Buitre Leonado Gyps fulvus El
Buitre Leonado Gyps fulvus es de menor tamaño y envergadura
que el Buitre Negro, pero no menos espectacular en sus acciones. El adulto
tiene la espalda y el dorso de las alas marrón pálido o
Los inmaduros son
similares a los adultos, pero algo más oscuros y rojizos en las partes
superiores. También por debajo son algo más rojizos, con alguna raya blanca.
El plumón de la cabeza y el cuello es más rosáceo que el de los adultos y la
gorguera de plumas de la base del cuello es oscura y no blancuzca. Los ojos,
la cera y las patas son como en los adultos. En el segundo año de vida
el Buitre es aún más oscuro que de joven. El plumaje de adulto lo adquiere
gradualmente por una serie de mudas que va efectuando durante cuatro años.
En un bando de buitres las variaciones en la tonalidad del plumaje son tan
grandes, a veces, como variadas las edades y a menudo dependen de la
incidencia de la luz en el momento de la observación. En vuelo el Buitre Leonado
tiene unas proporciones a simple vista similares a las del Buitre Negro,
pero su cuerpo más claro contrasta mucho con las plumas de vuelo (primarias
y secundarias) más oscuras, contraste que no existe en la otra especie. A
diferencia del Buitre Negro se remonta con alas en V abiertas y curvando
mucho las secundarias, formando como un arco, en especial cuando gira. La
cabeza sobresale poco hacia adelante y es más delgada que en la otra
especie, pero este detalle es muy difícil de apreciar en el campo, sobre
todo cuando al no estar juntos los dos buitres no existe posible comparación
entre ellos. Las alas son largas y anchas, pero no tan rectangulares como en
el Buitre Negro. La cola corta y redondeada es menos acuñada, aunque este
detalle no es muy distintivo. Como todos los buitres permanece mucho tiempo
en vuelo, planeando y remontándose sin apenas esfuerzo, con movimientos
ocasionales y casi imperceptibles de las alas. En el vuelo directo, las alas
tienen forma angulada con las primarias bien cerradas. Cuando inicia el
vuelo desde el suelo o desde un cortado rocoso, lo hace con lentos y
profundos batidos de alas. Los inmaduros vistos desde abajo muestran un
marcado contraste entre el cuerpo y parte anterior de las alas de color
pardo claro, frente a las plumas de vuelo y la cola intensamente oscuras,
casi negras. Este contraste es menos notorio conforme aumenta la edad. Pero
aún en buitres comunes viejos, los colores claros nunca son tan oscuros como
los más pálidos buitres negros. Por encima el contraste es mucho mayor entre
las plumas cobertoras alares, el obispillo gris parduzco o leonado y las
negruzcas primarias, secundarias y la cola, a diferencia de todo el dorso
muy oscuro, marrón negruzco, del Buitre Negro. El Buitre Leonado es una
especie eminentemente gregaria, formando grandes bandos o grupos y con menos
frecuencia se ven parejas o pájaros solitarios. Naturalmente que esto está
en función de su abundancia en una zona determinada. En varios lugares de
los Pirineos navarros (Valle de Belagua, hoces de Arbayún y Lumbier, etc.),
en Andalucía (Marismas del Guadalquivir, Arcos de la Frontera, etc.),
Cáceres, Avila, Toledo, etc., se pueden ver los bandos más numerosos de
buitres en la Península Ibérica, formados por varias decenas de individuos,
planeando y remontándose a gran altura. En otras regiones, más escasos, como
Asturias y Santander (Picos de Europa), no son infrecuentes los buitres
solitarios o en parejas y los grupos que sobrevuelan Potes (Santander) y
Panes (Asturias) son probablemente gran parte de los integrantes de la
colonia que aún sobrevive en los macizos occidentales de la Cordillera
Cantábrica. Se posa en cantiles
rocosos, repisas, cuevas abiertas y árboles, en especial con poca
vegetación. Las buitreras suelen estar situadas en la misma o cerca de la
colonia de cría, aunque no cuando ésta está situada a gran altura, por
encima de los 1.500 metros. Se dice que los buitres son madrugadores. Creo
que no siempre porque los veo posados a menudo hasta bien entrada la mañana.
Probablemente esta conducta perezosa que he observado en algunos individuos
puede ser consecuencia de una buena comida el día anterior. En realidad hay
que admitir que durante las primeras horas de la mañana y con carácter
general es cuando el buitre se alimenta. Cuando nota una ligera brisa en su
posadero la aprovecha para remontarse y si el sol calienta, inicia la
ascensión hasta casi perderse de vista. Allí planea por horas, vigilando el
suelo bajo él y también a los demás buitres cuyo cambio de actitud o forma
de vuelo lo ponen en guardia sobre el hallazgo de algún animal muerto y,
entonces, como el que no se da por enterado, se va acercando hasta que como
consecuencia de esta común actitud, todos los buitres de una zona se han
congregado sobre la carroña, iniciando los interminables «giros de la
desconfianza». Alla abajo está la presa, pero ninguno se decide a posarse.
Alimoches, cuervos, cornejas, urracas y buitres negros, donde los hay,
actúan muchas veces como pilotos. La conducta de los buitres
ante la carroña ha dado lugar a minuciosos estudios sobre agresividad y
jerarquías, que los ornitólogos han establecido para esta especie y que se
pueden resumir aquí. Un cadáver de un animal es sobrevolado por varios
grupos de buitres que proceden de diferentes puntos de una extensa área. El
espectáculo es entonces sorprendente. Muchos descienden en rápidos
«picados», pero sin llegar a posarse: Otros lo hacen formando una espiral en
el aire. Al fin, uno se decide a hacerlo lejos de la carcasa descubierta.
Diríamos a prudente distancia, que suele ser de unos 100 metros. Pronto se
posan otros más y comienzan la lucha estableciéndose una jerarquía y un
dominio temporal de uno sobre los demás. Normalmente y cuando varios buitres
de un grupo rodean la presa, se descubre entre ellos uno más activo que
pelea y disputa hasta que después de un buen período de tiempo otro se
separa y se acerca, mientras los demás grupos permanecen indiferentes y como
somnolientos. Nuevos buitres pueden aterrizar cerca y dirigirse directamente
hacia la carcasa donde ya el buitre dominante ha abierto él vientre y
comienza a devorar las entrañas, aunque prefiere normalmente comer antes los
ojos y la lengua del animal, si otros carroñeros no han llegado primero que
él y los han comido. Los recién llegados son rechazados por el buitre
dominador de la situación, que hace frente a ellos la clásica representación
de dominio que el nuevo candidato a la comida contesta extendiendo la cabeza
y él cuello, erizando las plumas de los hombros y de la gorguera y
levantando una de las patas hacia su adversario y hasta algunas veces salta
hacia él con las alas abiertas. Aunque estos ataques parecen a primera vista
violentos y, desde luego, en el lugar hay un gran revuelo de alas,
picotazos, saltos de los buitres, zumbidos y silbidos, todo ello
notablemente grotesco, aunque no tanto como los andares del Buitre Negro,
por supuesto, estas luchas no son realmente cosa seria y no hay heridos.
Unicamente pueden observarse algunas calvas en el plumón del cuello y de la
cabeza, que más probablemente son consecuencia del roce con la piel y huesos
de las carcasas comidas. Su vigor en defensa de su privilegiado puesto
probablemente depende de la intensidad de su hambre. Se dice también que,
cuando está cerca de un cadáver, baja la cabeza y la deja colgante
seguramente en un intento para estimular la secreción de los jugos
digestivos. Es probable que el grado de agresividad entre los buitres
candidatos a comer sea proporcional a la secreción de estos jugos. El comportamiento de esta
y otras especies carroñeras, ha sido estudiado también con detalle por los
ornitólogos franceses J. F. y M. Terrasse, quienes en 1973 y 1974 colocaron
en un lugar de los Pirineos a 1.200 metros de altitud durante varios días de
los meses de marzo, abril y mayo, resíduos de matadero con el objeto de
estudiar la conducta de buitres, alimoches y quebrantahuesos. Esta no
difiere en líneas generales de la ya descrita y únicamente señalaron un dato
importante que, sin embargo, no puede generalizarse para estas reuniones de
carroñeros. El indivíduo más dominante era un pájaro joven nacido el año
anterior, muy grande, que atacaba a los demás buitres cualquiera que fuera
su edad. Lanzaba abundante saliva, lo que es prueba de un hambre muy grande,
que parece, como ya dije, el móvil principal de esta agresividad y el
elemento determinante de la posición jerárquica. En determinadas zonas de
la Península Ibérica donde la carroña es abundante, los buitres la localizan
y van comiendo los cadáveres, siguiendo un orden que se me antoja
enigmático. A pocas horas del amanecer, muchos buitres abandonan su
dormidero o la colonia de cría y, en fila india y a baja altura, vuelan
directos hacia la presa como si todos se hubieran previamente puesto de
acuerdo. Como una carcasa del tamaño de un asno puede ser despachada en 45
minutos, dependiente como es natural del número de buitres congregados,
pronto todos regresan con sus buches bien repletos, pues realmente comen
hasta hartarse. Algunos tanto, que les cuesta trabajo levantar el vuelo y
con frecuencia permanecen posados adormilados por un buen espacio de tiempo
no lejos de donde han estado comiendo. Muchas veces sucede que, cuando los
buitres regresan bien saciados a su colonia, descubren un nuevo cadáver.
Entonces, mientras algunos continúan indiferentes su vuelo, otros
sobrevuelan la nueva carroña en círculos durante algunos minutos, como
queriendo grabar bien la situación y el lugar, continuando después el vuelo. El Buitre Leonado localiza
la comida por la vista. Parece ser que tienen un mal olfato y peor gusto.
Desde luego que las actitudes del primer descubridor y sus vuelos en espiral
alertan a muchos otros que vuelan en varios kilómetros a la redonda y que,
en seguida, como ya se ha dicho, captan el cambio producido en el vuelo de
su congénere. A este respecto es verdaderamente sorprendente el alcance de
su visión y la gran eficacia de su memoria. Una presa situada a 65-70 km. de
distancia de una colonia en el Parque Nacional de Covandonga (Asturias) y
que fue localizada por sólo dos buitres a media tarde, era. ya devorada
completamente por estos una hora después de amanecer al siguiente día. Aunque con las
descripciones efectuadas de la conducta y agresividad de los buitres entre
sí frente a la comida, se da la sensación de que ésta es una especie poco
sociable y combativa, la realidad es con frecuencia diferente, haciéndose
observaciones de grupos de buitres comiendo la misma carcasa sin mutua
agresividad, unicamente mostrándola hacia los recién llegados que
aterrizaban cerca de la presa. No es raro tampoco ver a un
Buitre Negro comer muy dominante la carroña sin dejar aproximarse a otro de
su misma especie, pero permitiendo que en el extremo opuesto del cadáver uno
o dos buitres leonados coman también. Las escenas de los pájaros necrófagos
producen a veces verdaderas náuseas en los observadores y también sorpresa
de cómo un cuerpo de un animal puede ser convertido en piel y huesos en
pocos minutos. El Buitre no duda en introducir su largo cuello por cualquier
brecha, buscando el mejor bocado. Como consecuencia de ello, pueden verse
los buitres con el plumón del cuello y la cabeza teñidos de rojo de la
sangre de sus presas y lo mismo la gorguera o collera de plumas claras.
Algunas veces un buitre se mete materialmente dentro de la carcasa y toda
esta pitanza se realiza acompañandola con una gran variedad de gruñidos y
silbidos. Si existe alguna charca próxima o un cuenco entre rocas lleno de
agua del deshielo, el Buitre se chapuza y lava, permaneciendo luego un buen
rato secando al sol con las alas abiertas. Como se ve la alimentación
se fundamenta en la carroña de animales muertos en el monte, bien se trate
de reses domésticas o de restos de animales silvestres que mueren por causas
naturales, despeñados e incluso abandonados malheridos por los cazadores. Si
un animal conserva aún un hálito de vida, el Buitre no se aproxima hasta que
aquél está bien muerto y la desconfianza que con frecuencia muestran, es
bien sintomática de cuán precavido es este pájaro, al que únicamente puede
vencer el veneno que se coloca en el interior de cadáveres de animales.
Aunque come cualquier carroña, prefiere el animal recientemente muerto aún a
pesar de que le resulta más trabajoso de comer y con frecuencia tiene que
golpear con su fuerte pico. Esta opinión no es compartida, sin embargo, por
otros ornitólogos que aseguran que cuanto más podrida está la carne más
atracción sienten por ella. En condiciones normales de abundante alimento he
comprobado que prefieren la carne fresca La carroña suelen
localizarla en zonas despejadas, lejos del arbolado. Sin embargo, Garzón
(1973) en un lugar de la Cordillera Cantábrica fue testigo de cómo en pleno
hayedo una bandada se cebaba en el cadáver de un Corzo Capreolus capreolus. Joaquín Araujo (1973) hace
constar la escasez de buitres y su desaparación como nidificante en la zona
por él estudiada en el Guadarrama, comprendiendo zonas de las provincias de
Segovia, Avila y Madrid, unos 350 km. cuadrados, por lo que las
observaciones fueron efectuadas sólo en otoño e invierno. Pero hay una cita
interesante: en agosto de 1969 seis buitres se levantan de un basurero de
las Navas del Marqués donde había restos de matadero. Este es un buen dato
de la versatilidad de la alimentación de los buitres. Garzón (1973) da un orden
de frecuencia para las observaciones realizadas por él en el centro-oeste
peninsular que incluyen cadáveres de ovejas, cabras, caballos, perros y
vacas.
Las áreas más frecuentadas por el Buitre Leonado en sus vuelos están
relacionadas con este tipo de animales que pastan libremente o permanecen cerca de las casas de campo.
Posiblemente la presencia de perros y otros pequeños animales en la dieta es
el resultado de los muchos que ahora perecen atropellados en las carreteras
y que benefician también a otras aves de presa que se alimentan de
cadáveres. En la Sierra de Gredos, Garzón ha observado buitres a más de
2.000 metros de altura, devorando
cabras monteses Capra pyrenaica y no hay duda de que las piezas de caza no recogidas por los
cazadores, tales como ciervos Cervus elaphus y jabalíes Sus scrofa y
otros animales silvestres como zorros Vulpes vulpes,
serán a menudo sus presas. Palaus (1960) encontró en
un intestino de un Buitre Leonado que había sido capturado en Riglos
(Huesca), restos de excremento de animal herbívoro y guijarros de 7 mm. de
diámetro, sin duda necesarios para que el Buitre realizara la digestión,
aunque su pequeño tamaño hace pensar que púdieran proceder del intestino o
estómago de una presa tomada por él. A finales del mes de
octubre, pero con más frecuencia en noviembre y
diciembre, las parejas vuelan alto ala con ala en un cortejo nupcial
que no es precisamente muy espectacular, aunque puede incluir ocasionales y
cortos «picados» efectuados por los dos pájaros uno en persecución de otro.
En esta época los buitres han ido situándose para dormir en los mismos
cortados rocosos que luego van a utilizar para la construcción del nido. Es
un ave colonial, congregándose muchas parejas para criar en una misma zona.
En España fueron famosas algunas colonias de buitres que reunieron más de un
centenar de parejas. Hoy, casi todas han experimentado una enorme baja en el
número de reproductores y otras han desaparecido completamente. La mayor
parte de las colonias se hallan a bastante altura. La más elevada en Navarra
lo está a 1.300 m. Lo mismo que algunas del centro-oeste peninsular. También
se citan antiguas colonias de cría en Guadarrama y Somosierra a 1.600-1.800
m. Los nidos son construidos en lugares no necesariamente inaccesibles, pero
casi siempre abiertos únicamente a expertos alpinistas. Están formados por
palos no muy gruesos, de uno a dos centímetros de diámetro, hierba, ramas
pequeñas de arbustos y no son muy grandes si tenemos en cuenta el tamaño del
pájaro. En el mes de diciembre
algunas parejas ya se establecen y comienza la puesta del único huevo, pero
la mayoría aún andan atareadas, robando palos de nidos próximos o peleándose
con buitres inmaduros que se aproximan y merodean por la colonia. El Buitre
es un animal caprichoso que se conduce con arranques repentinos de genio
violento, mezclados con inesperados intervalos de mansedumbre y más aún de
somnolencia e indiferencia a lo que pasa a su alrededor. Una pareja roba
material de otro nido desocupado y allí entabla pelea con sus vecinos. A
continuación estando ella presente en su propio nido, llega otro Buitre y
lleva parte del material sin que exista agresividad por parte de los
propietarios. Aunque la mayoría de los
nidos son construidos en Iberia en acantilados de montaña y cortados
rocosos, Bannerman (1956) cita a Chapman como el único naturalista que
encontró una regular colonia de nidos en árboles en Sierra Morena.
Probablemente estos fueron originariamente construidos por otra especie
(Jourdain). El mismo descubridor consideraba que este hecho se debía
presumiblemente a la carencia de lugares adecuados para la nidificación. No
hay duda de que entonces debía de haber muchos buitres para que las repisas
en cortados montañosos del sur de la Península fueran insuficientes. Y no se
puede pensar que Abel Chapman el inglés que llegó a ser propietario del
Castillo de Arcos de la Frontera, donde existe una de las más famosas
buitreras, precisa r,iente al lado mismo del castillo, no conociera la
especie y se dejara llevar de la fantasía. Desde su extraordinaria atalaya,
Chapman contemplaría a placer las evoluciones de los buitres y su conducta
en los dormideros después de la abundante comida que todos los días
realizaban en aquellos lejanos tiempos en que las epidemias diezmaban el
ganado y en todo el campo andaluz no faltaban abundantes carroñas. Witherby (1940) cita también el
caso de una pareja que en España fue descubierta anidando en el suelo cerca
de la cumbre de una montaña. En realidad no son tan variables los lugares
escogidos, como la forma y constitución del nido, que lo mismo puede ser una
somera construcción de cuatro palos y hierbas, como una grande y voluminosa
estructura que sin duda no procede del aporte del material en una sola
estación de cría, sino que casi siempre se trata de un nido edificado sobre
otro de años anteriores. Estos suelen estar situados en cuevas abiertas,
lugares resguardados de agentes atmosféricos y de la nieve. Verner que
estudió y conoció bien los buitres en Andalucía cuando aún eran
extraordinariamente abundantes, estimó que hay pocos pájaros tan cambiantes
en el carácter y en la forma de construir sus nidos como los buitres. Según
él y de acuerdo con su gran experiencia, los buitres varían en sus ideas de
confort y limpieza, tanto como los propios seres humanos. Un nido lo mismo
podía tener 60 cm. de diámetro que 1,20 m. y poseer un cuenco bien forrado
de hierba, como tener sólo una ligera depresión central tapizada de plumas
de otros buitres cogidas en un reposadero próximo. Muchas de las ramas
verdes que se encuentran en los nidos de la mayor parte de España son de
olivo, que los buitres rompen con su poderoso pico y llevan durante gran
parte de la cría, aunque el pollo esté ya bien crecido. La puesta de un solo
huevo de color blanco se produce normalmente a partir de febrero, pero
puestas en enero no son infrecuentes. Elósegui (1974) estima un promedio de
90 x 70 mm. en el tamaño del
huevo y un peso de 230 gramos. Brown y Amadon para 100 huevos de colección
dan un promedio de 92,4 a 69,7 mm. y estiman que alrededor de un 5 % tienen
la cáscara marcada con pequeños puntos marrones o violáceos. Jourdain da
medidas obtenidas de 60 huevos recolectados en nidos en España un promedio
de 92 x
70,1 mm. Uno
extraordinariamente largo medía 101,2 x 73,8 mm. y uno muy pequeño
81,5 x 65 mm. El ya citado naturalista
Verner, a quien seguimos en parte, considera como regla general para las
buitreras andaluzas que la puesta normal comienza en febrero, pero algunas
veces antes. También se han encontrado huevos recién puestos en marzo y
abril y más raramente en mayo. Los dejados en estos dos últimos meses son
considerados como repeticiones, después de que el primer huevo hubiera sido
robado del nido. Ambos sexos incuban y
tienen muy bien reglamentado el tiempo en que cada uno debe ocuparse del
nido, haciendo al menos dos veces al día el relevo. Los cambios resultan muy
ceremoniosos y se realizan con movimientos muy lentos y escogidos, como con
mucho teatro. Si la colonia es numerosa se ven más pájaros junto a los nidos
que parejas se pueden formar para los ocupados. Sin duda los inmaduros y
subadultos presentes son muchos y aprenden de cerca sus deberes para el
futuro. La incubación dura un
mínimo de 52 días, puede estimarse con Elósegui (1974) que «casi dos meses»
es el período más exacto. Los nacimientos, por lo tanto, comienzan a partir
de la segunda decena de abril, con algunos ocasionales en días de marzo
correspondientes a las puestas del mes de enero. El pequeño Buitre nace muy
desvalido, pues su plumón es poco denso, de color crema y el peso muy bajo,
unos 170 gramos de promedio. Esta situación sorprende más aún si tenemos en
cuenta que algunas colonias (Pirineos, Gredos, Picos de Europa, etc.), están
en lugares donde en esas fechas la nieve es aún abundante. Los primeros días
de vida del pollo son muy delicados y peligrosos y de hecho mueren muchos.
El Buitre ama el sol y odia la lluvia y no hay duda que el mes de abril está
muy mal escogido para nacer en plena montaña. Por eso los adultos cubren a
su hijo continuamente, alternando como en la incubación este trabajo. Sin
embargo, existen opiniones muy encontradas sobre este extremo en el sentido
de que, como en otras aves de presa, es la hembra la que realiza todo el
trabajo. A las tres semanas de edad todo el cuerpo del pollo está cubierto
con un plumón muy denso y ya sus gritos, que eran muy débiles a la semana de
nacer, se hacen más fuertes y ásperos. Los dos adultos lo ceban los primeros
días regurgitando una masa pastosa a intervalos frecuentes. A los dos meses
de edad el pollo ya pesa 6 kg. y cuando se le coge devuelve inmediatamente
un gran volumen de carne a medio digerir. Posiblemente ésta es su reacción,
¿de temor?, ¿de agresividad?, ya que a diferencia del pollo de Buitre Negro,
el de Buitre Leonado no da picotazos ni se defiende de los intrusos. Esta
consideración no debe tomarse como norma general, pues existen casos de
pollos que inesperadamente resultan agresivos y que ya parecen querer emular
a sus padres en frecuentes e inesperados cambios de carácter. Así, refiere
Bannerman cómo Verner se encontró en un nido con un pollo de Buitre Leonado
extraordinariamente agresivo que a poco le hace caer del acantilado donde
estaba en equilibrio inestable. A partir de los sesenta días ya les aparecen
las plumas y toman la apariencia de los adultos muy rápidamente. Muchas veces al acercarse
un intruso al nido el pollo se deja caer en el fondo, estirando y ladeando
la cabeza, permaneciendo en inmovilidad absoluta en un intento de simular
que está muerto. Cuando ya está emplumado, permanece sólo gran parte del día
y entonces los adultos lo ceban muy poco y cuando lo hacen regurgitan
cantidades enormes de carne a medio digerir, de forma que aquél queda
verdaderamente abotargado y a menudo devuelve parte en el borde del nido. La conducta del pollo en
el interior del nido ha sido minuciosamente estudiada por algunos
ornitólogos (J. y R. Elósegui) y ciertamente sobre la conocida mansedumbre
se citan varios casos de agresividad, probablemente en individuos aislados y
otros más comunes en que el pollo lanza un silbido parecido al escape de
vapor de agua. El tiempo de permanencia
del pollo en el nido antes de iniciar su primer vuelo ha sido objeto de
considerable controversia. Parece ahora aclarado que
no puede darse un período fijo como sucede con otras especies menores de
pájaros. Cuatro meses completos son necesarios antes de que el joven Buitre
se lance a volar libremente. Naturalmente que existen variaciones
individuales dependientes de la frecuencia y cantidad de la alimentación,
pero es más normal que los vuelos se inicien antes de aquel plazo que
después de él. Sin embargo, el joven Buitre aún no es completamente
independiente y debe ser cebado por sus padres también por regurgitación del
alimento. Cuando los jóvenes salen
de los nidos suelen pasar a otros de la misma colonia y allí permanecen a
menudo varios juntos como si fueran hijos de la misma pareja. Andan por la
repisa trabajosamente y con bastante frecuencia caen al vacío, planeando y
recuperando el equilibrio como si ya fueran adultos. A veces siguen en sus
vuelos a los adultos cuando éstos buscan comida, pero no llegan a bajar a la
carroña, sino que regresan a la colonia y permanecen agrupados hasta que
regresan los adultos hacia el mediodía y los ceban en abundancia. Una vez terminado el
período de reproducción, algunos abandonan sus lugares de cría y se
dispersan en movimientos cuya distancia es muy variable y que sólo un
anillamiento masivo podría determinar. En general se ha estimado
siempre que los buitres al llegar el otoño, inician un desplazamiento
general hacia localidades situadas más al sur, en especial los que tienen
sus colonias de cría en alta montaña y muy al norte de su área geográfica de
reproducción. (Cordillera Cantábrica y Pirineos). Poco más de un centenar de
buitres han sido anillados en España y ha habido una recuperación que podría
bastar ella sóla para corroborar lo escrito más arriba, si no fuera que un
caso aislado no puede soportar toda una teoría. Un Buitre Leonado anillado
como pollo en el nido en Lumbier (Navarra) en junio de 1972, fue muerto de
un tiro en octubre del mismo año en Córdoba a 610 km. al SSO. Pero
estos grandes desplazamientos pudieran ser excepcionales. Así, otro anillado
en junio como pollo en el nido en la provincia de Badajoz, fue recuperado
exhausto a 125 km al SSO en octubre del mismo año. En la misma provincia
otro anillado en junio, fue encontrado muerto bajo unos cables eléctricos en
agosto del mismo año, 20 km. al sur. ¿Obedecen estos movimientos a la
búsqueda de lugares donde exista abundante comida? ¿Al frío? No parecen
responder a ninguna de estas causas, pues los que habitan los cortados de
altas montañas tienen bien cerca lugares de monte bajo con abundante caza y
pastizales para el ganado. En los Picos de Europa (Asturias), la colonia,
ahora muy diezmada, que en tres buitreras habita en el Parque Nacional de
Covadonga, más los de la pequeña establecida en los montes del concejo de
Lena (Asturias), realizan un desplazamiento otoñal hacia el oeste y el sur, buscando las tierras más
bajas del valle de Liébana (Santander) y las de León. En Navarra no
faltan durante todo el año en las hoces de Lumbier y Arbayún, así como en el
valle de Belagua y otros. Lo mismo sucede en el Pirineo Aragonés. Ramón
Elósegui está realizando en los pirineos navarros una interesante
experiencia, consistente en colocar una placa de plástico de buen tamaño en
el pecho de los buitres, sujeta con hilo fuerte de paracaídas de manera que
no estorbe sus movimientos ni le lesione. En ella lleva grabada una letra
que puede ser fácilmente distinguida a distancia con los prismáticos. Este
método de marcaje ya ha dado resultados. Los ornitólogos franceses hermanos
Terrasse, quienes en abril de 1974 observaban los buitres y otras aves
carroñeras que acudían a los restos de matadero colocados por ellos en un
lugar de los Pirineos a más de 1.000 metros de altitud, observaron que uno
de los buitres llevaba una placa marcada con una Y. Este pájaro había sido
capturado y marcado por Elósegui como adulto en un nido de una colonia
navarra situada a 50 km. del lugar de la observación. Esperemos nuevos y muy
interesantes resultados de este ingenioso método para controlar los
movimientos estacionales de Gyps
fulvus. La población de las
marismas del Guadalquivir (Valverde 1966) se incrementa notablemente en el
otoño. Los dormideros se ven muy concurridos de buitres comunes que
comparten sus posaderos en alcornoques con buitres negros en una proporción
estimada por Valverde en un 87,5 por 100 del total de la población de
buitres, es decir poco más o menos 1,4 Buitre Negro por cada 10 buitres
leonados, sensiblemente la misma proporción que la calculada por Bernis para
toda la población peninsular de buitres de 1 :10. Los dormideros de buitres
en el otoño e invierno son bien conocidos a lo largo de toda la geografía
española y todas estas buitreras incrementan mucho su número con los que
proceden de zonas altas y por lo tanto más inhóspitas. El Buitre Leonado ocupa en
la Península Ibérica fundamentalmente roquedos de montaña en todas las
sierras, siendo especialmente más abundante en el centrooeste, Andalucía y
los Pirineos, faltando en Galicia, Occidente portugués, Levante español y
casi en toda Asturias y las provincias vascongadas. También falta en gran
parte del Occidente de Portugal y en las Baleares, donde se cita su
presencia de forma esporádica, probablemente individuos divagantes. En
Asturias estimo la acual población no superior a las 20 parejas, que no
durarán mucho si prosiguen los envenenamientos de los montes y cotos de
caza. Esta exigua población está en los Picos de Europa, principalmente en
el Parque Nacional de Covadonga, donde también parece que ha sufrido las
mayores pérdidas. Más al oriente de la Cordillera Cantábrica su número se
mantiene algo más estable con un descenso en su densidad menos acusado.
González Morales (1969) da cuenta de una buitrera situada en la pared rocosa
de un acantilado costero de determinado lugar de la provincia de Santander,
que según los vecinos del pueblo próximo es conocida de antiguo, llegando
los ejemplares de la misma hasta unos 25 o 30 en invierno. En varias
ocasiones se han cogido huevos de los nidos. González Morales estima que las
ovejas y cabras que habitan el monte rocoso son sin duda las que proveen de
alimento a estos buitres al morir despeñadas. También se observan buitres
posados sobre la arena de la playa, devorando los animales muertos que
arroja el mar. El lugar es extraordinariamente concurrido, en especial en el
verano. La drástica disminución
en el número de buitres que pueblan las colonias de cría de toda Iberia ha
causado una alarma general, sobre todo entre los naturalistas y ornitólogos
españoles. Varios de ellos se han aplicado a determinar las causas de esta
hecatombe para la avifauna peninsular. Aparte de razones que podemos
considerar como generales, que alcanzan también a las demás especies y no en
menor proporción a los buitres y que son difíciles de evitar, existen otras
que obedecen a causas que podemos considerar como locales y cuyos efectos se
pueden paliar y hasta hacer desaparecer, si se sigue una política de sincera
protección y para llevarla a cabo se cuenta con la experiencia y el
desinteresado amor a la naturaleza que continuamente ponen de manifiesto
muchos zoólogos y naturalistas españoles. Entre las primeras causas
de disminución, el clima como fenómeno natural origina grandes pérdidas en
las colonias de buitres de zonas de clima duro de alta montaña. Este cambio
en la meteorología que todos estamos apreciando y que es especialmente
acusado en la mitad norte de la Península Ibérica, con intensas lluvias y
nieblas primaverales más frecuentes de lo propio de la estación, ocasionan
no poco descalabro a pollos y a buitres en pleno período de incubación,
muchos de los cuales; aquéllos y éstos; perecen de inanición. Garzón (1970)
cita un informe del biólogo Ramón Elósegui en el que éste, que ha estudiado
exhaustivamente el Buitre Leonado y que puede ser considerado ahora como la
máxima autoridad europea en esta especie, determina para Navarra y Aragón
una gran mortandad de pollos pequeños de Buitre Leonado, coincidiendo con
condiciones meteorológicas caracterizadas por persistentes lluvias y nieblas
bajas. En estas circunstancias los buitres ven mermadas mucho sus
posibilidades de descubrir cadáveres y los pollos mueren en los nidos por
falta de alimento. La depredación de nidos es
otra causa de disminución de la especie que debe evitarse a todo trance. La
desaparición de huevos y pollos está ahora desafortunadamente a la orden del
día. Muchos extranjeros desaprensivos roban ambos para venderlos a
colecciones particulares o zoológicos, causando en nuestra avifauna un daño
irreparable. En veinte nidos controlados en Cáceres por Garzón y Araujo,
durante 1971, en una primera observación anotaron once pollos y nueve
huevos. En la siguiente observación realizada en los mismos nidos, seis
huevos habían desaparecido, pero ninguno de los pollos. Garzón (1973) examina las
causas que pueden contribuir a la disminución reciente y a la desaparición
total en un futuro del Buitre Leonado en Iberia. En su opinión, que suscribo
en parte para algunas zonas peninsulares, «Gyps fulvus
encuentra la carroña necesaria para subsistir sólo con creciente dificultad,
pues los restos de animales en los montes son cada vez más escasos. Las
modernas explotaciones pecuarias no sufren ya masivas mortandades por
epidemias o condiciones climáticas desfavorables. La mecanización de los
transportes y de la agricultura ha eliminado innumerables bestias de tiro,
el ganado libre y el pastoreo decrecen progresivamente y las industrias
cárnicas, químicas, etc., absorben reses y despojos que antes eran
desechados. También las medidas sanitarias obligan a enterrar los animales
muertos por lo que se priva a los buitres de los pocos restos que podrían
aprovechar.» Garzón añade que la colocación de cebos envenenados con
estricnina para combatir los animales considerados dañinos (alimañas)
principalmente los zorros, hace que los buitres hayan sufrido una regresión
muy acusada en los últimos años. Así, una colonia que durante 1971 todavía
contaba con 16 parejas anidando, quedó reducida a 5 parejas en 1972 tras una
campaña de envenenamiento. Sin embargo, otras buitreras también han sufrido
notables pérdidas a pesar de no haberse colocado veneno en las proximidades.
Así en tres de ellas cuya evolución Garzón siguió durante varios años, la
disminución de parejas reproductoras puede valorarse en un 5 por 100 anual,
es decir un 50 por 100 en una década (1964-73). En Asturias, que es la zona
que mejor he estudiado junto con la montaña leonesa, la falta de comida en
los montes no puede ser en mi opinión causa de la desaparición de los
buitres, puesto que reses muertas y placentas se ven con frecuencia
abandonadas en pleno campo, sin que ningún Buitre las descubra. Téngase en
cuenta que la falta de ganado lanar y cabrío, más abundante en otras
latitudes peninsulares, está sustituida por una muy numerosa población
caballar, la más importante con mucho de toda la Península Ibérica. Estos
caballos pastan libremente en el verano en los montes y en zonas
determinadas (Cordillera del Sueve), durante todo el año. En el invierno los
corzos Capreolus, venados Cervus, zorros Vulpes, gamos Dama y rebecos Rupicapra, sufren muchas pérdidas
y podrían nutrir una importante población de buitres que, sin embargo, ha
ido decreciendo con rapidez. En 1936 todavía existían colonias de buitres en
Asturias occidental. En 1975 apenas quedan en el extremo oriental.
Unicamente el masivo envenenamiento de los montes asturianos, prácticamente
todos cotos o reservas de caza, puede ser la causa de la drástica
disminución de los buitres, así como también de las águilas reales y otras
aves de presa que aún no hace muchos años eran abundantes en los campos y
montes astures. En provincias tan
tradicionales por la abundancia de buitres leonados como Cáceres se aprecia
en los últimos años un decrecimiento muy grande. Desde 1971 a 1973 la
densidad ha bajado espectacularmente (Kónig 1973), tanto que los cadáveres
de animales muertos permanecen intactos mucho tiempo sin que ningún Buitre
acuda y terminando por ser comidos por perros y otros necrófagos. Parece,
además que la disminución afecta especialmente a los buitres inmaduros que
antes buscaban su alimento en un radio de 30 km. alrededor de la capital. La
creencia general es que el veneno colocado para combatir los zorros ha
causado un tremendo daño a las colonias de buitres, tanto que será
necesario, además de desterrar el veneno, esperar muchos años antes de que
los buitres se recuperen. Para reducir el número de zorros existen ahora
otros medios que no afectan a las aves de presa ni a otros animales y eso
suponiendo que la eliminación de
estos
no rompa el equilibrio biológico de una extensa zona y los roedores
produzcan entonces más daños a los agricultores que los que se quieren
evitar a la caza. La instalación de
comederos artificiales a pesar de todos los defectos que se les quieran
poner, pueden paliar en determinadas zonas la escasez de alimento. Los
instalados en Navarra, aunque alguno (Monreal) a decir de los especialistas,
no reúne condiciones adecuadas, son, sin embargo, visitados por los buitres.
El situado en la Higa de Monreal es probablemente visitado sólo por los
buitres de las colonias de ese monte. El peligro de pereza y adocenamiento
para los buitres es evidente. Comentando esto mismo, Elósegui (1974) insiste
en que siendo la situación del comedero correcta, los buitres no se
convierten en unos perezosos funcionarios. Cada día como durante siglos
recorren su zona de acción para limpiar de cadáveres el monte y cuando la
comida falta, recurren a los puntos más alejados en que están instalados los
comederos sustitutos de los antiguos muladares. En Europa el Buitre
Leonado tiene una distribución eminentemente mediterránea. Aunque falta
en las Baleares, cría en otras islas, pero en muy escaso número,
desapareciendo con rapidez de lugares tradicionales. Se reproduce
localmente en los Balcanes (Grecia, Bulgaria y Rumania) y sur de
Ukrania, costa albanesa y yugoslava, alcanzando Asia por Turquía y
llegando al Cáucaso, Siberia y hasta China Occidental. En el norte de
Africa (Marruecos y Túnez) es escaso. La población mayor de Europa está
en la Península Ibérica.
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