Carbonero Garrapinos

Periparus ater

Verdaderamente diminuto el Carbonero Garrapinos Periparus ater llama en seguida la atención por la cabeza desproporcionadamente grande con el tamaño del cuerpo y la cola muy corta. La parte superior de aquélla es negra, quizá con un ligero matiz azulado y en la nuca se ve mucho una mancha blanca tan característica que aparte del tamaño menor del pájaro, es el mejor rasgo para distinguirlo de otros páridos que tienen la cabeza negra. Las partes superiores son de color gris azulado y en las alas se ven bastante bien dos rayas o barras blanquecinas formadas por las puntas blancas de las plumas cobertoras. Las partes inferiores son blanco puro en los carrillos y lados del cuello, y el mentón y la garganta tienen color negro y el resto blanco poco brillante, con los flancos ligeramente ocráceos. La cola está un poco escotada. Las patas y pies son gris plomo o azuladas; el pico es negro y el iris pardo.

El garrapinos macho en general tiene un poco más extensa la mancha negra de la garganta y parte superior del pecho, pero la diferencia con la hembra no es lo suficiente clara ni notoria como para poder distinguir los sexos en el campo atendiendo solamente al plumaje. Svensson (1975) estima que para diferenciar los sexos durante la época de la reproducción (de abril a julio) podría acudirse a la forma y tamaño de la placa incubatriz, pero la determinación no es fácil. Los pájaros con placa grande serían hembras en todos los casos. Los jóvenes antes de la muda en el otoño (agosto-septiembre) tienen la mancha de la nuca, los carrillos y las partes inferiores de color amarillento, la parte superior de la cabeza es negro-pizarroso y solamente tiene en el mentón una mancha negra.

En la avifauna ibérica el Carbonero Garrapinos podría confundirse en una somera observación con el Carbonero Palustre Parus palustris, pero éste carece de la mancha blanca en la nuca.

Todos los miembros de la familia de los páridos tienen costumbres parecidas o iguales. Esta especie posee una natural tendencia a vivir en bosques de coníferas y así lo hace en la mayor parte de Europa, pero en la zona meridional de su hábitat prefiere bosques de especies caducifolias y en ellas se encuentra en buen número en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos en España. En realidad alterna ambos biotopos, pues también en otros países con situación más septentrional, Periparus ater frecuenta bosques de robles. Como otros páridos es gregario fuera de la época de la reproducción, y tiene mucha tendencia a unirse a otros de su misma familia, vagando con ellos por campos, sotos, bosques e incluso en parques y jardines de las ciudades y pueblos. Se mueve con enorme agilidad por entre el ramaje de los árboles, picoteando hojas y ramas y pareciendo tender más a hurgar en los troncos y ramas gruesas, recordando en cierto modo a los agateadores Certhia sp. Se cuelga de las ramas y en las coníferas busca el alimento picoteando la base de las acículas y el interior de las piñas, mientras en los árboles de hoja caediza se une a otros páridos y con ellos se mueve entre las ramas altas, picoteando brotes y ramillas, pero prefiere, como se ha dicho, los troncos principales y en ellos rebusca entre la corteza pequeños insectos, huevos y pupas. No es aventurado estimar que el Carbonero Garrapinos fue originariamente un pájaro típico de bosques de pinos y abedules, habiéndose adaptado posteriormente a vivir en los de especies caducifolias. Aunque sea aquilatar demasiado, hay que convenir con Snow (1954) y Lack (1971) que la forma del pico de cada especie de los páridos está muy relacionada con el correspondiente hábitat. Los que viven y se alimentan en bosques caducifolios de hoja ancha tienen picos relativamente gruesos y cortos, mientras los que se alimentan en coníferas los tienen comparativamente más finos y delgados y éste es el, caso del garrapinos que junto con el Herrerillo Capuchino Lophophanes cristatus son los más dados a ocupar y comer en coníferas. Estas deducciones, sin embargo, pueden ser válidas para un determinado hábitat de Europa, pero no para la Península Ibérica donde ambas especies viven en los dos biotopos e incluso gran parte del año en plena campiña. Gibb y Betts (1963) van más lejos y encuentran después de un minucioso estudio que los garrapinos que viven en bosques de especies caducifolias de gran hoja hacen mayores puestas de huevos y crían más pollos por cada pareja. Su conclusión se basa en que los garrapinos, los más pequeños de los páridos, están sólo adaptados para vivir en los pinos y por lo tanto sobreviven mejor a la competencia interespecífica que en bosques caducifolios, quizá por su pequeño tamaño y el del pico, mejor adaptado a comer diminutos insectos propios de las coníferas.

El vuelo del garrapinos es en apariencia débil y no lo hace fuera de árboles recorriendo largas distancias. Su batir de alas es rápido y pasa de un árbol a otro con rapidez, pero sin que se aprecie bien el movimiento de las alas. Acompaña sus desplazamientos con continuos, dulces y melancólicos silbidos ¡¡tsíí!! repetidos con insistencia y que recuerdan la misma nota de otros páridos y sobre todo al Reyezuelo sencillo. Su canto es muy agradable y dulce, más que el similar del Carbonero Común Parus major, más agudo y silbante ¡¡tí-chí, tí-chí, tíchí...!! con variantes como ¡¡chiribí, chiribí, chiribí!! Cantan en cualquier mes del año, pero naturalmente con más intensidad desde enero hasta finales de junio y sobre todo en marzo y abril. Intermitentemente lo hace en septiembre y parte de octubre y muy poco en noviembre y diciembre.

Periparus ater se alimenta fundamentalmente de insectos: coleópteros y sus larvas, dípteros, larvas y huevos de lepidopteros, himenópteros y hemípteros. También come una buena cantidad de semillas, sintiendo especial atracción por las de gran contenido en grasa y por supuesto por las de coníferas.

El celo comienza a manifestarse pronto y en febrero muchas parejas están ya formadas y los machos, posados en una rama, sacuden espasmódicamente las alas para perseguir por entre los árboles a la hembra, lanzando agudos gritos. Esta comienza en el mes de marzo a inspeccionar las grietas y agujeros de los árboles, frecuentemente seguida de cerca por el macho. Las parejas ocupan un territorio pequeño y lo defienden contra intrusos en especial los machos. Sin embargo, no siempre, pues se ven parejas anidar muy juntas sin haber observado apenas señales de agresividad a no ser que uno de los pájaros penetrara probablemente por equivocación en el nido de la otra. Barnes (1975) citando a Deadman encuentra en un bosque de coníferas que, aunque algunos garrapinos en su primer año se emparejan ya antes de ocupar y defender un territorio, en otros casos el macho canta dentro de un supuesto territorio y trata de atraer hacia él a una hembra. Una pareja de adultos que han sobrevivido del año anterior, volverán a su antiguo territorio y un macho que haya él solo sobrevivido de la pareja, volverá también al mismo territorio para emparejarse con otra hembra, pero una hembra que haya quedado ella sola, puede acudir a otro territorio diferente. Los machos jóvenes comienzan a defender un pequeño territorio en enero y definitivamente se han establecido allí a finales de marzo.

Ambos sexos construyen el nido con musgo, pelo, plumón, lana y algunas plumas, resultando muy mullido y rellenando con este material casi toda la cavidad escogida, que puede estar al nivel del suelo entre las raíces descubiertas de un árbol, un tocón carcomido, grietas de un muro, en un talud y en agujeros de árboles. Barnes, refiriéndose a Gran Bretaña menciona situaciones preferentes: huecos en muros (57 por ciento), agujeros en el suelo (31 por ciento), agujeros en árboles (11 por ciento), etc. La puesta varía entre 5 y 14 huevos, pero normalmente 8-10. Puestas mayores pueden pertenecer a dos hembras utilizando el mismo nido. Su color es blanco con puntos menudos de color pardo rojizo que suelen estar concentrados en un extremo. Jourdain para 100 huevos de origen británico da un promedio de medidas de 15 x 11,6 mm. con un máximo de 16,5 x 12,3 mm, y un mínimo de 13,8 x 10,7 mm.

Las primeras puestas se encuentran a partir de la última decena de abril, pero la mayoría no están completas antes de la primera semana de mayo. Muchas que se encuentran a finales de mayo corresponden normalmente a repeticiones por depredación o destrucción del primer nido. En el Norte la lluvia causa grandes pérdidas a esta especie. Las condiciones meteorológicas favorables son causa frecuente de que puedan encontrarse algunas puestas en el mes de marzo, pero un mes de abril excesivamente lluvioso y frío retrasaría no menos de 15 días la nidificación. Solamente la hembra incuba y mientras tanto es alimentada por el macho en el nido. A los 14 días nacen los pollos cubiertos parcialmente por un plumón gris humo. El interior de la boca es naranja rosado y carecen de puntos oscuros en la lengua. Ambos adultos los alimentan con insectos y gran cantidad de orugas y frutos silvestres. A los 16-19 días salen del nido y vuelan ya muy bien, aunque permanecen agrupados varios días más. Mucho se podría escribir sobre el comportamiento de los garrapinos durante la reproducción. Un atento observador puede apreciar el momento del nacimiento de los jóvenes garrapinos viendo la agitación y el ir y venir continuo del macho. Calcular exactamente la duración del período de la incubación resulta difícil desde que es complicado estimar el momento en que la hembra empieza a sentarse de verdad en el nido. Con frecuencia permanece allí como agachada unos días antes de completar la puesta. Aunque este pájaro no es el que lo realiza con más asiduidad, sí se puede asegurar que al igual que los demás páridos, cada vez que la hembra abandona el nido antes de empezar la incubación tapa bien los huevos con el mismo material, de forma que quedan completamente ocultos y es frecuente que al inspeccionar los nidos el observador crea que aún están vacíos, tan ocultos quedan los huevos. El crecimiento de los pollos varía considerablemente con las condiciones meteorológicas y el frío y la lluvia llegados inesperadamente pueden retrasar mucho la reproducción, cuando no malograrla. Permanencias en el nido de 20-21 días en esta y otras especies de páridos no son infrecuentes. Una segunda cría en la temporada parece ocasional, pero hay casos bien comprobados y de hecho sucede que algunos años son numerosas las parejas que crían dos veces y, desde luego algunas parejas son más prolíficas y lo hacen todos los años.

El Carbonero Garrapinos se extiende por toda Europa y en gran parte de su población es sedentario. Vaurie (1959) distingue para la Península Ibérica dos subespecies. Periparus ater ater ocupa la mayor parte de Europa y Siberia hasta los Pirineos donde gradualmente pasa a la raza Periparus ater vieirae que tiene en pájaros inmaduros más extensa el área negra de la garganta con los flancos más ocráceos. Las poblaciones del centro y este de España determinadas como subespecie cabrerae son ligeramente más pálidas y algo más grandes que las de Portugal y el noroeste de la Península.

Un erratismo invernal de corto radio es fácilmente observable. Comienza en octubre y hace llegar a zonas de campiña numerosos garrapinos que a menudo vuelan en compañía de otros páridos y también de agateadores.