Arao Común Uria aalge
El único álcido que se
reproduce en la Península Ibérica es el Arao Común, Uria aalge. Es un
poco más grande que el Alca Común, con aspecto más airoso y delgado y el
plumaje de color marrón achocolatado casi negro por encima y blanco puro
debajo. A diferencia de otras especies de la misma familia, el pico de color
negro es fino y largo, terminado en punta y al que se le puede apreciar una
raya anaranjada en las comisuras. También tienen las alas notablemente
cortas y se le ve levantarse del agua con dificultad. Es un excelente
buceador y puede permanecer bajo el agua hasta un minuto. Nada muy bien y se
ayuda con las alas como medio de propulsión. Es extraordinariamente ruidoso
en las colonias de cría, de la misma forma que el Alca y su voz es realmente
desagradable por lo monótona e insistente. Anda muy mal en tierra,
ayudándose frecuentemente con las alas. Se alimenta de peces que nadan cerca
de la superficie del agua, aunque para conseguirlo a veces tienen que bucear
a gran profundidad, subiendo hasta la misma raya del agua donde atrapa los
peces que huyen en bandadas ante su presencia. Generalmente come peces, pero
también crustáceos, moluscos, etc. (invertebrados). Los araos van ocupando
las colonias de cría a principios de año. Se dice que para Navidad ya están
agrupados la mayoría en su territorio. Al principio, permanecen en el mar en
zonas próximas y solamente se acercan a tierra por las mañanas. La mayor
parte de las parejas de araos establecen sus nidos en repisas de los
acantilados en zonas bien descubiertas y siempre muy juntas las parejas. Los
que se ven en las costas cantábricas a finales de invierno son nativos o
inmaduros en el primer año. La puesta consiste en un
solo huevo de forma muy curiosa, piriforme, de color azul o verde pálido y
marcado con rayas y manchas marrones y de un tamaño muy grande,
desproporcionado al del pájaro. Aunque al principio el huevo tiene un color
muy llamativo, pronto está empapado de excrementos y guano, lo que impide
que ruede por la repisa del acantilado y termine cayendo al mar. Sin
embargo, muchos huevos se pierden de esta manera, pues los pájaros son
extraordinariamente inquietos y nerviosos y prácticamente están
continuamente en movimiento. Ambos adultos toman parte en la incubación, que
dura entre 32 y 34 días. El pollo al nacer está cubierto con un plumón
marrón y es muy bien atendido por los padres, creciendo con mucha rapidez. A
los 5 ó 6 días ya camina y se mueve en las cercanías del nido. La
alimentación es casi siempre a base de pequeños peces vivos, que los padres
traen en el pico. A las tres semanas de vida ya está completamente
emplumado. Entre 18 y 25 días dejan el nido. Es muy curiosa la forma en que
estos pollos, aún volantones, dejan los altos acantilados donde han nacido,
sobre todo teniendo en cuenta que no saben todavía volar. Una noche a poco
de ponerse el sol, se acercan al borde del acantilado y sin pensarlo mucho y
ayudándose con las cortas e incipientes alas, pues aún no tienen la mayoría
de las grandes plumas en ellas, se lanzan al vacío, procurando alcanzar un
ángulo que los libre de caer en las rocas o en las rompientes. Muchos
perecen en el intento, pero los que llegan al mar casi siempre se salvan,
pues allí los esperan los adultos que los protegen de los ataques de las
gaviotas, que frecuentemente a media luz se lanzan sobre ellos. Estos
ataques son rehuidos por los jóvenes y adultos buceando hábilmente y
agitando las alas. Sus chillidos son muy penetrantes y el espectáculo en una
colonia de araos, en donde millares de pollos inician sus vuelos, es
extraordinario La mortandad entre estos
jóvenes de una colonia, puede a veces alcanzar grandes cifras por los
ataques de gaviotas. Otros mueren a causa de fuertes lluvias seguidas de
vientos fríos cuando no se resguardan bien bajo las alas de los padres.
Antes de empezar el vuelo inicial, los jóvenes ya son muy ruidosos y emiten
su monótona voz mientras ejercitan las alas. El Arao Común abunda en
las costas de Noruega, Islandia y Gran Bretaña. Es más escaso en la Bretaña
francesa y sobre todo en las costas cántabro-atlánticas, donde sólo crían
pequeñas colonias o parejas diseminadas por acantilados e islotes rocosos. A los pocos días de
abandonar las colonias, los araos se dispersan por el mar en un movimiento
sin dirección definida y que parece puede estar influido por causas de
abundancia de pescado, movimientos migratorios de los peces y también por
causas anormales como grandes fríos o temporales. Está bien comprobado que
la dispersión posgenerativa afecta en mucha mayor medida a los araos
jóvenes, que se alejan mucho más de las colonias que los adultos. Las aguas
del sur de Irlanda, los caladeros de Pequeño y Gran Sol y el Golfo de
Vizcaya y aguas atlánticas frente a Galicia, son lugares donde pueden verse
abundantes estos álcidos durante el otoño y comienzos del invierno. Como en
otras especies, también la contaminación del mar les ha afectado grandemente
y su densidad ha disminuido en algunas zonas. Sin embargo, en las costas
cantábricas, donde en tiempos era abundante, no parece que la causa de su
baja densidad sea ésta. Más bien puede ser que otras causas no determinadas
influyen para su actual baja densidad, la misma que afecta a los cormoranes.
Quizá la desaparición de bancos costeros de peces y el aumento de población
humana hayan influido en esta disminución. Las capturas de araos
anillados frente a las costas de Iberia, dan una mayor cantidad en el Golfo
de Vizcaya con sólo alguna recuperación esporádica en la costa portuguesa
Todas ellas lo fueron de pájaros anillados en las colonias de cría de Gran
Bretaña. En las costas mediterráneas debe ser extraordinariamente raro y no
existen capturas ni observaciones. |