Sinapis alba.- Antiguamente, la mostaza se incluia entre las más importantes plantas medicinales y dietéticas, y se empleaba como elemento aromático y como antídoto.

Avetoro Común

Botaurus stellaris

 

El Avetoro Común Botaurus stellaris es un pájaro típico habitante de la marisma ibérica que no posee precisamente un plumaje muy destacado, aunque su aspecto general es inconfundible. Las partes superiores son de color pardo amarillento en algunos y dorado en otros, moteadas y rayadas de negro. Por debajo, en general, es más pálido y está rayado longitudinalmente de oscuro. La parte superior de la cabeza y nuca son negras y partiendo de la base del pico tiene a cada lado de la cara una bigotera marrón negruzca. Las plumas primarias de las alas son de color anaranjado rojizo, lo mismo que la cola, ambas rayadas y punteadas de negro. La garganta es pardo amarillento pálido. Sobre los hombros y debajo del cuello tiene unas plumas alargadas que puede erizar a voluntad. El pecho, vientre y flancos están rayados densamente de marrón rojizo. El largo y puntiagudo pico es amarillento verdoso. Los ojos son amarillos o naranja rojizo y las patas y pies verdosos. El rayado especial de las partes inferiores del cuerpo le sirve de camuflage, puesto que cuando siente la llegada de un intruso estira el cuello y el pico, formando con ellos una línea vertical que puede confundirse con los carrizos y el resto de la vegetación acuática donde se oculta. Siempre mira hacia el lugar por donde llega el peligro, aun estando en esta forzada postura, de manera que si nota que su mimetismo no le defiende bastante, escapa volando inmediatamente. Según Bannerman (1957), se conocen muchos ejemplos de avetoros que fuera de cobertura vegetal adoptan también esta postura si se sienten amenazados. Cuando se les observa sentados en el nido, lo que más impresiona son sus brillantes ojos fijos e inmóviles en un punto.

Vuela lentamente sobre los carrizos, casi siempre a baja altura y con sus alas anchas y redondeadas tiene aspecto de búho. Si se le ve contra la luz crepuscular se distingue bien cómo lleva el cuello recogido como las garzas y las patas le sobresalen por detrás de la cola. Normalmente vuela en cortas distancias, salvo durante la cría, pues entonces para alimentar a los jóvenes avetoros, se aleja con frecuencia del nido hasta marismas que pueden estar a más de 3 km. de distancia. Sobre todo si el tiempo es bueno. Con lluvia, niebla o viento no vuela al descubierto y debe contentarse con el alimento encontrado cerca del nido.

Cuando permanece posado durante el día, está como encogido y las plumas de los hombros que son, más largas, ocultan completamente el cuello y parece entonces un pájaro con giba. En esta postura mantiene el pico en posición oblicua, apuntando hacia arriba. Para describir las costumbres y forma de vida del Avetoro Común acudimos a los estudios realizados por la ornitólogo inglesa Turner, que dedicó gran parte de su vida a la observación de esta y otras aves típicas de las marismas y de los de otro inglés (Percy, 1932 y 1951), que obtuvo datos inéditos sobre la forma de vida de este raro pájaro.

Consecuentemente con su esquiva conducta el Avetoro es más difícil de ver que cualquiera otra especie. Se necesitan semanas de observación atenta e incómoda entre los aguazales y los carrizos para poder concretar un solo punto en la historia de su vida. Aunque se ha hecho hincapié en su conducta crepuscular, no debe considerarse así por completo puesto que, durante los días en los que los adultos están ocupados alimentando a los jóvenes, vuelan de día continuamente, en especial si hace sol. Pero una vez que la cría termina, vuelven nuevamente a sus costumbres discretas y ocultas. Como su hábitat típico son las grandes marismas y aguazales, los extensos campos de junqueras con aguas someras y masas de carrizos, se puede comprender lo difícil que es poder realizar observaciones cerca de los nidos. Turner asegura que sólo de forma ocasional el Avetoro es observado al descubierto, posado cerca de una junquera, con preferencia al lado de un curso de agua y también en el mismo borde del carrizal. Allí puede permanecer de cuarenta a sesenta minutos comiendo y llenándose de tal forma que al volar no puede ocultar el abultado buche. Si se le sorprende entonces cerca del nido o se alarma cuando come, inmediatamente regurgita el alimento recogido y vuela hasta un lugar no muy alejado donde continúa comiendo. Cuando se dirige al nido se posa lejos de él, normalmente a distancia no inferior a 25 ó 30 metros y camina hasta él por entre los carrizos, pero lo hace de forma peculiar y habilísima. Con sus largos dedos se coge muy bien a los tallos de las plantas y de esta manera avanza muy rápidamente y siempre con la suavidad suficiente para no llamar la atención, a pesar de tratarse de un pájaro de grandes dimensiones. A Percy (1951) la forma de andar del Avetoro le parece que es como si lo hiciera sobre zancos.

A pesar de sus costumbres esquivas no es raro ver en un carrizal en días de sol, a un Avetoro subido o mejor encaramado en el extremo final de los carrizos, situación que sorprende para un pájaro de tan gran tamaño, pero que Percy explica diciendo que el bulto que hace es sobre todo debido al grueso plumaje y que al subir por los carrizos se coge a la vez a varios de ellos con sus dedos largos y prensiles. Las observaciones de avetoros posados en árboles no son infrecuentes, pero se ha comprobado que esto sucede cuando aún los carrizos y la vegetación acuática no han alcanzado suficiente grado de crecimiento para proporcionar al pájaro la cobertura necesaria.

Realmente ante costumbres tan retraidas sería prácticamente imposible localizar a este pájaro en los densos carrizales de una marisma, si no nos avisara de su presencia con la voz tan inconfundible que puede ser escuchada hasta a distancias de 3 km. y a veces en buenas condiciones acústicas a más. Consiste ésta en un mugido sordo y profundo y antes de su emisión el pájaro lleva la cabeza hacia adelante y todo el cuerpo vibra abriendo el pico y absorbiendo el aire hasta que, al elevar la cabeza y el cuello, exhalándolo, surge este extraño sonido que Turner pudo escuchar a distancias de hasta casi 5 km. Previamente y si el pájaro está siendo escuchado de cerca, se le oyen unos cortos gruñidos a los que sigue la inspiración que da paso al mugido final y que a menudo repite tres veces consecutivas, no rara vez cinco o seis y pocas veces ocho o nueve. Este sonido puede ser escuchado comúnmente a partir de los primeros días de febrero, no rara vez a finales de enero y suele durar su emisión hasta mediados de junio, aunque también lo emite esporádicamente a primeros de julio. La hembra contesta algunas veces al macho con un sonido parecido, pero más suave y de menor poder de alcance. Para Turner la voz del Avetoro recuerda a la sirena de un barco que navega entre la niebla o al mugido del ganado vacuno que pasta en la lejana marisma. Para un observador que esté situado cerca del lugar donde canta el Avetoro, este sonido no parece ser emitido en tono muy alto, pero sí tiene un gran poder de alcance. Normalmente el pájaro lanza su grito poco después de la puesta del sol y antes del alba. Si en una marisma hay varias parejas de avetoros, rara vez cantan a la vez y prácticamente por ello es materialmente imposible determinar su densidad en un carrizal si no se encuentran los nidos. La hembra emite al levantar el vuelo un corto y bajo graznido que también se le puede oír al macho, pero menos a menudo.

La mayor parte de las parejas de avetoro ocupan con gran fidelidad año tras año el mismo lugar donde se reprodujeron el año anterior, pero no parece que exista gran competencia entre ellas y es frecuente que varios avetoros sean vistos en plena época de cria comiendo juntos en una reducida charca. Y si encuentran bastante alimento acuden día tras día a ella.

Aunque la alimentación del Avetoro es variada y puede incluir muchas especies de pequeños peces que nadan en aguas someras, también captura micromamíferos, ratas de agua, ratones, etc. Los pájaros jóvenes volantones de especies pequeñas no son raros en su dieta, pero también algunos de no despreciable tamaño como el Rascón Europeo Rallus aquaticus y posiblemente las polluelas de agua Porzana spp. ranas, crustáceos, tritones y numerosos insectos, así como materia vegetal abundante completan su alimentación. Como en marismas que están próximas a terrenos cultivados, los avetoros frecuentan de noche éstos, la variedad de insectos capturados debe ser muy grande. Sin embargo, una buena parte de la biomasa consumida la constituyen los peces y, sobre todo, las anguilas. Percy (1951), que mantuvo bajo observación un nido durante 21 días seguidos después del nacimiento de los pollos, naturalmente sólo en horas del día, pudo comprobar que salvo en cuatro ocasiones, en que la hembra también aportó peces, todas las presas fueron anguilas. Ni que decir tiene que la cabeza y el cuello de los avetoros quedan reducidos a una lamentable condición después de capturar las anguilas y peces. Aquéllas están impregnadas, como se sabe, de un abundante mucus o baba y al ser cogidas con el pico por el Avetoro, se retuercen intensamente antes de morir, manchando las plumas del pájaro, que quedan realmente muy pegajosas. Similares a las tres de las garzas, los avetoros poseen dos zonas en su cuerpo en las que se desarrolla un plumón corto que se deshace en un polvo blanco. Así los pájaros introducen su cabeza bajo los hombros, frotándola contra esas polveras durante 10-35 segundos y sacándola casi blanca. Este polvo lo extienden por frotación por otras zonas de su cuello manchadas de baba. A continuación peinan el plumaje, rascándose y eliminando así el mucus mezclado con el polvo, engrasando y atusando las plumas después.

Estas operaciones las realiza varias veces al día, invirtiendo en ellas mucho tiempo, puesto que cada limpieza intensa puede durar hasta 45 minutos (Percy, 1951). La operación de cuidar de su plumaje no impide que el Avetoro atienda a los jóvenes. Con frecuencia la interrumpe para vigilarlos y muy a menudo se sienta en el nido.

El Avetoro Común comienza pronto a manifestar su celo con el canto tan peculiar que ya se ha descrito. El territorio ocupado no suele ser muy extenso. En una superficie no muy grande puede haber dos parejas establecidas sin que muestren agresividad entre sí. Pero más corrientemente la densidad en los carrizales es muy baja salvo en marismas extensas, como las marismas del Guadalquivir, lagunas de Ciudad Real, quizás en Albufera de Valencia y algunas más. Parece más abundante en riberas con carrizos de algunos ríos españoles, aunque sus costumbres impiden, por ahora, estimar el número de avetoros por hectárea de aguazal. Se ha sospechado la existencia de poligamia para algunos machos y así lo estiman Bannerman (1957) y otros ornitólogos. Esta creencia está basada, sobre todo, en las luchas entabladas entre dos machos cerca del nido de una hembra que incuba. Percy recogió varios machos de Avetoro con heridas causadas sin duda por otros y consideró que estas luchas eran un signo seguro de poligamia. Aunque ya se indicó que el Avetoro no suele ser muy agresivo hacia sus semejantes a no ser en estos casos concretos mencionados, sin embargo, es un valiente pájaro que ataca con furia al Aguilucho Lagunero Occidental Circus aeruginosus cuando éste sobrevuela a baja altura los carrizos donde aquél tiene el nido. De un pájaro de vuelo lento y pesado se transforma entonces en otro de gran agilidad y potencia que sorprende a los afortunados observadores que pueden presenciar lucha tan desigual, haciendo huir al ave de presa. Mucho hay que aprender aún sobre las ocultas costumbres de los avetoros. Se debe incluir aquí su agresividad hacia otros pequeños pájaros, describiendo un ataque a un Martín Pescador observado por Meinertzhagen: «Un Avetoro permanecía inmóvil posado en el suelo al borde de una charca cerca de un pequeño poste clavado en el fango. Repentinamente un Martín Pescador llegó hasta el poste, donde se posó. Apenas había tenido tiempo de mirar a su alrededor cuando ya el Avetoro le había golpeado certeramente dejándole muerto en el agua.»

Los vuelos nupciales apenas han sido observados y se sabe poco de sus actitudes antes del emparejamiento. Se sospecha que la emisión de su voz está en una relación muy directa con otras manifestaciones del celo que, a no dudarlo, deben incluir signos exteriores tales como el esponjamiento o erizado de las plumas largas de la base del cuello y hombros. Escasos son los datos que se pueden aportar sobre la conducta de este pájaro en tales momentos, pues, como ya se ha señalado antes, se conoce muy poco de la oculta vida entre carrizos del Avetoro.

Los nidos son construidos a partir de restos de carrizos secos del año anterior, en general, están flotando anclados a tallos de carrizos u otras plantas acuáticas. La acumulación de tallos es desordenada y aunque casi siempre están muy ocultos en el interior del carrizal, también existen casos de nidos en zonas descubiertas. Su construcción es efectuada sólo por la hembra que recubre el interior con hierbas y plantas muy finas. Sin embargo, todas las reglas, incluso las de la Naturaleza tienen sus excepciones. Hosking y Newberry aseguran que dos hechos les llamaron la atención por estar en contradicción sobre lo que sabían previamente de las costumbres de este pájaro: los nidos estaban en muchos casos entre los carrizos, pero cerca de aguas libres de plantas y que variaban mucho en tamaño. Algunos eran grandes plataformas de carrizos secos y otros simples y aplastadas agrupaciones de las mismas plantas. Tal parecía que los primeros eran construidos en lugares sujetos a frecuentes crecimientos en el nivel de las aguas. Normalmente el Avetoro se posa lejos del nido y camina hacia él por entre los carrizos. De esta manera llega a formarse un pequeño sendero, visible para un atento observador.

Por él camina la hembra con la cabeza baja y apuntada hacia adelante. La puesta de los huevos se efectúa entre los primeros días de marzo, excepcionalmente, y finales de mayo. Los primeros días de abril se pueden encontrar, con mucha suerte, en nuestras marismas las primeras puestas de Avetoro. Normalmente los huevos son 4 ó 5, a menudo 6 y rara vez 3 y 7. Tienen forma esférica ligeramente ovoidal y color marrón verdoso o pardo con manchas marrones, sobre todo en el extremo más ancho. Las medidas obtenidas para 100 huevos por Jourdain oscilaron entre un máximo de 58,2 x 37,1 mm. y un mínimo de 47,5 x 35,7 mm., obteniéndose un promedio de 52,6 x 38,5 mm. Son dejados con intervalos de dos o tres días y la incubación, sólo por la hembra, comienza desde la puesta del primer huevo. Veintiséis días parece ser el período medio de incubación para que los huevos eclosionen. Debe existir alguna variación dependiente de diversos factores, temperatura, humedad, constancia en la incubación, etc. Solamente la hembra alimenta a los pequeños avetoros. Cuando llega, éstos le tiran del pico y entonces regurgita todo lo que trae en el buche sobre el nido. Después de dos o tres semanas los pollos comienzan a dejar el nido, pero no están totalmente emplumados hasta que tienen 8 semanas. Entre los pocos datos existentes para Iberia sobre la reproducción de esta especie, se citan los facilitados por Pons (1961), quien el 22 de mayo encontró un nido con un huevo huero en la isla de Buda (delta del Ebro). Dos pollos ya muy crecidos habían sido capturados días antes por gentes de la isla que los mantenían en cautividad.

El Avetoro es especie Paleártica que se reproduce en Europa en la mayoría de los países, faltando o siendo escaso en la mitad norte de Iberia, local en Gran Bretaña, falta por completo en Islandia y Noruega y también es local en el sur de Suecia y Finlandia. Por Rusia llega a Asia extendiéndose por este Continente hasta China y Japón.

En Africa está muy localizado en el Noroeste (de Marruecos a Túnez) y en el Sudeste (desde el norte de Rodesia hasta el oriente de Sudáfrica).

 

En la Península Ibérica ha quedado ahora muy localizado por varios motivos. El incremento en el uso de pesticidas y la desecación de zonas lacustres y marismas también ha contribuido a esta drástica disminución. Ya se ha dicho que la mayoría de las parejas están ahora en zonas de la mitad Sur y salvo en contados lugares, en no gran número. En la mitad Norte probablemente podrá estimarse su población por debajo de 20 parejas, casi todas en determinadas colas de embalses y en tres carrizales extensos que aún subsisten en el litoral cantábrico. De cualquier manera resulta ahora desafortunadamente muy difícil poder escuchar en los aguazales norteños el característico mugido del Avetoro.

Es especie sedentaria, pero, tanto en primavera como en el otoño, se aprecia el paso de un buen número de ellos por Guipúzcoa. En los carrizales del río Bidasoa no falta en el invierno. El escaso anillamiento de la especie no ha podido aclarar si todos estos avetoros proceden de muy al norte de Europa o simplemente obedecen en parte a cortas dispersiones posnupciales de avetoros franceses. Bernis (1966) aventura la posibilidad de que realice una amplia dispersión posgenerativa, aunque no puede considerársele como migrador nato. Esta parece afectar preferentemente a los jóvenes del año, y entre ellos se producen casos de vuelos distantes que sin duda son netamente migratorios. Las poblaciones de avetoros del norte y este de Europa parecen realizar un vuelo migratorio, según Bernis, no muy bien definido aún, hacia el Sudoeste. Así se han producido en Iberia las recuperaciones más lejanas de avetoros anillados. Uno que lo había sido como pollo en Alemania oriental en junio, fue capturado en marzo del siguiente año en Navarra. Dos anillados también como pollos en Suecia en junio, fueron recuperados en marzo del año siguiente, uno en Santander y el otro en Valencia. Que el Avetoro vuele más hacia el Sur no está comprobado. Las observaciones y capturas en el Sahara septentrional y Africa tropical pueden ser de ejemplares procedentes de la exigua población del noroeste de Africa (Balsac y Mayaud, 1962).