Cetia Ruiseñor

Cettia cetti

Más oído que visto, el Cetia Ruiseñor Cettia cetti es una de las especies de nuestra avifauna más difícil de observar. Todo el plumaje, desde la cabeza hasta la cola, es pardo rojizo oscuro y la uniformidad que se puede ver fugazmente es muy grande, constituyendo este detalle con la voz y la forma de andar por entre la vegetación el mejor dato para identificarlo. La garganta es blancuzca y también el centro del vientre, pero el pecho y los flancos están ligeramente teñidos de pardo lo mismo que el resto de la región ventral. El pico fino y las patas son de color pardusco y si se tiene la suerte de poderlo ver de cerca se aprecia bien una pequeña raya blanquecina sobre los ojos. Al cogerlo en la mano lo que más llama la atención es su cola, relativamente larga y redondeada, de manera que al desplegarla se pueden ver claramente las rectrices exteriores más cortas que las centrales y en forma graduada. También es un buen detalle las cortas y redondeadas alas. En la cola tiene 10 rectrices y es ligeramente más acastañada que el resto del cuerpo, pero este detalle es difícil de apreciar en el campo porque el pájaro nunca está quieto. Sexos no diferenciables por el plumaje. Base de la mandíbula inferior rosada y el interior de la boca amarillento. El iris es sepia oscuro.

Vive con preferencia durante la primavera en zonas de vegetación ribereña densa, junto a arroyos tanto de montaña como en los arrabales de ciudades, aunque las aguas que conduzcan no sean precisamente puras. Acequias, canales y charcas con vegetación arbustiva y tamarices o taray Tamarix gallica. También en marismas, aguazales, carrizos y márgenes de grandes ríos y rías con árboles y matorral. Muy rara vez en terreno despejado, fuera de cobertura vegetal. Durante el otoño, normalmente a partir de septiembre, la dispersión le lleva a zonas de matorral alejadas de cursos de agua, sobre todo en el norte de Iberia donde prácticamente la humedad no falta en ninguna parte. Esta dispersión dura hasta bien entrado marzo en que cada pareja ocupa un territorio extremadamente pequeño, a menudo en las orillas de un riachuelo y en una longitud no superior a 50 metros donde los pájaros desarrollan toda su actividad reproductora. Prefiere ríos en campo abierto que en él interior de bosques.

La voz del Cetia Ruiseñor es lo más sorprendente que un observador puede encontrar en el mundo de los pájaros. Canta abruptamente en cualquier momento del día y en todas las estaciones del año. Con un poco más de ímpetu y fuerza, por supuesto, en la primavera. El canto es repentino, una explosión que dura 2-3 segundos y que empieza por un breve ¡¡chii!! y continúa aceleradamente ¡¡chiqui-chiqui-chiqui!! aunque no es fácil de expresar este explosivo y vibrante sonido y podía ser también algo así como ¡¡chíi, chiiui-chú-uichú!! Además, durante todo el año lanza al alarmarse un seco y duro ¡¡teck!! repetido. Al acercarnos a su territorio los machos emiten un rápido y estridente ¡¡uich-uich-uich-uich!! Su normal canto es emitido, a cualquier hora, pero preferentemente en el día. Sin embargo, también se ha escuchado de noche. Pero se debe añadir que más a menudo emite un seudocanto que es el mismo, con las mismas notas, pero en tono mucho más bajo.

La alimentación es fundamentalmente insectívora en primavera y verano, pero en el invierno es muy probable que también recoja pequeñas semillas de plantas y algunos moluscos. Sus correrías por entre la vegetación son continuas y el pájaro es extraordinariamente inquieto, moviéndose de aquí para allá y subiendo con gran rapidez por los tallos de las plantas. Con frecuencia anda en la vegetación más baja que casi roza el agua y se le ve picotear el dorso de las hojas.

Anida muy bajo entre densa vegetación de riberas, bien a cubierto de las miradas de intrusos. Comienza a construir el nido en el mes de abril, más a menudo en los últimos días, pero también se pueden ver atareadas las hembras en las mañanas de mediados de abril, llevando finas hierbas y plumón de Sauce. Casi todos los nidos que están situados en las orillas de riachuelos o canales están muy cerca del suelo y muy hacia el interior de la vegetación. Sin embargo, en marismas y otros lugares húmedos, se ven altos, a menudo a más de un metro sobre el suelo y no muy escondidos, sobre todo los construidos en carrizos. Muy pequeños, están hechos de hierba fina, hojillas secas y con una copa profunda, recubierta interiormente de hierba muy fina, pelos, plumón del Sauce, crines y alguna pluma. La puesta es de 4-5 huevos, rara vez 3, probablemente esto en una segunda puesta o en una muy temprana. En Iberia hay puestas a primeros de abril, pero lo normal, como ya se ha dicho, es a partir de finales de este mes. Más a menudo en mayo en zonas de montaña. El color de los huevos es habitualmente rojo ladrillo con matices que van desde el rosa al pardo rojizo oscuro. Miden entre 18 y 19 mm de largo por 14-15 mm de ancho. Para 100 huevos de colección (probablemente todos obtenidos en España), Jourdain da un promedio de medidas de 18 x 13,89 mm con un máximo de 19,6 x 14,3 mm y un mínimo de 17,1 x 13,2 mm. Ambos sexos incuban, aunque la hembra lo hace por más tiempo y, desde luego, siempre es ella la que está en el nido de noche. A los 12 días nacen los pollos que son alimentados por ambos adultos. No pueden volar al salir del nido y se quedan entre la vegetación acuática donde muchos perecen, porque realmente son incapaces ni siquiera de revolotear y a menudo a los 10-11 días ya han dejado el nido. Si no se los molesta pueden permanecer en él hasta 15-16 días. Dos crías en la temporada son normales en Iberia.

Se reproduce desde el noroeste de África hasta el Turkestán ruso, no rebasando al Oeste el noroeste de Francia, norte de Italia, Rumania y Ukrania. En la Península Ibérica alcanza una gran densidad en la mitad Norte. También se reproduce en las Baleares.

No están claros los movimientos migratorios de parte de alguna población meridional de ruiseñores bastardos. El anillamiento puede desvelar si los que se ven pasar por la zona de Tánger a final de marzo y en septiembre (Favier), son pájaros de procedencia ibérica.

En España se anillaron hasta 1972 inclusive más de 1.500 ruiseñores bastardos que no han proporcionado todavía recuperaciones lejanas y sí solamente autorecuperaciones en el lugar de anillamiento, que pusieron de manifiesto la fidelidad de esta especie a un pequeño territorio y también un sedentarismo muy acusado.