello son marillentos o blanco cremoso con tonos amarillos en la
garganta; el resto de las partes inferiores son blancas con un tinte crema
ligero. Las partes superiores tienen color pardo o marrón grisáceo con
pequeñas manchas blancas en las plumas escapulares y, en conjunto, las finas
manchas o rayas blanquecinas y gris claro dan un aspecto característico a
este pájaro. La cola es, sin duda, con la cresta de la cabeza, el detalle
más notorio. La pareja central de rectrices es de color pardo oscuro con un
muy ligero tinte verdoso y su extremo es blanco; el resto de las rectrices
es más oscuro con tono azulado y los extremos blancos, dando la apariencia
de bordes blancos muy destacados, sobre todo si es visto en vuelo bajo. El
pico es fuerte y de color gris negruzco, siendo más pálida la base de la
mandíbula inferior; las patas y los pies son pardo grisáceos; el iris de los
ojos es pardo oscuro. Los críalos jóvenes
tienen la cabeza y la nuca casi negras y hay un tinte rojizo en las alas y
el plumaje de las partes superiores ofrece menos contraste porque los puntos
blancos de los adultos son en aquéllos de color amarillento o crema y muchos
faltan completamente. Las primarias de las alas son castañas y la cola no
tiene los bordes y el extremo de las rectrices de un color blanco tan nítido
como en los adultos. Por debajo son amarillentos. El críalo es pajaro de
terrenos abiertos, volando con frecuencia al descubierto y siendo en general
fácil de localizar y observar. Prefiere la proximidad de matorrales y
árboles desperdigados, campos cercados con postes y alambradas, muros de
piedra, olivares, linderos de bosques, huertos de frutales, monte bajo,
alcornocales, pinares, brezales, etc. Su vuelo resulta inconfundible, no es
muy rápido y en él llama la atención su larga cola y silueta como de Cuco
Común Cuculus canorus Se posa en los árboles y en ellos puede pasar
desapercibido si está silencioso y quieto, pues su color resulta ciertamente
mimético en determinados biotopos. También anda por el suelo a saltos de
forma un poco extraña, con poca gracia. Se alimenta
fundamentalmente de insectos, sobre todo los de gran tamaño como escarabajos
voladores Melolontha y Lucanus (Escarabajo de San Juan y Ciervo volante),
Saltamontes, grillos, hormigas, etc. Pero tiene gran predilección por larvas
y gusanos e incluso huevos de mariposas, devorando con fruición orugas de
muchas especies, entre las que destaca sobremanera la de la Procesionaria
del pino Thaumatopaea pityocampa, condicionando con mucha frecuencia
su biotopo de forma que los nidos de urracas que están en zonas de pinares
infectados por la Procesionaria tienen muchas más probabilidades de ser
parasitizados por el Críalo, ya que los primeros que llegan a Iberia a
partir de enero buscan con interés los lugares donde estos peludos gusanos
son abundantes hasta el mes de mayo. El nombre de este pájaro
viene a ser en cierto modo la onomatopeya de su voz, que expresada muy
simplemente suena como un ¡¡críaa-críaa-críaa!! áspero y en ningún modo
musical. Subjetivamente puede sonar como ¡¡kaák-kaák-kaák!! el grito que
lanza cuando está alarmado y hay quien identifica sus voces con la de los
charranes comunes Sterna hirundo
¡¡kériu-kériu-kériu!! ó ¡¡kérrik-kérrik!! El Críalo Europeo es con
el Cuco Común la única especie de la avifauna ibérica que no construye nido,
depositando sus huevos en los de otros pájaros. En este caso no en la
variedad de nidos de que hace uso el cuco, sino que el Críalo está muy
especializado y prefiere los de Urraca Pica pica, aunque en Iberia se
han encontrado sus huevos en los nidos de Corneja Negra Corvus corone,
Cuervo Corvus corax, Rabilargo Cyanopica cyanea y Cernícalo
Vulgar Falco tinnunculus. Valverde (1971) considera como huésped
potencial también al Arrendajo Común Garrulus glandarius. Todos los
estudios realizados concienzudamente (Valverde, 1953, 1971, Mountfort y
Ferguson-Lees, 1961, Friedmann, 1971, Lévéque, 1968, Alvarez y Arias de
Reyna, 1974) se han basado sobre todo en la parasitización de los nidos de
Urraca. Los mejores han sido hechos en el Coto Doñana y a ellos vamos a
seguir en lo fundamental. A poco de establecerse en
un territorio cuyos límites son realmente confusos, los críalos comienzan la
vigilancia discreta de las urracas que construyen sus nidos. Aproximarse a
ellas no es fácil desde que éstas, conocedoras instintivamente de las
intenciones del depredador, le persiguen con saña. Se estima que una pareja
de críalos pueden realizar una función doble. Mientras uno de ellos (el
macho) atrae sobre sí las iras de las urracas, la hembra aprovecha este
momento de desconcierto y alejamiento del nido para efectuar en él la
puesta. Sucede, además, que las urracas al atacar a los críalos lo hacen en
silencio y no emitiendo su áspera llamada que atraería así a otras urracas
próximas, que al abandonar sus nidos podrían ser víctimas a su vez de los
críalos que permanecen a la expectativa. Se inicia de este modo una
competencia entre las dos especies que durará durante toda la reproducción
con resultados finales muy variables. La iniciación de las puestas ha sido
señalada ya en los primeros días de abril. Valverde señala como la
referencia más temprana la dada por Jourdain, quien el 25 de abril de 1915
encontró en Hato Blanco un nido con 4 huevos de Urraca y 2 pollos de críalo
recién nacidos. Considerando un período de incubación máximo de 14 días,
esto significaría que la puesta había sido efectuada hacia el 13 de abril.
Mountfort y Ferguson-Lees (1961) citan dos nidos con pollos pequeños
encontrados en Doñana el 29 de abril de 1952 y 30 de abril de 1953, lo que
supondría también puestas como mínimo el 15 y 16 de abril. Lilford (1866)
citado por Valverde, menciona el hallazgo de 2 huevos de críalo dentro del
nido de una urraca en la Casa de Campo de Madrid el 15 de Abril, pero este
dato puede ser poco fidedigno y no se descarta la confusión en la
identificación de los huevos. El mismo Valverde encontró dos nidos con 3
pollos de unos 20 días el 7 de mayo de 1957, lo que implica la puesta el día
3 de abril. Hay también reproducciones tardías que se inician con puestas de
huevos a partir de la segunda decena de junio. Por lo tanto, entre los
primeros días de abril y la mitad de junio se van efectuando las puestas en
nidos de urracas normalmente. Cada hembra de críalo pone entre 12 y 16
huevos (15-16 en cautividad, Frisch, 1969). Varias hembras pueden poner en
el mismo nido y de hecho sucede a menudo que dos y tres pollos de críalo se
desarrollan juntos. Mountfort y Ferguson-Lees encontraron en Doñana un nido
de urraca que contenía 3 huevos de diferentes hembras de críalo. Lilford
señala hasta 8 huevos de críalo más 5 de urraca en un sólo nido en Aranjuez
(Madrid). Mestre Raventós (1968), encontró en Cataluña un nido de urraca que
contenía 13 huevos. De ellos, 9 eran de críalo. El críalo selecciona los
nidos donde va a efectuar la puesta, procurando que la urraca lleve ya algún
día incubando, situación que no es necesario que busque siempre porque de
hecho sabemos que mientras el período de incubación del críalo es de 12-14
días (Valverde), el de la Urraca es de 17-18 días. Alvarez y Arias de Reyna
(1974) para los 3 únicos huevos de críalo en que se pudo registrar el día
exacto en que comenzaron a incubarse y el de su eclosión, obtuvieron un
período de incubación de 13 días para uno de ellos y de 14 días para los
otros dos. En Doñana el tiempo de incubación de Pica pica es de 17-20
días. De este modo aunque el críalo se descuide y ponga a las pocas horas e
incluso días de haber comenzado la urraca a incubar, su corto período de
incubación le favorece y los pollos nacen antes, a la vez o escasas horas
después de los de aquélla. Los huevos del críalo son de color azul pálido,
más claro que los de la urraca y poseen motas pardo rojizas poco abundantes
y distribuidas uniformemente por toda la superficie de la cáscara,
acumulándose a veces en el extremo más ancho formando como una corona.
Vistos por separado puede haber confusión, pero en el conjunto del nido y la
puesta de la urraca, los de críalo destacan, además de por color más pálido,
por el menor tamaño. Los de críalo no son tan puntiagudos, sino más romos en
el extremo delgado y únicamente podrían ser confundidos con huevos atípicos
de urraca, bastante frecuentes, es cierto. Esto ha originado confusión en
los ornitólogos, dando para la parasitización del críalo proporciones más
altas que las reales en los nidos de urracas. Valverde comenta los diarios
de campo de Jourdain, a quien, sin embargo, no puede escatimarse una enorme
experiencia, y en 5 años en que el ornitólogo inglés visitó las Marismas
encontró no menos de 44 nidos de urraca de los que 23 estaban parasitizados,
es decir un 52,2 por ciento, lo que es una enorme cifra e indicaría una
densidad o concentración de críalos muy superior a la que vemos hoy día en
la misma zona. En la región de Hato Blanco al Norte de Doñana, Jourdain
encontró una gran proporción de nidos parasitizados, nada menos que el 62,9
por ciento. Para Valverde (1971) no hay duda que se habían confundido huevos
atípicos de urracas con los genuinos de críalo. Él mismo y Lévéque (1960 y
1958) recogieron como buena la información de Jourdain, contribuyendo
involuntariamente a difundir una falsa impresión. Otro aspecto interesante
de la biología de la reproducción del Críalo Europeo es que parece estar
claro (Valverde, 1971) que durante la incubación de sus huevos por la urraca
u otro huésped, el críalo vigila la puesta y a pesar de las persecuciones
continuas de que es objeto por alguno de los miembros de la pareja, que
trata de alejarlo del nido e incluso lanzarlo fuera del territorio, aquél
consigue en el mínimo descuido llegar al nido y destruir alguno de los
huevos. No todos al mismo tiempo, dice Valverde, lo que acarrearía el
abandono del nido y con ello la muerte de su propio huevo, sino poco a poco
y con un sistema increíblemente astuto: sin producir daño aparente, pero
provocando el que la urraca retire los huevos que observa faltos de peso o
con grietas. Valverde encontró huevos de urraca, nunca de críalo, con
melladuras que sin duda habían sido producidas por el pico o las uñas. Para
él no cabe duda de que deliberadamente se había producido la destrucción de
los huevos de urraca. Unos estaban picados, otros ligeramente aplastados y
algunos tenían fisuras. Este aspecto de la reproducción del críalo ya fue
expuesto por Mountfort y Ferguson-Lees (1961) y confirmado, como digo, por
Valverde. Sin embargo, Alvarez y Arias de Reyna (1974) que examinaron
detenidamente los huevos de nidos de urraca parasitizados por el críalo, no
encontraron nunca en ellos señales de las melladuras producidas por pico o
uñas. Para estos naturalistas, en el supuesto, confirmado por Valverde, de
existir y ser los críalos los causantes de los daños, este comportamiento
pudiera no estar muy generalizado. Jourdain y Rey para 78
huevos medidos (probablemente no todos de críalo) obtuvieron un promedio de
32,1 x 24 mm. con un máximo de 35,4 x 25,1 mm. y un mínimo de 28,4 x 22 mm.
La mayoría de los huevos son puestos entre los últimos días de abril y la
primera decena de mayo con fechas anteriores y posteriores, como ya he dicho
antes, bastante frecuentes. Mestre Raventós para 20 huevos obtuvo un
promedio de 31,73 x 23,73 mm. con máximos y mínimos de 34,1-29,9 x 24,9-21,8
mm. Los pollos al nacer
carecen de plumón y tienen los ojos cerrados hasta el 5.° día de vida. Su
piel tiene un color rosa pálido y pronto se oscurece con la aparición de los
cañones de las plumas, de forma que al 6.° día ya solamente las partes
inferiores conservan el color original. Las patas son rosadas hasta el 4.°
día que comienzan a oscurecerse y un dato importante para la identificación
y separación de los pollos de su huésped: los dedos de las patas son
zigodáctilos, es decir, dos dedos están dirigidos hacia adelante y dos hacia
atrás a diferencia de los de los córvidos, anisodáctilos, con 3 dedos hacia
adelante y uno hacia atrás. El interior de la boca es rojo y el paladar y la
lengua tienen bordes denta dos o espinosos, notándose en esta última una
mancha negra en la punta. Cuando nacen sus hermanos
adoptivos, normalmente el críalo ya ha alcanzado un peso considerable y en
función de una mayor agresividad y mayor presteza ante la presencia de los
adultos con cebo, en la práctica consigue ser debado ininterrumpidamente. Su
costumbre de mantener el pico abierto en una posición vertical, sin parecer
sentirse saciado mientras los adultos están presentes o cebando, impide que
sus hermanos adoptivos reciban una ración suficiente o mínima siquiera.
Concretándonos a nidos de urracas, hay que insistir en que cuando éstas
nacen, ya los críalos tienen un peso considerable aplastándolas contra el
fondo del nido aun sin proponérselo. Alvarez y Arias de Reyna observaron
bien este comportamiento en el Coto Doñana. En un nido, el pollo de críalo
nació 7 días antes que los de urraca. El críalo ya pesaba entonces 61 gr. y
estaba bastante emplumado frente a 5,6 y 5,8 gr. de las urracas recién nacidas. El mismo día del nacimiento de las urracas,
el críalo recibió en 6 horas 10 bocados o cebas, mientras que entre las dos
urracas solamente 2 bocados. Lógicamente al siguiente día el desarrollado
críalo ya se apoyaba en los cadáveres de las dos pequeñas urracas. Los
pollos muertos son retirados por las urracas adultas. Incluso en nidos con
pollo de críalo de la misma edad que los de urraca, aquél recibía más
bocados o cebas que éstas. Esto puede interpretarse como resultado del
diferente comportamiento a que se aludió ante el estímulo de la presencia de
las urracas adultas portando el cebo. Aparte de ello, los críalos se
desarrollan naturalmente con enorme rapidez y mientras un pollo de críalo
tiene los ojos abiertos a los 8 días, las urracas no consiguen ver hasta los
12 días, lo que sin duda influye considerablemente a la hora de pedir el
cebo a los adultos. Sucede también que el críalo es capaz de posarse en el
borde del nido a los 14 días de vida e incluso alejarse un poco de él y
moverse entre las ramas haciendo que los adultos no puedan acercarse al nido
casi nunca con cebo para las pequeñas urracas, que de esta manera perecen
por inanición. Para darnos una idea de la capacidad y voracidad de los
pollos de críalo es obligado mencionar la experiencia realizada por Alvarez
y Arias de Reyna quienes colocaron en un nido con una urraca de 17 días un
pollo de críalo de 9 días. A pesar de la enorme diferencia de edades, en 7
días de intensa observación pudieron contabilizar 103 bocados o cebas a la
urraca y 109 al críalo. A partir de los 16 días normalmente los jóvenes
críalos se alejan del nido, aunque a no mucha distancia y por unos días
pueden volver a él a dormir. A los 21 días ya lo abandonan definitivamente,
pero continúan siendo atendidos por las urracas adultas, vagando con ellas
por entre la vegetación por lo menos dos semanas más. No se debe terminar este
resumen de las actividades desarrolladas por el críalo para reproducirse sin
añadir el curioso caso citado por Bannerman. Jourdain en sus andanzas por
España recogiendo huevos para su colección, encontró uno de críalo en un
nido viejo de urraca donde había también una puesta reciente de Cernícalo
Vulgar Falco tinnunculus. Este, que fue espantado del nido por el
ornitólogo, estaba, de acuerdo con un hábito normal, haciendo uso del nido
de las urracas y el críalo, evidentemente reconociendo el nido de aquéllas,
dejó en él su huevo. ¡¡Hubiera sido muy interesante conocer lo sucedido si
la puesta se hubiera respetado por el colector!! El joven críalo se habría
encontrado cara a cara con unos compañeros de nido tan agresivos y
luchadores como él. Desafortunadamente este problema no se presentó y esta
poco usual puesta fue exhibida en una reunión celebrada en el Club de
Ornitólogos Británicos en Londres en enero de 1920. El críalo se reproduce en
Europa solamente en la Península Ibérica y en una estrecha franja de la
costa mediterránea francesa. Hay también esporádicas observaciones más al
interior e incluso se citan varias en Italia y una en Cerdeña. Algunas no
son muy seguras y hay notable confusión a la hora de identificar los huevos.
En Iberia alcanza a casi todas las regiones con variable densidad, faltando
únicamente en la franja cántabro-atlántica desde Guipúzcoa hasta Pontevedra
y en alturas por encima de los 1.000 metros donde todo lo más es muy escaso.
Sin embargo, en muchos de estos lugares se nota cada vez más frecuente su
presencia en los últimos meses invernales y en el comienzo de la primavera.
En el País Vasco hay varias observaciones en febrero y marzo con ocasionales
capturas. Muy raro en Santander y más frecuente en Asturias. En la provincia
de Lugo, Bernis lo observa el 9 de junio, lo que presupone posible
reproducción. También hay citas para Orense y Vigo. Alguna captura estival
parece también asegurar su reproducción, aunque escasa. Bernis considera
probable su expansión, siguiendo a la ya alarmante de urracas. Lo observa en
Ponferrada (León, 21 de junio) y para él (escribía en 1956) podía habitar
los cálidos valles del Sil y del Miño. No es improbable, sin embargo, que
alguna reproducción esporádica se produzca, si atendemos a la constante
presencia de críalos al comienzo de la época de la reproducción y a la
enorme cantidad de urracas que ahora pueblan toda la campiña norteña. En
Iberia la densidad es variable y un mapa de distribución no puede expresar
claramente las grandes lagunas que existen. La mayor densidad se alcanza en
la mitad occidental pero en zonas del centro parece también localmente
abundante, siendo menos numeroso en Cataluña y Levante y faltando como
reproductor en Baleares. La llegada de los críalos
a la Península Ibérica es muy temprana y muchas de las observaciones que se
dan como base para considerar que algunos invernan aquí, más bien habría que
estimarlas como primeras o anticipadas llegadas. En diciembre, enero y
febrero, no son raros los críalos que se observan en distintos puntos de la
Península Ibérica. Mestre Raventós (1968) registró como primeras llegadas a
Cataluña un 28 de enero de 1960, 25 de enero de 1961 y 30 de enero de 1967.
Anterior es allí una captura el 30 de diciembre (Travé, 1957). En Andalucía
las observaciones de finales de diciembre no son raras y frecuentes en enero
y febrero. Balsac y Mayaud (1962) sugieren la posibilidad de invernantes en
el noroeste de Africa en base a las apariciones de críalos en aquella región
en los primeros días de diciembre (Mogador, 6 de diciembre, Mazagán, 12 de
diciembre, Khenifra, 13 de diciembre). Smith (1965) observó en dos años 15
críalos en variadas fechas de diciembre y enero. No puede, por lo tanto,
descartarse totalmente la posibilidad de una exigua población invernante,
pero faltan observaciones de otoño, lo que también podría hacer pensar que
el críalo se mueve pronto hacia el Norte desde su habitual cuartel de
invernada en Africa Tropical. Sin embargó, su presencia allí queda
enmascarada por una abundante población africana de Clamator glandarius.
Moreau (1972) considera que la evidencia de que el Críalo ibérico inverna en
Africa occidental es buena. Centenares de juveniles han sido observados en
el sur de Mauritania el 20 y 21 de agosto (Morel y Roux, 1966). Un poco más
al Sur, en el norte del Senegal se ven en el otoño bandos que permanecen
allí hasta diciembre cuando la cantidad de insectos disminuyen
drásticamente. En Gambia son muy comunes desde noviembre hasta la mitad de
febrero. No hay por el momento razón para suponer que los críalos
paleárticos crucen el Ecuador. En Marruecos Balsac y Mayaud consideraron que
sus datos eran escasos y antiguos para afirmar allí una regular
reproducción. Francois (1975) observó un críalo inmaduro en Agadir en el mes
de julio. Este dato precoz le hizo pensar en una reproducción local. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que en la Península Ibérica muchos adultos
comienzan a abandonar sus zonas de reproducción tan temprano como a mediados
de junio y se dice también que algunos pueden dejar Iberia a finales de
mayo. Igualmente algunos inmaduros comienzan a emigrar hacia el Sur en los
primeros días de julio y aunque su viaje va retrasado con respecto al de los
adultos, la presencia en agosto y septiembre de jóvenes ya en Africa
Occidental nos da pie para pensar en un flujo notable de críalos del año a
partir de julio. Valverde observó jóvenes el 11 y el 21 de julio en el
Sudoeste del río Lucus (Marruecos) lo que le hizo pensar que se reproducía
allí. Capturas y observaciones de críalos lejos de su área habitual de
reproducción son frecuentes prácticamente en todos los meses del año. De
este modo se han registrado en muchos países europeos tan al norte como en
el sur de Finlandia y en Escocia. Por lo que respecta a la Península Ibérica
ya se han mencionado sus esporádicas, pero constantes apariciones en campos
de la costa Cantábrica y no es aventurado predecir que no tardará muchos
años en ser especie nidificante allí. Las capturas en Baleares son
frecuentes en los primeros meses del año, aunque no se reproduce y hay que
presumir que se trata de críalos en migración primaveral. |